domingo, 28 de junio de 2009

GRANDES BATALLAS DE LA HISTORIA (XV).

Batalla de las profundidades.

En Tritón’s, el legendario tugurio donde los titanes paraban después de dibujar los mares, se enfrentaron el domingo pasado Poseidón y Neptuno.

El dueño del bar, un pulpo viejo que ya había presenciado más de una tangana entre los dos dioses, vio entrar a Poseidón y lo dejó clarito:

-No quiero peleas en mi local.

-Dame una ensalada de pan de ayer. Estoy empapado, -dijo secamente el dios.

Con un golpe de su tridente, Neptuno entró en el antro y se fue hacia la barra, al otro extremo, mirando hacia el espejo del saloon.

-Vaya, parece que hay quien no sabe sobrellevar un poco de humedad. Dame esa toalla, –le dijo al barman, que no sabía con qué mano atenderle.

Antes de que Poseidón apurara su primer tazón de pan duro, Neptuno, en un abrir y cerrar de escamas, lanzó la toalla sin exprimir y, de un golpe seco, es un decir, desafió a Poseidón de la manera más terrible: Le salpicó de forma abyecta con la bayecta en todas las barbas.

Como un rayo, Poseidón cogió algo de algas y, sin aliñarlas, se las lanzó a Neptuno sobre su peinado con raya al lado, provocando la inmediata modificación de millones de estatuas en su honor de los grandes museos.

El tridente de Neptuno no es de adorno: De cada golpe salía algo fantástico, como aquel día que inventó el caballo para los hombres. Pero lo de ponerle el pelo como Harpo Marx no lo pudo soportar y sintonizó con el diente derecho una emisora de canciones japonesas del siglo XI hechas con guitarras para una sola cuerda y tres manos.

Poseidón no era capaz de levantarse. Pero guardaba un as en la branquia.

-Ola, -dijo con voz cavernosa, gutural, gótica, como de dentro de una lavadora.

-Es tarde para saludar; eso al principio, ¿sabesss?

-No me has entendido, es sin hache.

Y fue el momento fonologicoflástico de la sorpresa en la que una ola, sin saludar, levantó a Neptuno hasta tal altura que lo mareó en su totalidad. No era él dios de altos vuelos. Al día siguiente lo encontraron tirado en una fuente en Madrid. Y ahí sigue.