lunes, 28 de enero de 2008

ACORDE NUEVO


Sonríes
cuando te toca
mi aliento.
Me miras
y me dejas perderme
en tu cuerpo.
Vago por tu boca,
siento tus dedos
que tensan mi alma
con un acorde nuevo.
No sé
si vivo o sueño,
si vago o te encuentro.
No sé bien,
pero sonríes
cuando te toca
mi aliento.

TU PIEL, A PINCELADAS


Porque pensó que sería mejor no volver a perderse en los silencios. Porque desde que se fue Noelia, los juegos de sombras chinescas en la pared, eran lo más parecido a las creaciones que, antes de su marcha, a menudo paría brillantes, originales y llenas de simplicidad.

Porque ya, los típicos ruidos de la casa, que a veces le sobresaltaban, e incluso llegaban a despertarle, le incordiaban sobremanera, por el simple hecho de saberlos la única compañía de sus noches.

No se oirían más pasos que los suyos, camino de la cocina, del baño, de la habitación. No la oiría más descalzarse, desvestirse. Todo eso formaría parte del recuerdo, que a diario lo transportaban al talle de Noelia, a sus pechos firmes, brindándose; a su sonrisa, por la que todo le hubiese valido la pena.

Y por ese ir y venir de sensaciones, con la esperanza puesta en que alguna mañana, más pronto que tarde, el roce de su piel templada, le hiciera abandonar el sueño, subió al desván, tomó la escalera y sacó del altillo todo lo olvidado desde hacía tres años. Eligió el lienzo de mayor tamaño (podría, es más, debía tener su altura). Hizo sonar la música que tanto había silenciado. Agarró el pincel y la paleta y comenzaron los suaves trazos, maculando un blanco que parecía esperarle.

A su merced, los acordes de Eric Clapton, que seguía encabezando la lista de sus preferencias. Y ahí estaba hoy, presente, como en tantos y tantos encuentros con ella; sólo que la de hoy, sería una cita especial; en otro espacio, en otra dimensión. A su merced, también el tiempo; todo el tiempo para plasmar el cuerpo de Noelia entre sus piernas, entre sus dedos, compartiendo aliento, sudor y el rítmico vaivén que los igualaba.

Y como la imaginación, y los deseos, y los sentidos, son libres, Álvaro sintió con cada trazo, la presencia de aquella mujer, más real a medida que avanzaba el dibujo; y con él también sintió cada vez más, crecer su propio cuerpo, hasta culminar un encuentro, que no por ser distinto, dejaría de ser real. Y de nuevo, tras la calma que secunda a la tempestad, otra vez el silencio…, y alguna lágrima…
…Y a pie de dibujo, algunos versos invocando al poeta:

“Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa
Y estos sean los últimos versos que yo le escribo.”

Como en los mejores sueños, hay un final que se antepone y nos devuelve al punto de partida. Álvaro volvió a silenciar la música y guardó en el altillo los restos de la batalla, a excepción del lienzo, que lo acarició una y mil veces, hasta quedarse dormido.

domingo, 27 de enero de 2008

SALVADO

La reluciente franja de cemento, nueva y de color verde, rodeaba mi acera. Era imposible ignorarla. Retrocedí con la idea de impulsarme y saltar al otro lado como solía hacer con los charcos hasta los diecinueve años, pero me pareció imposible.


El día estaba nublado, pasaba el tiempo y no sabía qué hacer.


Miré al cielo y desde un primer piso, despacio, descendió una bicicleta enganchada con cuerdas.


Di las gracias a la señora, monté como pude en el triciclo y atravesé el carril bici sin cometer infracción alguna.


El resto, dos horas a pie gracias a la huelga de autobuses.


Llegué a tiempo al trabajo.

sábado, 26 de enero de 2008

PALABRAS CALLADAS
Mariposas revolotean
por mi estómago.
Un puente
de mi boca
a tu boca.
Juegas con tu cuerpo
sin saberlo,
al escon dite,me gritas
oculto entre tus silencios.
Mariposas revolotean
por mi estómago.
A sal saben tus labios,
a vino todo tu cuerpo.
Muerdo tus manos,
devoro tus dedos,
degusto tu lengua.
De palabras calladas
se llena el cielo.
Mariposas revolotean
por mi estómago.
Me miras y te miro.
¡Ahí está!
¡Ahí, tienes un beso!

martes, 22 de enero de 2008

SUEÑOS DULCES

Mi niño soñó que me pedía caramelos.

