Son esas tan dulces comisuras
del arriba del labio y del abajo
las que me despedazan mi cordura
y huye mi miedo con tu desparpajo.
Son tus pequeños pliegues de mirada,
como las persianitas del verano
de las casitas chicas asombradas,
para que el sol entre despacio, de la mano
de la sombrita tarde y reposada.
Así tus ojos miran y me agradan.
Sigo por tus caricias sorprendentes,
que correspondo con escalofríos,
como el agüita limpia de los ríos,
que no avisa de saltos ni corrientes.
Aprieto al corazón por que enumere
y me cuente al oído…
pero no quiero listas, y él no quiere:
Te quiero por muchísimas más cosas.