domingo, 1 de marzo de 2009

RUTINAS.

 

El secuestrador parecía tener el control y la policía ya había hablado con la familia. Accedí a ser el intermediario y llevar la maleta con el dinero y sólo sabíamos que la chica, aún medio drogada, llevaría un impermeable amarillo para distinguirla en la estación central, a la hora punta.

La maleta debía ser colgada en el poste del teléfono público situado junto al mostrador central. Pero temíamos que cogieran el dinero y no soltaran a la chica.

A la hora señalada, el secuestrador entró por la puerta norte, empujó a la chica hacia dentro y segundos después entré yo: Todo el mundo llevaba un impermeable amarillo, regalados para las grandes lluvias de Barcelona. No tuve más opción que dejar la maleta y confiar en que la dejaría libre. No tenía alternativa.

Al salir, el coche estaba en la acera con las llaves puestas y el depósito lleno.

Ahí, en algo menos rebuscado, lo pillamos: Pintamos un par de líneas, pusimos un par de señales y el atracador británico no venció la tentación de conducir por la izquierda.