domingo, 25 de diciembre de 2011

Os regalo un atardecer en el parque natural de los Alcornocales. La foto no hace honor a la belleza del lugar, pero os garantizo que es de una hermosura y una calma difíciles de olvidar.

"LO BUENO ESTÁ POR VENIR"

sábado, 24 de diciembre de 2011

NAVIDADES

Navidades.

En plural. Las de cada uno con sus seres queridos o más cercanos. O en concreto, La que queremos compartir aunque sea única. Ese pequeño mini mes donde proponemos sentimientos solidarios.

Desear felicidad se ha ido decantando a tener salud y cosas buenas y bonitas. Así la hemos definido, pero nos gustaría –eso decimos- aderezar el bienestar con una pizca de gracia, de magia, de sensación cariñosa vaga pero entendida de modo que se invente un toque común imprescindible; de una comunión real. De una mirada y un abrazo.

Necesitamos compartir.

Por eso se crean tantos grupos, alguno de la nada –o porque nadie se acuerda de cómo fue- y otros de un proyecto de los que no avisan y piden muchas manos. Trabajar juntos nos une más de lo que nos creemos.

En nuestro grupo, Paraleernos, escribir tuvo y tiene que ver con una puesta en común de sensaciones que nos emocionaron. Teníamos cuentos para contar y nos sorprendimos compartiéndolos. Fue gracias a leernos en voz alta como mejoramos de modo inmediato los relatos y veíamos que pulirlos una vez atrapados del mundo donde vuelan era labor de paciencia: empezamos a ver el oficio.

Después, mes a mes, han empezado a cumplirse los años.

Y aquí estamos.

Con la necesidad de sentir que nos ocupa pescar palabras para ordenarlas en cuentos. Como el barro y el alfarero. Así nos esperamos y encontramos en este rincón.

Recordarnos en estas fechas, creyentes cristianos o no, es una tradición simpática. Y la agradezco: nos avisa de que hay que pensar en los demás. Rescatemos esto por encima de las compras, el consumo y el regalo obligatorio. Tiempo habrá para eso.

Lo primero, Beli, Isa, Inma, Irene, Paquita, Lorenzo, Loli: os mando un abrazo y os deseo lo mejor.

Al resto del planeta, asiduo lector de este blog, también.

Felicidades.

jueves, 22 de diciembre de 2011

UN DÍA CUALQUIERA.


Pongamos por caso el de hoy, sin ir más lejos.

Golpe de esos de calambre en el codo al apagar el despertador. Me duermo. Me despierta el segundo despertador. Golpe en el codo. Picardía gorda. Se despierta mi mujer que jura que ella no eligió el color de las cortinas del Congreso de los Diputados. Se duerme no antes de girar como una peonza y empellonarme contra la lamparita de mi mesa, que se hace pedacitos.

El de la radio, envalentonado, me dice que hace frío, que llueve y que el viento me va a llevar en volandas a trabajar, para que suba la productividad del país yo solo, sin ayuda de nadie.

Llego a la ducha, donde resbalo y no caigo, pero habría sido mejor hacerlo. Quedo en realidad en postura anaxagórica, es decir, piernas abiertas en lateral con pubis pegado a la peana del lavabo. Son apenas diez minutos lo que tardo en desdoblarme y recuperar una verticalidad digna. Resbalo de nuevo y caigo como Dios manda, o sea, mandíbula contra el frasco de gel con ph neutro –que amortigua el posible k.o. técnico- y culo sentado con gran superficie de contacto en la baldosa.

En cuanto el agua caliente cae sobre mí, me acuerdo y me quito la camiseta cutre del 92 que me pengo para dormir si no hay visitas. Controlo la aplicación del champú para los pies, así como la cantidad justa de pasta de dientes para el pelo y salgo hecho un chaval con la toalla del bidet en la cintura y la alfombrilla sobre los hombros.

Peino mis canas con soltura y mi mujer, al entrar sin preaviso por detrás en el cuarto de baño, configura en el espejo de enfrente una imagen de ministro de hacienda eficaz que logra que suelte el peine y éste quede clavado en una de las placas de escayola del techo. Justo de la que, al arrancar el peine, comienza a caer polvo gris, polvo blanco, agua gris y cadáveres de moscas verdes. Mi pelo pierde su brillo, el que le había provocado la pasta de dientes plena de bioclorosidenoldentina, un compuesto que va de maravilla para los implantes, testado en tiburones y presentadores de telediarios.

Me sacudo el pelo como puedo y mi mujer tose expulsando la mayoría de las cosas que se había tragado en un bostezo simultáneo a mi barrido del cabello.

Nos miramos y, en un nudo elegante, sin apretar mucho, como sólo ella saber hacerlo, se ajusta la corbata sobre su pijama de franela y se va disparada hacia la puerta de la calle, con mi maletín.