Para que no soñara con caries, me dormí y le dije que no hasta la hora del almuerzo.

La madre de mi mujer, que vive con nosotros, se durmió para decir que un caramelo no le hace daño a un niño, por Dios bendito.

Soñé que esto es lo que hay porque lo digo yo y el niño se puso a llorar.

Para evitar pesadillas, mi mujer tuvo que dormirse para soñar y dormir al niño en sueños.

Al día siguiente, ni el niño fue a trabajar ni nosotros al colegio.

domingo, 20 de enero de 2008

CARRERA ARMAMENTÍSTICA

PROTOTIPOS: LOS INICIOS SIEMPRE SON DIFÍCILES.

7 de mayo del Paleolítico. Hora de comer.

GOGOGI: Deja ese gallo de sesenta y dos mil kilos. Es mi almuerzo. Ya sólo tomo proteínas. Cómete tú el bosque.

BABOLLO: Te pongas como te pongas, una dieta equilibrada, incluye cosas que se mueven y algo que crece en el sitio, aunque no el césped, que me has dejado sin el hoyo 17 del campo de golf para tus ensaladas.

GOGOGI: Toma: Te envío esta pedrada a tu frente, lo que zanja la cuestión.

BABOLLO: Bueno, pues yo, por mi parte, ya me voy muriendo. No se hable más.

 

LAS PALANCAS, ESAS COSAS TAN ÚTILES.

Diciembre, amanece en Sumeria. Fresquita la mañana.

REY CIRCONIO: ¡Ech, pueblo de Zaranda, ya estamos entregando el tributo, que yo, con mi séquito, no estamos ya para madrugones; y nos quedan cuatro ciudades amuralladas por saquear!

ZARANDEADOS: ¡Mira, aquí siempre se te ha mirado bien! ¡Pero, con el plan que traes, te vas a llevar un  catálogo de cáscaras, boñigas y posos del cafelito. Díselo a tus capitanes, a ver qué cara te ponen!

REY CIRCONIO: Nos hemos traído unas maquinitas para romper cosas muy bien recomendadas. Fijaos, que están sin estrenar.

ZARANDEADOS: ¿No serán esas que dicen enviar cosas con fuego que se cuelan muralla adentro dejando todo perdido?

REY CIRCONIO: Sí, sí, esas. Talmente. Aunque están sin desembalar, parecen las que tú dices.

ZARANDEADOS: En confianza, pruébalas antes en un sitio donde no te hagas daño, porque me han dicho que fallan una barbaridad. Si el mismo dueño las ha querido retirar del mercado.

REY CIRCONIO: A mí no me la da el pájaro ése. Yo las devuelvo ahora mismo, que tengo el papiriticket de compra. Oye, que gracias, que ya volvemos con métodos más tradicionales.

ZARANDEADOS: Lo que haga falta. Más que enemigo, un cliente.

 

EL INGENIO DEL MERCENARIO.

8 de la tarde a las puertas de Florencia. ¡Una caloooor! ¡Más bien bochorno!

CÉSAR BORGIA: Mirad, capitanes, los muros de esta ciudad están durillos. Y los que la guardan se han puesto cabezones. Nos tiran piedras y diarios atrasados. Esto va mal. ¿Alguna idea?

CAPITÁN CHIVONI: Alteza majestadi, yo no me lo pensaba un instante. Pagad lo que pide el Davinchi, que ése te tira la ciudad en poco tiempo y te la recompone otra vez, todavía más bonita.

CÉSAR BORGIA: Anda, ve y llámalo, que me vais a dar un disgusto. Pero por adelantado sólo la mitad, que el Leonardo es más listo que el hambre.

 

Llega, sentado en un trono, Leonardo. No mira a nadie y se mete en una tienda blanquísima de la que no sale en varias horas. Cuando aparece, lo hace con una gran cantidad de  pequeñas cajas.

LEONARDO DA VINCI: CÉSAR, coge a tus capitanes y que siembren estas cien cajas, medio abiertas, lo más cerca de las murallas que puedan, sin hacer ruido.

