Empieza por ti.
Ella buscaba a alguien que la quisiera, que supiera cuidarla,
que la sorprendiera con los pequeños detalles de los que está lleno el día a día,
que le regalara momentos de paz en frascos de aceites perfumados
y que conociera, sin temerlos, los puntos débiles de todo su organismo.
No se dio cuenta de lo cerca que siempre había estado de conseguir todo eso
hasta que vio su propia imagen en los espejos reflejada.
sábado, 28 de marzo de 2009
Microrelato
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PETICIONES DE MANO: ACUERDOS, REGALOS,… (I)
Familias Pujalte-López de Pereda.
Se queda a las cinco y cuarto, pero no se empieza hasta cerca de las cinco y veinte. Este incidente hará que se crucen disparos en la salita. “¡No hay boda, mmcagüen el Aconcagua!”, grita el patriarca López de Pereda, funcionario de aduanas, mientras suelta una granada. Los Pujalte, que saben bien que las manchas de mantequilla sobre el sofá salen con amoníaco, lanzan la tarrina destapada y juran que no volverán a pisar esta casa, la suya. Los novios ignoran qué harán con la media vajilla alquilada. Antes de irse con sus padres, el novio le arroja la mitad a la novia a la cabeza, es decir, una cuarta parte de la vajilla. Ella se defiende bien dándole en el plexo solar con la sopera. Aquí acaba todo, es comprensible. Los horarios hay que respetarlos.
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GRANDES BATALLAS DE LA HISTORIA (VIII).
Batalla del Sur de la Manchuria. 1935
Los japonésidos venían en cantidad igual a 2 elevado a 17 menos el logaritmo decimal de mil millones, lo cual da un número simpatiquísimo: 131.063 elementos.
Los chinos eran muchos más, pero al venir en fila india sólo se veía al primero y esa fue un gran factor psicológico a su favor, que no valió para nada porque en aquel tiempo se llevaba atacar de perfil, al estilo “cleopátrico”.
Se tiró la moneda y empezaron a pegar los japonésidos, con las dos manos llenas de salsa de soja. Esto irritó sobremanera a los mandos chinos, que dieron la orden de soltar arroz blanco y papas blandas cocidas sobre los enemigos, a los que consiguieron “empapal (absorber)” en dos horas. En lugar de retirarse a reposar el arroz, los japonésidos se fueron a por el segundo: Unos rollos imperiales muy filosóficos pero larguísimos y pesados de soltar. Antes de asentarse su contraofensiva, los chinos soltaron miles de rollitos de primavera con mensajes cortos y claros, fáciles de entregar, a los que sucumbieron los hijos del Sol naciente. Alguno intentó un ataque suicida a base de ensaladas de pescado crudo, pero eran más indigestos de lo que aparentaban.
A la postre, los japonésidos fueron flanqueados por los dos flancos, a base de flanes y más flanes mandarines. Eso los hizo incapaces de reaccionar y se largaron a echar la siesta.
Con la barriga hinchada y el cinturón con dos agujeros más, los representantes del emperador firmaron la rendición ante los chinos. Y un cheque en blanco, por los destrozos del local.
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