lunes, 17 de noviembre de 2014

Quedada


 No te olvides del libro.Para que me reconozcas, iré montado en una cosechadora fucsia de diecisiete toneladas, llevaré sandalias de cristal ahumado y lanzallamas a juego, le escribió él.
Yo llevaré el libro en la oreja e iré en mi vagoneta de mano dándole caña con el pie izquierdo, vestida de cián y plata. Así no te costará reconocerme, le contestó ella.
Y quedaron a cuatros días vista, en una cafetería de la gran urbe donde habitaban.
Con esas pintas es imposible confundirse, pensaron ambos.
Al llegar ella, encontró problemas de aparcamiento, pues las cuatro cosechadoras casi iguales aparcadas en la puerta de la cafetería, hicieron que tuviese que dejar su vagoneta a dos calles de distancia, con lo que restó efecto a su estudiado look. El chaparrón que comenzó a caer, hizo que el libro de la oreja tuviera que ponerlo sobre la cabeza, para no mojar su elaborado peinado a juego con el atuendo.
 El chico, remojado también, intentaba secar su lanzallamas y las sandalias en el servicio para que la chica no tuviera dudas, cuando una llamarada prendió el papel higiénico. Una gran humareda provocó que todos los del local, incluída la chica, salieran despavoridos. Los bomberos, debido a las cosechadoras, no llegaron a tiempo. Siniestro total.
Al llegar a casa el chico comprobó el estado impecable de sus sandalias. Se sentó al ordenador y le escribió: ¿quedamos otro día?

viernes, 14 de noviembre de 2014

Contar viaje.

Hola amigos. No estaba segura de que llegaría mi saludo y me ha alegrado ver que sí. Os voy ha contar algo sobre mi viaje a París. 
Lo primero es que he pasado unos días muy agradables acompañada, como sabéis,  de mis hijos Lola y Miguel Ángel. Me ha gustado mucho todo lo que he visto. Al día siguiente de estar allí me llevé un pequeño disgusto ya que perdí el billetero: dinero no llevaba mucho pero sí las tarjetas médicas, la del banco y fotos para mí entrañables. Y no fue robo no, debió de ser que se me cayó del bolso al abrirlo para sacar el pañuelo. Iba yo bien escoltada con mis hijos, ya digo, ese ha sido el único incidente, sobre todo sentimental. 
El viaje ha sido cómodo debido a que mi hija se enteró de que en los Aeropuertos hay un servicio de carritos para personas de movilidad reducida; yo no es que no pueda andar, pero no puedo estar una hora en las colas, así que lo solicitó y me llevaron hasta la puerta del avión,  tanto aquí como en París. También en los museos había el mismo servicio, con lo cual me pusieron delante del cuadro de la Gioconda para hacerme una foto. Qué categoría, ¿verdad?,  y digo yo que para algo tiene que servir la vejez,  que entre otras cosas es un grado. Bueno queridos, os hago un resumen de este viaje y no cansándoos más os envío un abrazo fuerte. 

Paquita.

martes, 11 de noviembre de 2014

Saludos

Queridos amigos: Hace unos días os escribí aquí en el blog, para contaros mi viaje a Paris con mis hijos Lola y Miguel Angel, pero como no he hallado respuesta imagino que no os ha llegado. Lo intento de nuevo y si ahora tengo suerte os escribo de nuevo y os cuento algo del viaje. 
Espero que estéis todos bien, os envío un abrazo fuerte. 

Paquita.

Grandes entrevistas de la Historia (10)

King Kong.