 

Al amanecer siguiente, los defensores van a lanzar unas flechas desde las murallas, para empezar el día. Pero no hay murallas: Se han desplomado sobre los agujeritos que han hecho miles de lombrices durante toda la noche. Confiados en la solidez de sus defensas, muchos solían salir sin pantalones y se ruborizan, por lo blanco de sus pantorrillas. Se rinden sin condiciones. Algunos aplauden el método.

Leonardo se pone en marcha para alquilar sus servicios a otra familia poderosa. Lleva en su bolsillo la mitad en efectivo y la mitad en un pagaré firmado por CÉSAR.

 

ÉPOCA DE GUERRA FRÍA.

Desierto de Nebraska. 1.959. Cerca de las tres y tres. Hay tres, en una cerca: Hablan un físico,  otro más físico todavía y el presidente.

 

DR MERTON: El misil tiene que salir mañana, a su hora. Que el mundo sepa que se va a romper en tres trozos, y que no dude de nuestra puntualidad.

DR STEIN: El concepto de guerra cambiará a partir de este momento. Falta decidir quién gobernará en cada uno de los trozos.

PRESIDENTE: ¿Cuántos quedarán para ser gobernados?

DOCTORES: El clásico puñaíllo.

PRESIDENTE: Procedan. Vámonos a dormir. Mañana será otro día, digo yo.

 

Los tres se retiran deseándose buenas noches.

Los operarios de la plataforma de lanzamiento atornillan el andamiaje. Se cae una tuerca. “No te muevas Joe (es nombre, no taco, va sin acento) que luego se pierde en la arena” No aparece. “Quita otra del mismo sitio, en el lado opuesto, y así no se notará”. La quita y se cae todo. Pesa tanto que tienen que vaciar la enorme bomba para poderla poner en pie.

Al día siguiente, tras la cuenta atrás, el lanzamiento hace que la bomba gigante caiga exactamente sobre el escritorio del presidente, quemándole los folios. El resto del mundo da la noticia, y hay guasa desde Japón hasta Pontevedra.

En la ONU, se acuerda volver a discutir los problemas, todo lo más, a bofetada limpia. Es más barato. Se acabó la carrera.

 

 

 

 

SU TURNO

En el corazón de la montaña Carpenski, Urales arriba, se tiene lista la bomba definitiva, la que todos los países querrían tener. Se le pasa un pañito para darle brillo. El físico Kokoplanoff, tras veinte años de trabajo, ha grabado ya el mensaje para todas las grandes potencias mundiales. Transcribimos:

Kokoplanoff:

Kapitialista puerka: Bombovna tieniemos para rompedoura total de vuestros pueblos y aparatos de miúsika rokiera kaspotsa.

Respuesta de la ONU:

Mire, sin rencor ninguno, pero le respondemos desde el planeta Morgueño, de la galaxia Marujita, donde residimos en alquiler desde hace doce años, justo diez días antes de que diera el petardazo el planeta Tierra, cuando ensayó la bomba absoluta el Tonto de Toronto, que parecía que iba en cuarto lugar según las encuestas, fíjese. En resumen, lo que queda ahí desde donde usted nos habla, viene a valer para doce o quince campos de  fútbol todo lo más.

Kokoplanoff:

Endemientrias comunikiatzión con viosotros, hago vitsualidad por vientana; retzsultado: los dotse campos de futbolav serrían pequenios, sutsios y sin graderríos ni vistuarrios. Equipa de trebajo, en fiuturros tiempa  de estudio, hará calkulattoria sobre donde  exiactamiente nos introdutciremos nuestra bomba. Cambio.

LA ONU: Y esta conferencia, ¿quién la paga?

