lunes, 29 de junio de 2009

DESCUBRIMIENTOS.

María del Germen Detér, catedrática solista de la Universidad de Panfleston, especialidad bacteriailógica, dedicó una buena parte de su vida al estudio de los virus idiotas. Su tesis doctoral abarcó (decía ella) aspectos teóricos que algún día serían apasionantes resultados, concretos y útiles para la gente zurda.

Su trabajo debía ser traducido a veinte idiomas, pero un error del encargado de la imprenta hizo que se tradujera veinte veces al bambaiya, un dialecto indostaní propio de los depresivos, renegados o melancólicos.

Al cumplir los treinta años, cayó en una profunda zanja que abrieron sus padres para cultivar tomates y verduras. Y allí, mientras buscaba una lentilla, encontró el motivo para su investigación: Los virus subterráneos. Superados los enfados por ambas partes, regaló una bata blanca a cada uno de sus progenitores y los nombró ayudantes a tiempo parcial, con una hora para comer.

A partir de entonces, una dedicación plena llevó a María del Germen a los logros siguientes:

1.- Descubrimiento de la bacteria “Chochipili”, en 1982, recién levantada, cuando se encontraba a tres metros de profundidad. Complementó éste con el aislamiento en probetas del terrible microbio neoyorquino “Tiki Smikis”, ese tan dañino que provoca mirar a los dos lados al mismo tiempo.

2.- Descubrimiento a más de cuatro metros bajo tierra del virus “Skoñauñas", ex aequo con el catedrático japonés de ferretería Itor Nillori Alikató. Se felicitaron mutuamente por teléfono hablando en gallego.

Los dos grandes trabajos fueron reconocidos por el mundo científico, y su fama crecía, pero llegó el día en que su tita Rosalberta, su madrina, cogió las batas de sus padres, sin mirar si tenían o no algo debajo, se las tiró a la zanja y le dijo:

–Mira niña, sólo descubres virus que llevas encima desde que naciste, giliflai. Deja de sacarte muestras de los zapatos. A ver si sales más y disfrutas la vida, que pareces tontona y te veo la cara más mustia que una fotocopia de goma.

Fue ésta la frase resumen, la enseñanza final de su gran publicación titulada “El ser humano, el único capaz de ser biodesagradable”, que consiguió sobresaliente cum laude antes de las diez de la mañana. Por la tarde se fue a una discoteca con unas amigotas del barrio y se lo pasó la mar de bien.