viernes, 4 de abril de 2008

DE TUS ALAS A SUS MANOS

- ¡Hérculeees!
- ¡Hérculeees!
- No sé como no me ve. ¡Estoy aquí, intentando salir de este cascarón sin puertas ni ventanas!
- ¡Hér cu leee sss!

- Aquí, aquí dentro, ¿pero es que no me ve? ¿Estará ciega o es que no sabe dónde buscar? Seguro que me tiene delante de sus ojos y nada, como si fuese invisible.
Pic-pic…Pic-pic… ¡Nada, que no hay quien rompa esta pared tan dura! No sé cómo habré llegado hasta aquí.
Pic-pic…Pic-pic… ¿a quién se le habrá ocurrido meterme en este cascarón? No puedo ni estirar las alas. ¡Pobres mías, cuando quiera echar a volar me voy a ver morado!
- ¡Hér… cu... leeesss!

- Se va. Cada vez la escucho más lejos. Este sitio no estará mal si pudiese por lo menos mirar algo más que esta pared tan dura.
Pic-pic…Pic-pic… ¡Nada, que no hay quien lo rompa! ¡Maldita sea, me voy a hacer viejo antes de nacer! ¿Habrá algún pollito como yo que no haya podido romper el cascarón? ¡Qué frío hace ahora!
Tac-ta-tac Tac-tac-tac Tac-tac-tac
¡Qué frio!, parece como si el calor que tenía antes se hubiese alejado. Ya no oigo ninguna voz ahí fuera. ¡Qué oscuro está todo! Tengo frío.
Pic-pic…Pic-pic… ¡Nada, que no hay quién rompa este maldito cascarón!

CRASH
CRASH
CRASH
- ¡Oh,qué ojos! Me mira sorprendida como si fuese una aparición. Sonríe. No deja de mirarme. Acerca su mano hasta mí. Ya no me castañetea el pico. ¡Qué calorcito! ¡Cuanta luz! Sigue mirándome. ¡Qué alegría, por fin he salido del cascarón!

- ¡Joana corre, corre!
- ¿Qué pasa Mariel?
- Mira que pollito había dentro del huevo que he cogido para hacer la cena
- ¡Qué bonito es! Ponlo aquí en este paño mientras busco una cajita para ponerlo dentro.
- De acuerdo, tendremos que ponerle un nombre
- ¿Qué te parece Hércules?
- Es perfecto. No cabe duda de que es un héroe. Sobrevivir al frío de la nevera, lejos del calor de su madre y ser así de bonito…
- Siguen mirándome. Ahora ya no tengo frío


UNA TRAS OTRA.

La primera se encendía nada más tocarla. Era negra y fuerte, imposible de mover. Demóstenes agradecía la firmeza.

La segunda parecía cansada y se tambaleaba; le sostenía, pero no le ayudaba a caminar: Parecía querer quedarse con el abrazo.

La tercera había sido maltratada. Tirada en el suelo, atravesada en la acera, le hacía tropezar y caer.

Y así, hasta veinte. Veinte farolas cada noche en el camino del bar a casa. La última se asomaba a la ventana de su dormitorio y, viéndole caer dormido, se apagaba despacio.

Y así, hasta el día siguiente.

Queridos lectores:


Hago un inciso entre relato y relato, para colgar una frase que hoy ha llegado a mis manos y que nunca antes había leído. Como sabréis algunos, en la sección de El Plumier Revuelto, colgué la pasada semana una columna de opinión acerca de mi visión sobre la "fiesta nacional". Pues bien, esta frase quiero compartirla con todos vosotros y es la siguiente:


"La fiesta nacional es la exaltación máxima de la agresividad humana"

Félix Rodríguez de la Fuente