lunes, 30 de agosto de 2010

DÍA A DÍA

El capitán Trueno, fregona en mano, reunió a sus más fieles amigos en la choza de la parte trasera del jardín.

-Alguien se ha duchado y ha dejado las cortinas por fuera, -dijo con un hilo de voz, ahogado por la rabia vengadora que le caracterizaba.

Goliat, con dos muslos en cada mano, se encogió de hombros dando a entender que no podía ser él. Para ducharse, cada mañana un camión cisterna y cuatro operarios realizaban dicha tarea junto al cobertizo de las herramientas.

Crispín, mientras se recortaba las puntas de su media melenita con unas pequeñas tijeras, dijo que él no podía ser, que acababa de volver del pádel, y que esperaba a terminarse el recortito, ponerse unas mechas y, después, ducharse.

Todas las miradas se volvieron hacia Sigrid.

En el centro de la habitación, la imponente figura de una princesa vikinga desafiaba al terceto de héroes sin mencionar una palabra, dejando que por sus inmensos ojos se desbordara el fuego de un volcán.

-Pues el otro día dejaste la cama sin hacer… -dijo Sigrid por fin, sin bajar la mirada y ofreciendo al capitán una cota de malla reluciente. Se había pasado toda la mañana abrillantándola con un bruñidor de metales.

Goliat soltó los cuatro muslos -sus dueñas pudieron huir- y aplaudió la valentía con que la dulce Sigrid se enfrentó al legendario héroe. Hasta el joven Crispín hizo un amago de celebración con un graciosísimo mohín.

Dejando caer la espada, el escudo y la fregona al suelo, el capitán sacó de su carcaj de flechas un hermoso ramo de flores, cogidas al amanecer en un acantilado.

-Y es que la vida matrimonial tiene estas cosas, chaval, -dijo un sonriente Fideos de Mileto al entrar por la puerta de la choza donde se reunían, portando una botella de champán francés-. Vamos, pichones, que seguro que no se os ha olvidado vuestro primer aniversario.