viernes, 18 de enero de 2008

ACOGIDA

El hecho es que Joan, una vez llegó a la azotea, se lanzó desde la antena más alta, una parabólica. Y los hechos mandan.

El edificio tiene 60 pisos, los diez últimos de oficinas. Los bajos son locales comerciales. Había que pensar rápido.

Joan aceleraba.

Jordi Mora y Arcadio Barrufet, el panadero y el relojero, descolgaron el toldo del supermercado de un tirón.

Del bar de la esquina, La Creu Alta, salieron los paletas de la obra de la azotea, maldiciendo haber dejado la puerta abierta.

Joan llevaba una velocidad considerable al pasar por el piso 40. No había tiempo que perder.

Éramos, al final, veintitrés personas agarrando la lona de un tono morado oscuro con manos firmes.

El piso 32 vio pasar a Joan a velocidad de obús.

El momento crítico estaba por llegar y nos surgió la duda:

-¡Nooooooo!, -gritó Joan con fuerza y sin poder evitar tragar varios mosquitos al abrir la boca.

Doña Marisa Torredemer, rápida como ella sola, consiguió convencer al grupo de la conveniencia de un azul marino de acogida. En menos de tres segundos, una enorme colcha azul sustituía al toldo con la tensión de la piel de un tambor, gracias a la fuerza de cuarenta y seis  manos que tiraban de sus flecos.

A unos veinte metros de distancia, en la acera de enfrente, vimos caer a Joan sobre cientos de bolsas de basura acumuladas por culpa de la huelga de los servicios municipales de recogida de residuos.

Algo magullado, Joan se levantó, se quitó unas raspas de pescado del cabello y se fue a su casa.

No hubo reproches y cada uno volvió a lo suyo.

1 comentario:

Peneka dijo...

¡¡¡bieeeeeeeen!!!, aquí está de nuevo nuestro Gabriel, ya echaba yo en falta ese puntito y esa forma de escribir. Gracias, por este reencuentro tan """acogedor""". A ver si me pongo las pilas y termino de pulir el editorial,¡¡¡que ya es hora, puñetas!!!