lunes, 2 de diciembre de 2013

Bolsillos


Doménico Pretzel, dueño de la lavandería Kitapring, conseguía que los primeros días del otoño, cuando la ciudad de Svientoelad avisaba para pasear sus calles con el abrigo puesto, se celebraran con gran alborozo por parte de sus clientes al meter sus manos en los bolsillos. La gran mayoría de ellos, al coger su abrigo del armario después de limpiado y guardado al llegar la primavera, encontraba en su bolsillo una moneda de cincuenta céntimos de pelke que, por tradición, se gastaba el último día del invierno en una taza de chocolate que, de forma inevitable, manchaba las solapas de muchos de los abrigos, lo que hacía que volvieran a pasar por la lavandería del señor Pretzel. 
El gobierno de Svientoelad agradeció durante muchos años la iniciativa del señor Pretzel para mantener fijo el precio de la taza de chocolate.

LOS CRISTALES DE LA SUERTE





La televisión está encendida. El reloj de cuco de la pared marca las nueve con su din-don habitual. Marcelo y Rosalía están sentados en el sofá; él recorre la pantalla del portátil con su mirada mientras ella lee el libro de pastas azules que acaba de coger de la mesa auxiliar.
-Marcelo, ¿era hoy el día del sorteo? -pregunta ella mientras le mira por encima de sus gafas.
-¿Qué sorteo? -responde él mientras mira atentamente la pantalla del ordenador.
-¿Recuerdas el sorteo especial de la primitiva? Es hoy, jueves cinco.
- ¡Ah sí, creo que era para hoy!
-¿Cómo que crees? -responde ella mientras bruscamente se quita las gafas.
-Bueno que sí, que es hoy.
-No, tú has dicho que crees, ¿es que no estás seguro?
-Sí, estoy seguro -responde moviendo la cabeza.
-¿Dónde está el boleto? -insiste Rosalía mientras apoya sus brazos sobre la mesa.
-El boleto, ¿qué boleto? Te lo di a ti
-¿A mí?, a mí no me has dado nada.
-¡Cómo que no!, te lo di junto al ticket de la compra y recuerdo que te dije que lo guardaras tú.
Marcelo deja el ordenador junto a él y Rosalía  el libro  bocabajo sobre el tapete de la mesa. Ambos se miran. En la televisión, una presentadora joven y bonita comienza a recitar una serie de números: “diecinueve, seis, diecinueve, cincuenta y siete…”. El cuco marca las nueve y media.
-¡Marcelo, son nuestros números! -grita levantándose bruscamente. Las gafas caen al suelo rompiéndose en mil pedazos.
-¡Rosalía, los cristales!
Ambos miran al suelo; cientos de trocitos brillantes esperan ser recogidos. La joven y bonita presentadora sonríe antes de hablar nuevamente.
-Recordamos a nuestros espectadores que el premio del sorteo para el día de hoy es de CIEN MIL EUROS.
Rosalía y Marcelo vuelven a mirarse.
-Rosalía, ¿dónde está el boleto?
La mujer va hacia la puerta. Se gira llevándose las manos a la cara. Mira los cristales en el suelo. De nuevo vuelve hacia la puerta. Se detiene y mira a su marido que para entonces ya está junto a ella. El mando de la televisión, el cuenco de frutos secos y el gintonic acompañan a los cristales. Rosalía se tapa la boca con las manos. La  voz de la joven presentadora los envuelve. 
-Hay un único acertante. El boleto ha sido sellado esta mañana en el centro comercial “La Alegría”.
El rostro de la mujer palidece. Su marido la coge por los hombros.
-¡Rosalía, el boleto… los cristales…!