viernes, 20 de julio de 2012

Grandes robos de la Historia (1).


1. Paca Belushi, C/Tréboles, 9, 3ºD.

Timbrazo desde el portal al 3º D.
-¿Sí?, ¿quién llama?
-Buenos días. El atracador.
-Ay, pero si no venían ustedes hasta mañana, me lo dijo la señorita, la comercial de las amenazas que nos visitó ayer.
-Señora, en mi albarán pone fecha de hoy. Mire usted su copia, haga el favor.
-Momentito, que vuelvo.
Docena de minutos.
-Ay pues mire, se ve borroso. No sé qué decirle, porque tengo las gafas quitadas.
-Señora, que tengo la furgo tuneada en medio de la acera, molestando a los vecinos, que luego bien que os quejáis a mi padre, el concejal de urbanismo y zanjas.
-Mira, tú sube, que ya veremos, muchacho. ¿Te voy preparando un cafelito, un zumo quizás?
-La verdad es que se lo agradezco, pero ahora, con la bulla de correr, que si me tropiezo, y luego con la policía persiguiéndome inútilmente, no vaya a sentarme mal. Como si lo hubiera tomado. Por cierto, déle usted de nuevo al pinganillo, que no se abre.
-Ahí va. ¿Ya está?
-Voy parriba. Prepare usted cara de susto, que luego en la foto prevalece la impresión de la recién levantada y el vecindario os pone de dejadas y arrugaditas.
-Hijo, te repito e insisto que yo tenía esto para mañana, antes de la comida y una hora estupenda. Pero tú sube, gañán, a ver si entre los dos resolvemos con gracia y acierto.
Llamada a la puerta. Abre un vecino rascándose exactamente allí, en la puerta, con las dos manos. Termina de bostezar –dos minutos justos- y más o menos se le entiende:
-Yo tengo un certificado de insolvente válido para trece años. Así que largo de aquí.
-Usted perdone; con las prisas y la penumbra me he equivocado.
Llamada al 3ºD. Abre la señora por fin.
-Ay, hijo, qué despiste. Mira que confundirte.
-Señora, vamos allá, que el tiempo es oro, plata, tarjetas con clave y algo de efectivo  que se suele tener en las casas para los desavíos. Proceda.
-Aquí lo tienes, más o menos en el mismo orden, en exposición en el sofá, pero sin letreritos, como a mí me habría gustado. De hecho, estaba haciendo rotulitos en el Pogüerpoing, para imprimirlos mañana y hacerte una buena presentación.
Llamada telefónica al móvil con sintonía del himno de Thailandia.
-Señora, que somos los del atraco de mañana, que será a eso de las antes de la comida. Para concretar.
-¿Pero qué me dice usted? No me diga nada, tengo que colgar. Llame dentro de unos minutos.
En un pis pas, la señora entra y sale de la cocina con el mango de un mortero de hacer gazpachos para quince. Antes de decir nada protagoniza un solo de bombo en la barriga y riñones del atracante, que apenas acierta a sacar de nuevo la copia y enseñársela, para que no siga ensañándose.
Esta vez la señora se pone las gafas del cerca.
-Tarugo infame, soplaampollas, caratarro, archivapeos… la fecha está bien, pero el número es el seis, ¡el SEIS, jíbaro sin plaza fija! Y tú te has venido al nueve ¡al NUEVE, ladilla de escarabajo! No das ni una. Anda, anda y vete andando, que ya se ha llevado la grúa tu bólido de hojalata.
-Señora, me siento más dolido por sus excepcionales insultos que por sus magníficos palos en mis lomos. Me voy, pero no creo que vuelva.
-A mí aficionados. Anda y que te planchen.
-Buenos días, ssnnñifgg, siñiora, ssnñññifgggg.
Se cierra la puerta y la señora se vuelve al PC, a preparar la exposición de objetos robables para el día siguiente.
Como decía en el contrato. Qué puñetas.

3 comentarios:

inma dijo...

¡Qué paranioa!Eso de los robos programados está fatal, ¡ni que fueran del gobierno! ¡hay que ver lo que nos está haciendo el gobierno!¡ojú que caló!Muy divertido. Besos.

Juan G Olivares dijo...

¿No se podría despertar a D. Miguel Gila para que viera lo que se puede hacer con esto?

Clea dijo...

Sugerente relato con una señora víctima más que dispuesta a ser robada, eso sí, dentro de un orden. Como escribe Juan G Olivares, nos imaginamos a Gila: -Buenos días, ¿es la señora víctima...?

Esto de los grandes robos de la Historia da para una serie en toda regla. Un tema de actualidad (je) que ha alcanzado “las más altas cimas de la miseria” en su evolución. Por si nos creíamos que el asunto del robo era propio de los excluidos, bien claro nos está quedando que es la razón de ser de nuestro sistema. Y tan institucionalizado y legitimado, que, al amparo de los grandes poderes, el refrán se ha perfeccionado hasta llegar a “el que no roba no mama”. (Glup)

Y tengan todos ustedes muy buenos días, como dice aquel.
¡Ah! ¿Puedo apropiarme de los insultos? ¡A ladilla de escarabajo le pongo cara, lo siento!

:))