jueves, 21 de enero de 2010

TÚ Y MIS VERSOS.

Cauto por verte venir,

me escondí tras las palmeras

al no saber bendecir

el baile de tus caderas.

Ni me lancé a sonreírte,

ni le pedí que saliera

al corazón a rendirte

para que al mirar me vieras.

Tuve que verte parar

con otros que te decían

los versos que me pedían

para podértelos dar.

Y yo al verte me moría.

Eran canciones de amadas

que a los amados consumen;

versos de mis madrugadas,

después de noches bañadas

del sueño de tu perfume.

Pero una rima sutil

hizo que se removiera

algo que yo te dijera

en algún juego infantil.

Y tu risa dijo loca

-Basta, Cyrano sal fuera

y recita de tu boca

lo que escribes para mí.

-Tu risa de hada redime

mi fealdad de la tristeza

y da a mis versos nobleza.

Pero cómo saco, dime,

el rubor de mi cabeza.

-No quiero seguir perdida,

amigo mío y amado;

ni soy hada ni mi vida

es vida sin ti a mi lado.

Entonces, con el cariz

de los acontecimientos

y de tu mirada clara,

de las sombras al momento

apareció mi nariz

y a continuación mi cara.