Kokoplanoff:

No hay cura. Kapitialista puerka hasta la sepiultura.

sábado, 19 de enero de 2008

ENERO 2008

Ha llegado un año nuevo, redondito y gordinflón como nuestra mascota(Literato podríamos llamarlo), cargado de ilusiones y de proyectos, olvidando lo pasado e imaginando lo futuro, pero como dirían los niños del Club de los poetas muertos, Carpe Diem, viviendo el momento.
A nosotros nos unió la pasión por escribir y ahí seguimos animados y creyendo en nosotros mismos. Nada puede destruirnos. Nada puede detenernos. La palabra nos unió y la palabra nos mantiene unidos.
Nuestra razón de ser, la de este grupo de inventores de palabras, es solo esa: crear mil historias, poner nuestro corazón en rima, imaginar mil vidas y vivirlas todas sentados en ese rincón donde creamos y soñamos. No hay más que eso, un sueño de creación hecho realidad.
Y soñamos, sí, soñamos, con ser leidos, comentados, criticados, ensalzados. Por eso estamos aquí, dejando nuestro corazón entre palabras enlazadas por un solo latido: crear-crear-crear.
Aquí estamos y aquí seguiremos , entregando a todos cuantos queráis leernos lo mejor que poseemos: nuestras palabras engarzadas por un sueño.

viernes, 18 de enero de 2008

SUEÑO CUMPLIDO

-Aprieta, muchacha, que ya viene -le dijo la matrona a Beatriz-, ánimo que queda poco.


Beatriz, acompañada de Lucio, su marido, hacía toda la fuerza que podía. Contraía hasta el paroxismo sus músculos y notaba que su rostro se desencajaba. Pero incluso en esa situación de máxima tensión física fue capaz de rememorar su infancia.


Beatriz nació en Cádiz, un domingo a las cuatro y cuarto de la tarde, en la barca donde su padre, Juan Béjar, pescaba por la mañana y paseaba por las tardes con su mujer, Sarita.

El parto duró poco y, en cuanto la niña estuvo rodeada de unos cuantos besos y una manta blanca, se puso a mamar, se durmió y los tres continuaron su paseo por el mar, que ese día competía en calma con las piscinas.


En su instinto de pescador, Juan utilizó el cordón umbilical de la niña como cebo y se llevó para vender un bidón de caballas.

Perlada de sudor, Beatriz Béjar apretaba y sus piernas comenzaron a temblar. El grito del médico le devolvió a la realidad del presente y se concentró todo lo que pudo en el esfuerzo. Sin embargo, su cabeza no quería quedarse allí todavía y se fugó otra vez a veintidós años atrás.


De la venta del pescado obtenido durante los meses siguientes, Juan sacó mucho dinero y pudo construir el sueño de Sarita, una casita para los tres, y una barca más fuerte, su propio sueño.

Beatriz empezó a caminar con un año y a parlotear un mes después. Todas las tardes iba con su madre a esperar a Juan. Se sentaban después en la arena y contaban el pescado. Y desde el primer día en que la niña dijo “tuchos no, papá”, Juan dejó de pescar cuando sabía que era suficiente. Aún así, siempre se sentaban juntos a contar la pesca, separar las piezas por tamaños y limpiarlas.

Otro apretón de manos del médico en su brazo la llamó a recordar que estaba pariendo. Quedaba poco, muy poco para que naciera.

Al hacerse mayor, Beatriz tuvo la suerte de que viniera una maestra a su barrio y con ella aprendió a escribir, leer y hacer cuentas con números grandes. En vez de pasar más tiempo la niña en el colegio, la maestra, la señorita Marisa, comenzó a pasar las tardes con la familia de Beatriz contando, repasando y limpiando el pescado. Aprendía cada nombre, forma y color de los peces. Y allí se enamoró de Damián, otro pescador.

Fue la señorita la primera en soñar con el milagro. Una tarde dijo:

-Deberíamos ayudarles, darles vida igual que ellos a nosotros.

Ni Beatriz ni sus padres ni Damián entendieron lo que quería decir.

Pero su sueño se cumplió; no en el momento, pero se cumplió.

Beatriz agarró la mano de Lucio y, haciendo un esfuerzo supremo, sonrió al ver aparecer en los brazos de la matrona a la sirena más linda de la historia de la playa de la Caleta.

 Sólo tenían que cruzar la calle para llegar a la playa. Allí seguían las casitas de sus padres y de Marisa y Damián. Los recios brazos de Lucio llevaban a Beatriz y los de Beatriz a la niña, que había empezado a mamar.

