domingo, 22 de agosto de 2010

CONCIENCIA.

Elmer Romero se bañaba plácidamente en la bahía de Massara, una preciosa cala de aguas limpias y olas mansas. En menos de un segundo, mientras volvía andando a la orilla, se vio atado de pies y manos por una serie de círculos de un material parecido al plástico. Oyó ruido por encima de su cabeza y vio a dos enormes seres extraterrestres que bajaban en vertical por un halo de luz en forma de escalera. En voz alta, uno de ellos, de mayor tamaño, parecía reprochar al otro por algo incorrecto. El más pequeño, al final de la conversación, bajó junto a Elmer y, con facilidad, le liberó de sus anillos y lo lanzó de nuevo al agua.

Al emerger de nuevo, Elmer vio cómo ascendían hacia una nave de visión difusa pero cierta, y, antes de cerrar la escotilla, el de mayor tamaño le hacía una leve carantoña al menor, que tomó un recipiente del que comenzó a beber con una pajita. Instantes después, la nave salió disparada al infinito, dejando atrás un mínimo reguero de finísimo polvo cósmico.

Una vez en tierra y mucho más tranquilo, Elmer vio bajar a un grupo de excursionistas a la cala. Traían gritos, música y muchas bebidas. Se sentó un rato cerca de ellos y, en cuanto uno de los más jóvenes desató un paquete de seis refrescos de su soporte plástico en forma de círculos, se acercó, le apuntó a los ojos con un puñado de arena y le dijo:

-Esta playa es demasiado pequeña para los dos… -pues comenzó al más puro estilo Clint Eastwood, para terminar diciendo:

-Por favor, liberad todas las latas, romped los anillos de los soportes de sus cómodos packs y entregádmelos. Yo mismo me encargaré de que vayan al contenedor de plásticos y envases, aquí cerca, y así no lleguen al mar.

Mientras los jóvenes se aplicaban con sencillez a la tarea, de la mano derecha de Elmer caía un reguero de finísima arena.