lunes, 19 de julio de 2010

Experimentos (2).

Psicología inversa.

Para que mi mujer no se pusiera el abrigo de cuadros morados con flecos de plastilina, pensé que nada mejor que la psicología inversa, otra vez de moda.

Le dije:

-Emiliana, por favor, haz el favor de favorecerme y ponte a la voz de ¡ya mismo o después! ese abriguito tan mono que no llega ni a los seis kilos de peso.

Ella, sibilina, estaba loca porque yo llevara mi corbata de madera y sílex incrustado, en tonos cobalto. Y va y me dice:

-Olegario, yo no me pongo lo contrario de lo que no quieres que lleve encima del chándal si tú accedes a no ponerte nada bajo el pijama que no se parezca a lo contrario de esa corbata.

Ella, en Navidades, juró que terminaría el libro “Piénsese usted mismo” antes que yo. Y lo consiguió la zihaputa. Yo, torpón, me había quedado en el capítulo seis de un total de ciento ocho.

Salimos los dos a cenar vestidos de buzo. Lo de siempre.