1.
Paca Belushi,
C/Tréboles, 9, 3ºD.
Timbrazo
desde el portal al 3º D.
-¿Sí?,
¿quién llama?
-Buenos
días. El atracador.
-Ay,
pero si no venían ustedes hasta mañana, me lo dijo la señorita, la comercial de
las amenazas que nos visitó ayer.
-Señora,
en mi albarán pone fecha de hoy. Mire usted su copia, haga el favor.
-Momentito,
que vuelvo.
Docena
de minutos.
-Ay
pues mire, se ve borroso. No sé qué decirle, porque tengo las gafas quitadas.
-Señora,
que tengo la furgo tuneada en medio de la acera, molestando a los vecinos, que
luego bien que os quejáis a mi padre, el concejal de urbanismo y zanjas.
-Mira,
tú sube, que ya veremos, muchacho. ¿Te voy preparando un cafelito, un zumo
quizás?
-La
verdad es que se lo agradezco, pero ahora, con la bulla de correr, que si me
tropiezo, y luego con la policía persiguiéndome inútilmente, no vaya a sentarme
mal. Como si lo hubiera tomado. Por cierto, déle usted de nuevo al pinganillo,
que no se abre.
-Ahí
va. ¿Ya está?
-Voy
parriba. Prepare usted cara de susto, que luego en la foto prevalece la
impresión de la recién levantada y el vecindario os pone de dejadas y
arrugaditas.
-Hijo,
te repito e insisto que yo tenía esto para mañana, antes de la comida y una
hora estupenda. Pero tú sube, gañán, a ver si entre los dos resolvemos con
gracia y acierto.
Llamada
a la puerta. Abre un vecino rascándose exactamente allí, en la puerta, con las
dos manos. Termina de bostezar –dos minutos justos- y más o menos se le
entiende:
-Yo
tengo un certificado de insolvente válido para trece años. Así que largo de
aquí.
-Usted
perdone; con las prisas y la penumbra me he equivocado.
Llamada
al 3ºD. Abre la señora por fin.
-Ay,
hijo, qué despiste. Mira que confundirte.
-Señora,
vamos allá, que el tiempo es oro, plata, tarjetas con clave y algo de efectivo que se suele tener en las casas para los
desavíos. Proceda.
-Aquí
lo tienes, más o menos en el mismo orden, en exposición en el sofá, pero sin
letreritos, como a mí me habría gustado. De hecho, estaba haciendo rotulitos en
el Pogüerpoing, para imprimirlos mañana y hacerte una buena presentación.
Llamada
telefónica al móvil con sintonía del himno de Thailandia.
-Señora,
que somos los del atraco de mañana, que será a eso de las antes de la comida.
Para concretar.
-¿Pero
qué me dice usted? No me diga nada, tengo que colgar. Llame dentro de unos
minutos.
En
un pis pas, la señora entra y sale de la cocina con el mango de un mortero de
hacer gazpachos para quince. Antes de decir nada protagoniza un solo de bombo
en la barriga y riñones del atracante, que apenas acierta a sacar de nuevo la
copia y enseñársela, para que no siga ensañándose.
Esta
vez la señora se pone las gafas del cerca.
-Tarugo
infame, soplaampollas, caratarro, archivapeos… la fecha está bien, pero el
número es el seis, ¡el SEIS, jíbaro sin plaza fija! Y tú te has venido al nueve
¡al NUEVE, ladilla de escarabajo! No das ni una. Anda, anda y vete andando, que
ya se ha llevado la grúa tu bólido de hojalata.
-Señora,
me siento más dolido por sus excepcionales insultos que por sus magníficos
palos en mis lomos. Me voy, pero no creo que vuelva.
-A
mí aficionados. Anda y que te planchen.
-Buenos
días, ssnnñifgg, siñiora, ssnñññifgggg.
Se
cierra la puerta y la señora se vuelve al PC, a preparar la exposición de
objetos robables para el día siguiente.
Como
decía en el contrato. Qué puñetas.