jueves, 21 de mayo de 2009

GRANDES BATALLAS DE LA HISTORIA (XII).

Batalla de Ostroburgo, a las afueras.

Conocida por los historiadores como "La Suavona”.

El barón Borjalaque, de la parte baja de Varsovia, se levantó chuleta un domingo y se preparó para batirse en duelo con su primo, el inútil conde Chendo de Ostroburgo, que le había quitado ya seis novias en bailes de fin de curso.

El barón se montó en su caballo de guerra tres veces por la izquierda y se cayó dos veces por la derecha y una por detrás, al escurrirse a causa del exceso de manteca blanca que ponía bajo la silla su escudero, Pandelorio.

Antes de subir por cuarta vez, el barón ayudó a Pandelorio a buscar las dos muelas que, saltarinas, se habían separado de su dueño para siempre ayudadas por el barón.

Desde su imponente altura, el barón vio venir a Chendo, aunque igual habría notado su llegada por los sonidos producidos al chocar los distintos trozos de la armadura entre sí. No hubo saludos, ni desafíos. Los dos bajaron su visera y galoparon contra el otro para cruzar las lanzas.

La encina de la que quedó colgado el conde Chendo no era muy alta, pero sí muy enramada. Y un modelito de casco de seiscientas plumas, en lugar del casco clásico que sólo lleva cien, fue lo que provocó el enganche. Al quedar como ropa tendida, Borjalaque pasó por debajo y, cosas del caballo, se paró en seco justo debajo, exactamente debajo, de Chendo. Estilo “bajo el Arco del Triunfo”, sin ir más lejos.

También  Borjalaque usaba el modelo multiplúmico de casco para los duelos. Y el hecho de quedarse justo, pero justo, debajo de Chendo, vino en ser una suerte de cosquillitas por la zona de los tongadongos y sus aledaños y la intercúlica que comenzó como un inesperado lance ante la falta de lanzas y acabó con el barón dueño de la situación, con sólo girar levemente la cabeza para provocar un repasillo suave pero enloquecedero en la parte intergüévica del tal Chendo, no protegida por armadura alguna según las normas.

Como es lógico, Chendo se rindió y, todavía con una sonrisa tonta (de las que acaban en jajaja jiajaja…aaaaaaaiiiii) después de ser bajado del árbol, firmó la derrota total.

Por la noche, Chendo pagó cincuenta rupias a un ladrón para que robara el casco del barón.