sábado, 28 de marzo de 2015

Pensamiento

Tengo un gran laberinto dentro de mi cabeza, de ideas sin sentido que me bailan revueltas. Yo quiero darles forma y convertir esta danza que llevo en la cabeza en palabras concretas. Esperaré el momento, por si algún día me llega y organizo el desorden que no me deja pensar. Paquita.

jueves, 26 de marzo de 2015

Un viaje de ensueño

El tren llegó con tres horas de retraso debido al temporal de lluvia y viento. Eran las doce de la noche cuando Laura entró en el vagón, comprobó que iba sola en él. Se acomodó en el asiento, apoyó la cabeza en el respaldo, trató de dormir. No le era posible, tenía un frío horrible y mucho, mucho miedo. El tren inició la marcha. A través de la ventanilla veía las luces lejanas de algún pueblo. Entró el revisor lo que le produjo cierto alivio, qué noche de perros comentó; ella respondió afirmativamente, cuando se marchó sintió más miedo y más frío. Laura se acurrucó todo cuanto pudo decidida a dormir un poco. De pronto sucedió algo maravilloso: entró en el departamento una persona muy querida por ella a la cual creía perdida para siempre. Se acercó abriéndole sus brazos en los que ella se refugió sintiéndose segura. El miedo y el frio desaparecieron y con el calor de su pecho tan querido se quedó dormida plácidamente. Cuando el tren se acercaba a su punto de destino se despertó, y con pena comprobó que había soñado. 

 Paquita.

miércoles, 25 de marzo de 2015

Epigrama 1




Los viernes, presidente, te prohibo
ponerle algo más fuerte al desayuno:
se embala y lo galopas como el Huno
tu corcel negro, salvaje y sin estribos.

Es Dekretor, crin negra, es indomable,
relincha con furor lo decretado:
nos lincha después de habernos linchado
y graba el BOE con fuego inapagable.

No dejes que se escape del establo,
pásate al descafeinado cuanto antes:
olvídate de pactos con el diablo.

Prueba a hablarle, recuerda tus votantes,
tus amigos, ya sabes de quien hablo,

que al resto lo olvidaste mucho antes.

lunes, 23 de marzo de 2015

Amor sobre ruedas.

Así fue como Narcisa conoció al bueno de Antonio. Él iba con su camión cargado de cemento para la obra cuando la vio haciendo auto stop. Pobrecilla, se dijo. Paró y la invitó a subir. Ella vio el cielo abierto y la puerta de la cabina. De un salto se encaramó en el asiento y con lágrimas en los ojos agradeció el detalle a Antonio, y es que la criatura llevaba dos horas de pie a la espera de que alguien se apiadara de ella y la llevase al pueblo, pero ni por esas, todos pasaban de largo sin reparar en su persona, y mira que Narcisa estaba de buen ver, que lo estaba, pero nada. Por eso se emocionó tanto cuando Antonio paró y la invitó a subir. Ya no pensó en separarse de él, de tal manera conquistó su corazón que aún no se ha bajado del camión. Ya hace treinta años y son felices. Paquita.

miércoles, 18 de marzo de 2015

A papá. In memoriam



Es nuestra primera foto juntos y sin duda mi favorita. 
Con apenas la cuarentena, observo curiosa el mundo sintiéndome segura en sus manos, firmes y cariñosas al mismo tiempo. Siempre lo recordaré sentado en su tablero de dibujo haciendo números o estadísticas complejísimas para mí, o leyendo tranquilamente en un antiguo butacón balancín de orejeras. Meticuloso y  concienzudo, contrastaba con mi forma práctica de ver el mundo y enfrentarme a los problemas. Eso nos llevó a más de una confrontación. Era mi último recurso para resolver mis dudas con los deberes en el instituto (mi hermana me sacaba de más de un aprieto), pues si bien siempre estaba dispuesto a ayudar, me hacía un examen completo antes de llegar al núcleo de la cuestión, con lo que me consumía toda la tarde con la primera duda. No llegaba a comprender cómo no recurría a él más a menudo cuando suspendía las matemáticas. En una ocasión se pasó toda una tarde interminable y parte de la noche (sólo interrumpida por la llamada a la cena de mi madre) explicándome las bases de una perspectiva caballera que debía dibujar con apenas 11 años. Mis hermanos se burlaban y apiadaban  de mí. No cesó hasta que fui capaz de repetírselo a la perfección. Luego tuve que dibujarla y entintarla (con tiralíneas) durante todo el fin de semana hasta que quedó de su agrado.Fue un trabajo arduo. Tan bien me quedó, que el profesor incrédulo me hizo un tercer grado para que confesara quién había dibujado aquello. Acabé llorando ante tanta presión y entonces, me hizo repetirla en la pizarra. Yo era muy tímida y con una voz que no me salía del cuerpo y unos trazos temblorosos de tiza,  la repetí ante la estupefacta mirada de mis compañeras. Me puso un diez. Mi padre se sintió muy orgulloso y me recordó el episodio largo tiempo.
Cuando le comuniqué la intención de casarme se quedó perplejo, pues siempre me veía como a esa pequeñaja que sujeta en la foto. De mayor, cuando sus ecuaciones lo superaban, yo era su último recurso, pues decía que continuaba simplificando en exceso los problemas. Yo me reía e intentaba transmitirle otra forma de pensar. No lo logré.
Ahora, se ha ido. Esta vez, al contrario que en la foto, era yo la que sujetaba su mano hermosa y fina entre las mías,  mientras su alma abandonaba el dolorido cuerpo, seguro que montando en su bicicleta de joven y emprendiendo rumbo a las estrellas.
¡Feliz día del padre, allá donde estés!

martes, 17 de marzo de 2015

Una de perros

Esta mañana paseaba por una zona residencial cuando me abordó un caniche blanco. Es grande para ser un caniche, pensé, y se me acercó a la mano. Como me gustan los animales, fui a hacerle un cariño y él se apartó un poco pero continuó llamando mi atención, para poco a poco entablar un diálogo conmigo. Me dijo que se quedó fuera sin querer. Lo pensé dos veces ¿y si no era eso? Impresionaba la gran puerta negra con cámara de videovigilancia en el portero electrónico, pero no había nada que perder. Una voz de mujer me habló desde el otro lado y pregunté si conocían al caniche blanco. Mientras tanto, él permanecía atento a mis movimientos. Abrieron la puerta y el perrito corrió dentro. Por un instante me pareció que me miraba de reojo para darme las gracias. Fue el único que lo hizo.

lunes, 16 de marzo de 2015

Noche de invierno

Aquel sonido de saxo venía directamente de la calle. No es habitual, ya entrada la noche y con aquella ola de frío, por lo que me asomé con curiosidad tras el visillo. Allí estaba el músisco, en medio de la plaza, algo desgarbado,  con un largo abrigo camell,  y su pelo largo y ensortijado medio canoso. Le melancolía resbalaba de cada una de sus pulcras notas mientras paseaba lentamente de un extremo a otro de la plaza. Los pocos viandantes lo miraban con una mezcla de sorpresa y de sospecha. Mientras tanto, sus notas  rasgaban la noche y me evocaban el París de los años 20 que no viví pero que admiré en las películas de Woody Allen. Y así, acunada por su melodía, esa noche me dormí muy tranquila. Han pasado un par de meses desde entonces y aún no ha regresado. Quizás no lo haga nunca.