sábado, 8 de diciembre de 2007

TU ABRAZO

El olvido lo traía en mi bolsillo, 

el del pantalón, donde suelen estar mis manos. 

La condena en la chaqueta, tan vieja, 

y el rencor en la camisa, aún con sangre. 

Pero me desnudó tu abrazo, 

y salió a relucir el perdón, 

que curó todas las heridas.

TESTAMENTO

Como todos los días, desperté en mi casa sin saber dónde estaba.

 Vi que se preparaba el café ante la impaciencia de apenas quince de mis muchos familiares reunidos en el salón.

Según me acercaba a ellos, retiraban las bandejas para dejar la mesa libre y repetir el hechizo alrededor de la médium, Eduvigis Pomerenke.

Y, como siempre, en un segundo, los dados negros decidieron en cuál de las cien casas que fueron de mi propiedad me aparecería al día siguiente.

El juego otorga tres puntos a los que llegan antes de que me haga visible y el primero que alcance los cien se queda con todo.

Aunque cansa, me parece un testamento emocionante. 

AHORA SÍ


 Por primera vez entré en casa sintiendo miedo:

Esta mañana me abrió la puerta un mequetrefe con bata blanca, una sonrisa y una aguja. Sólo mencionó un número para dirigirse a mí.

Sin que pudiera mostrarle mi desprecio, me dijo:

-A ver esa sangre, abuelo.

Yo le indiqué el corazón bajo mi capa.

Él se rió y contestó:

-Con la orina será suficiente para lo que le piden. Los datos personales rellénelos usted, por favor.

Dijo después “¡El siguiente!”, y allí me dejó. A mí, al conde Drácula, con la solicitud de la jubilación en la mano.

Despedí al cochero y regresé a pie hasta mi ataúd.

Ahora sí que sé lo que es la muerte de verdad.