Se allanó
tu camino y el mío.
No rodaron lágrimas
por tus mejillas marchitas
ni mi corazón
se aceleró en la noche
por tu llamada.
Se allanó
tu camino y el mío.
Aprendimos a querernos
sin reproches, ni obligaciones
ni exigencias.
Se allanó
tu camino y el mío.
Y fuimos felices
mientras caía la noche.
Y de nuevo el sol,
con su sonora melodia de fuego
tiñó el cielo
y fue entonces
cuando mis ojos lloraron
de rabia y de miedo.