jueves, 8 de mayo de 2008

MAESTROS PINTORES (y II)

Diego José de Pocobrillo y Tarimas.

Alumno predilecto de Zumbarán, se dedicó a las miniaturas. Le dabas una lupa, medio papelito de fumar, y con esa labia que tenía, salías con la certeza de llevar en tu bolsillo –en marco de lujo, que pagaba el artista- Las Minimininas, una obra algo impúdica, donde –juraba el pintor- diecisiete chiquillos orinaban en el Guadalquivir al despertar la mañana. Sus obras están expuestas en un cuarto de folio que se exhibe en el Museo de Pesos y Medidas Infinitesimales de Groenlandia. Pocos españoles han visitado este museo, lo que demuestra escaso interés por la obra de un compatriota.

 

Herminio Guassonne.

La conciencia de lo plano de un cuadro se acabó con este hombre. Pintaba clásico hasta los 30, edad a la que conoció a Lady Pingurria Macoken. Con la inspiración de esta mujer, llevó a cabo la obra titulada “El color de un buen eructo”. Se murió con prisas.

Peter Hans Krugen.

Pintor correoso, duro y directo, de la escuela de Munich. Inventó el estilo tosco, ese que da como dentera cuando miras sus cuadros. Nadie estaba a gusto en su estudio, y eso se hace evidente por la cara de asco de sus modelos, siempre con cepillos de dientes en sus manos.

 

Carletto Magro di Lóbrego.

Hijoprimo de Rafaelotto di Parmensia, fue el paradigma del realismo. Anuló la venta de un cuadro en una exposición de 1.729. La razón: Ana Sofietta Porugarolli, modelo de su obra “El buzo” acudió tal como la había pintado el maestro, pero la muy carajota lo hizo con el vestido limpio, mientras que en el cuadro aparecían dos manchas de huevo frito. Carletto devolvió el dinero. Los teóricos compradores, como muestra de buena voluntad, rompieron la hoja de reclamaciones. Una hoja de acero afiladísima, lo que agradeció de buen grado el pintor.

 

Doña Basilia de Mosquera y Estotro.

Fue la alumna aventajada y adelantada del maestro Tabiquillo, porque llegaba a todas las fiestas unos diez minutos antes que él. Como pintora, introdujo ideas revolucionarias, algunas de las cuales figuran en manuales como “Limpie, limpie el pincel, no lo tire mientras haya pelillos” o “Con el trapo, no con la camisa”, que han llegado hasta nuestros días y siguen siendo la Biblia del pintor no muy guarro. Aportó ideas nuevas sobre el blanco encima del blanco y así hasta nueve o diez capas. Murió adorada por los esquimales.