                  -Buenas tardes, ¿podría usted poner su mondongo de modo que cupieran las cámaras en el plató?
                  -Pos bueno, pues lo pongo. Y buenas tardes también.
                  -Dígame, señor Pong, ¿Qué tal está Ping?
                  -Oiga, mire que hago ding dong con su cabeza. Vacíleme lo justo. Es King, ni siquiera Ming, como en China. ¿Ssstamos o qué?
                  -Validado. Ahora cuéntenos algo de la isla esa llena de gente que le tiene miedo, grita y se agarra unos fiestorros que duran media película.
                  -Son gente buena y trabajadora, que paga sus impuestos.
                  -Disculpe ¿le pone usted tasas a esa buena gente?
                  -¿Pero sabe usted lo que cuesta mantener una isla aislada, cara papa?
                  -Oiga, alfombra mullida, olvide presentarse a un casting para papillas de dos a tres meses a niños de Copenhague.
                  -Validado. Mire, que le cuento. Allí no hay sitio para el atraque de grandes cruceros. Cada vez que va un paquebote para allá, resulta que tiene que fondear lejísimos. Y ya sabe usted el resto: flotar un colchón neumático con cadenas para traerme a Hollywood y arreglarle la antena parabólica del Empire State es muy complejo.
                  -Yo no soy abogado, ni mucho menos, porque soy aficionado a la charcutería, pero déjeme que le haga una pregunta: ¿Cómo lleva el plan de evacuación en su isla?
                  -Si se refiere a letrinas gigantes, nada de eso: hay mucho campo que abonar. Si en cambio habla de una eventual catástrofe, volcánica o marítima, o quién sabe, una lluvia de periódicos conservadores, mi isla cuenta con un sistema que no tiene comparación: entre un par de perodáctilos en sus alas y yo en mis bolsillos, prácticamente movilizamos a la población de chillones.
                  -En cuanto a las macizas con quien ha tenido que trabajar, ¿con quién se ha sentido más a gusto?
                  -Todas han sido ligeras, rubias, amables y chillonas. Estuve, bien es cierto, ensayando mucho con modelos de barbys oceánicas de gomaespuma. Al principio les arrancaba la cabeza hasta que el director me cosió a multas y conseguí superarlo antes del ensayo general.
                  -Y las balas. Me han dicho que si ha sido sin querer, que para usted eran como la picadura de un mosquito…
                  -No se fíe de esos que empiezan por un perdigón y un “uy usted perdone” y terminan desde un Harrier a base de munición tamaño supositorios ajustados. No miran nada.
                  -Aun así, también usted ha tenido que responder al seguro de un par de aviones.
                  -Hi, hie, hie, hie… aaaay qué cosas. Verá usted, con los mosquitos que tengo en la isla, ando  a manotazos a la hora de la siesta. Cuando subía y vi a los aparatejos esos girando a mi alrededor, pues… hie, hie, hie, ¿qué quiere que le diga? que pensé en mis bichos de siempre. Y, oiga, que picar, picar, picaban con la misma mala leche, no se confunda.
                  -¿Cuándo vuelve usted a su isla?
                  -En cuanto visite a un gorila amigo, en Cercedilla, me cojo unos diítas en mi paraíso encontrado por los carajotes de siempre. A ver si les escoño el GPS y me dejan, entre unos y otros, cien o doscientos años tranquilo.
                  -Ha sido usted muy amable, señor Kong. Le agradezco que me haya destrozado el plató para sentarse y espero que lo pague.
                  -Por supuesto que he venido encantado y que espero que encuentre usted un patrocinador que valore el resultado de su trabajo y le pague las sillas y demás, porque de mí se puede usted esperar el más grande de los…
                  -Deje, déjelo usted para sembrarlo en su isla, muchas gracias.

                  Señoras, señores, hasta aquí el monotemático asunto de hoy. Muchas gracias y hasta la próxima.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Grandes entrevistas de la Historia (9)


Marcel Marceau
A continuación, y como el reBig Bang de una serie de entrevistas que con su difusión prometen una revolución cultural sin precedentes, os muestro la que pude llevar a cabo en vida del simpar maestro del mimo, Monseiur Marcel Marceau.
Espero que mi traducción sea correcta.




No fue nada fácil arrancar del genial artista el tiempo que demandaba este conjunto de reflexiones, pero ojalá que no se hayan perdido ni una.
Nota: Le di un pellizco de monja al despedirme y esto fue lo que me dijo haber sentido:



Ahí lleváis.
[Charla mantenida entre el divino artista y Sonotone Pilapón, responsable de imagen y sonido de la cadena de radio Eco Cash Ondas (ECO).]