viernes, 6 de febrero de 2009

¡Hola compis! 
Esto de la informática y de Internet es un puntazo. Aquí estoy yo, como el tío de los fragel rock, mandándoos una crónica desde Copenhagen.
La ciudad la he visto poquito, no por falta de ganas, más bien, por falta de luz. Aquí, a nuestro amigo Lorenzo (me refiero al sol, lógicamente) no le gusta recogerse tarde. Bueno, la sirenita sí que la he visto, alumbrada por un foco y con el mar de fondo. ¡¡¡ah, y un frío que te hacía un estiramiento cutáneo en un momento!!!
Bueno, ya mañana os seguiré contando de mi viaje por tierras vikingas.

Besito, besote y un palote.

Grandes Batallas de la Historia (V).

Batalla del desierto de Malariashisha.

 

En septiembre de 1944, el Alto Mando Aliado encargó al mariscal Pitito Pretritrantri ganar todas las batallas que quedaban pendientes hasta que terminara la II Guerra Mundial. Incluso las de globos de agua.

Como era un hombre que se calentaba en cuanto bebía dos litros de orujo, al recibir la carpeta de cinco folios con las instrucciones respondió al General Ife:

-No sólo las gano; es que si hace falta, las lucho primero. O parecido, mi general Motors.

Le dieron mal las señas de donde se tenía que ir con los tanques y, confiado, se los llevó vacíos: el lugar donde acabó fue el famoso desierto de Malariashisha, un sitio tan seco que cambia mucho la forma de pronunciar el concepto “concupiscencia reprotoprocesal” en cuanto llevas allí un par de horas cerrando sobres a lenguetazos.

Después de tres espejismos, uno de ellos realmente original en blanco y negro, se presentó por el horizonte un destacamento de alemanes.

Pitito dio la orden de destapar las cremas solares: Había que ver cómo esos inconscientes, jóvenes la mayoría, se habían quitado alegremente las camisas y cómo traían los hombros y la espalda. El primer pelotón de infantería, sin gorro, fue engullido bajo el lanzamiento de sombrillas abiertas de Pitito.

Después de ser untados con dos capas de factor 30 de Lancome, los pegajosos mandos alemanes eran incapaces de manejar los mandos y fueron fácilmente capturados por los secos aliados de la división de Pitito, que, desprendidos de los guantes desechables, arrestaron de inmediato a los germanos y, obedeciendo la convención de Ginebra, los pusieron a la sombra.

Al volver, Pitito se bebió él solo botella y media de agua fresquita sin gas antes de presentarse ante sus superiores para dar su informe, que fue marcado con un “Bien +”.