Esperaron a que una ola se acostara en la orilla y se fuera con ella mar adentro; y que la espuma le sirviera de mantilla en su bautizo. No había anochecido todavía y el reflejo de la cola estalló como regalo para los seis que quedaban en la arena, callados y sin saber si reían o lloraban con lágrimas saladas.

La niña del mar nadó veloz, hacia el fondo, persiguiendo al Sol.

La niña del mar era el sueño cumplido.

MANIOBRAS

Abel Chacón, un policía de tráfico que prestaba sus servicios en Barcelona capital, fue atropellado en un pie por una hermosa mujer algo mayor que él, justo cuando se disponía a terminar su jornada laboral. Al tratarse de una mujer muy rica, ella le ofreció como compensación un piso, una casa, un coche rojo y entrar a formar parte del Consejo de Administración de la empresa Chocoland, de la que era máxima accionista. Después de multarla por subirse a la acera y comprobar que los zapatos y el resto de su uniforme no habían sufrido daños de consideración, aceptó los regalos y, siendo ya un hombre de posibles, pidió a la mujer que se casara con ella, que le dio el SÍ en plena calle. Inmediatamente, Abel entregó la notificación de la sanción a la mujer, le indicó que circulara y llamó a su madre antes que a nadie para agradecerle tantas y tantas maniobras suicidas frente al coche de la mujer, hasta haber conseguido que ésta se subiera al fin a la acera para esquivarla.

ACOGIDA

El hecho es que Joan, una vez llegó a la azotea, se lanzó desde la antena más alta, una parabólica. Y los hechos mandan.

El edificio tiene 60 pisos, los diez últimos de oficinas. Los bajos son locales comerciales. Había que pensar rápido.

Joan aceleraba.

Jordi Mora y Arcadio Barrufet, el panadero y el relojero, descolgaron el toldo del supermercado de un tirón.

Del bar de la esquina, La Creu Alta, salieron los paletas de la obra de la azotea, maldiciendo haber dejado la puerta abierta.

Joan llevaba una velocidad considerable al pasar por el piso 40. No había tiempo que perder.

Éramos, al final, veintitrés personas agarrando la lona de un tono morado oscuro con manos firmes.

El piso 32 vio pasar a Joan a velocidad de obús.

El momento crítico estaba por llegar y nos surgió la duda:

-¡Nooooooo!, -gritó Joan con fuerza y sin poder evitar tragar varios mosquitos al abrir la boca.

Doña Marisa Torredemer, rápida como ella sola, consiguió convencer al grupo de la conveniencia de un azul marino de acogida. En menos de tres segundos, una enorme colcha azul sustituía al toldo con la tensión de la piel de un tambor, gracias a la fuerza de cuarenta y seis  manos que tiraban de sus flecos.

A unos veinte metros de distancia, en la acera de enfrente, vimos caer a Joan sobre cientos de bolsas de basura acumuladas por culpa de la huelga de los servicios municipales de recogida de residuos.

Algo magullado, Joan se levantó, se quitó unas raspas de pescado del cabello y se fue a su casa.

No hubo reproches y cada uno volvió a lo suyo.

lunes, 14 de enero de 2008

UNA ETERNIDAD EN SALZBURGO


Mirando este río, ante el cual aparezco, imagino por un momento, como si de mi propia realidad
se tratase, una tarde cálida, sentado al incitante borde de una de sus dos orillas.

Las tardes de Salzburgo deben parecer fugaces, poco generosas para el viajero, que deseará vivirlas ampliamente, sin temor a la noche amenazadora, que promete volver a diario, puntual a su cita.

Qué desdicha aquélla que me colocó al otro lado, parando aquí mi tiempo, siendo todo mío este lugar hermoso sin tenerlo, dejándome acariciar al aire sin sentirlo y al violín, que como yo, descansa, en un silencio eterno.

(Wolfgang Amadeus Mozart.)

domingo, 13 de enero de 2008

El verso

Buceando entre las letras
supe encontrar un verso
que abriera un poco tu alma
para colarme un momento.
Surgió de ti ese poema
yo solo tejí tu lienzo,
desperté aquel arpa olvidada
prendí en la rendija un soneto.
Fundimos así dos almas
fundimos tambien dos cuerpos
en un abrazo infinito
que nos renovó por dentro.
¿Y dices que no hay poesía?
Mírate hoy al espejo.