No trato de detenerla, pues mi cerebro –antes de las diez y sin cafelito- no articula expresiones reconocidas por la Real Academia.

Ella es lista y, en dos volteretas laterales, se echa de nuevo a dormir sin importarle las incidencias. Pero no jura haber dejado la puerta cerrada.

El reloj sigue su camino. El de la radio se cree que le estoy haciendo el menor caso a sus amenazas climatológicas, económicas y la madre que lo trajo.

Mi mujer vuelve a girar y se rebulle entre las sábanas. Yo trato de recobrar algo del ritmo habitual de mi vida y me voy al sitio donde pongo los calcetines y los zapatos. No entiendo cómo aparecen allí las zapatillas de felpa y unas medias de rejilla de mi talla.

Algo tendrá que ver el orujo, pensamos los dos al mismo tiempo.

-Sí, si no digo que no –expongo- pero eso fue hace muchas noches, ¿no, querida?

Y me da por fin un tembleque sísmico al sistema musculopulmonar que me advierte que son cuatro días los que llevo –llevamos- sin ir a trabajar.

El suave siseo de una carta de despido ¿improcedente? bajo la puerta parece llegar con la idea de esclarecer mi mente.

Ya la abriré mañana, seguro.

lunes, 19 de diciembre de 2011

EL OLIVAR DE JAEN.


En las tierras de Jaén,
desde Úbeda a Baeza
y de Bailén a Linares,
se extiende un tupido manto
de sus verdes olivares,
cuidados como macetas
con sus hojitas menudas.
En invierno es la cosecha
de sus ricas aceitunas.
Si por los campos jienenses
te aventuras a viajar
contempla bien el paisaje
y llegarás a pensar
que, en lugar de tronco y ramas,
delante tienes el mar.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Exposición en el Ateneo

Desde este nuestro blog, os invito a la inauguración de mi próxima exposición. Será en el Ateneo a las 19,30 horas. Ya véis porqué no escribo, pero intentaré corregirme para primeros de año. Me haría ilusión veros por allí.

lunes, 5 de diciembre de 2011

RECUERDOS DE VIAJES (4).

Viaje al Tah Majal.

Nicasio, mi cuñado favorito, tenía ganas de darle un caprichito a su querida esposa, mi hermana Carlota, después de la pelea que tuvieron en el Madison Square Garden a doce asaltos, que interrumpió el árbitro en el sexto porque había que poner la cena y bañar a los niños, que para eso son los dos muy serios.

Total, que nos propusimos ir a la India. Enseñé unas fotos en casa, comenté algo de arquitectura mogol –tanto construcción como materiales- y Nicasio se llevó la pulidora en una caja llena de papel de bolitas de las que explotan y entretienen.

Al rebufo de la iniciativa, nos juntamos los dos matrimonios y la suegra no común, la madre de Nica, doña Dolores, Dolola para los amigos, que se contuvo y trajo consigo sólo diecisiete maletas, zapatos aparte.

-Con dos cojones, -dijo la que facturaba a doña Dolola al ver como ella misma se cargaba a la espalda el maleterío sin pedir ayuda ni aceptarla.

Pasar por la aduana al llegar necesitó de un servicio de abrillantado de la terminal seis del aeropuerto de Nueva Dheli, con un precio estupendo, porque mi cuñado tiene una mano enorme. Me explico: fue la mejor forma de demostrar que no íbamos a derrocar al gobierno. Además, el ciudadano medio indostaní se escoña de la risa cuando patinan los que corren a punto de perder el vuelo. Alguno había que se distraía mirando el reflejo de los muslos turgentes gracias al acristalado. Además, aplicamos un IVA reducido. Un éxito inicial.

Pero abrillantar el palacio era otro cantar.

Los guardias pedían sesenta millones de rupias nuevas –sin mordiscos- para entrar, otros doscientos millones por alargaderas para el enchufe y la mitad más para estar atentos y que nadie pisara el cable ni se lo comieran las ratas. Negociando, nos dejaron pasar por cien rupias recién pulidas con limpiametales.

Llegamos sin preguntar a la sala de guardar cosas, que confundimos con la habitación donde vivió la que le dio el nombre al edificio, doña Mumtaz Mahal. Nos dedicamos a mirar al techo y a buscar influencias arquitectónicas francesas. La mujer de Nica, un lince en el periódico buscando “las siete diferencias” entre dos viñetas, localizó un croissant mordido aunque fresco del día y nos dio breves explicaciones que nos convencieron por completo.

Después, sin intención, los cinco metimos los pies en unas macetas grandes, llenas de agua santa por lo que recibimos cada uno seis zapatazos donados en nuestra espalda por la gentil doña Savahara Blabracantranstra, una de las cuidadoras del jardín al que dimos en busca de una solería grande donde lucirnos.

Y así, huyendo de los babuchazos, llegamos la mar de rápidos al mausoleo, quién lo iba a decir, con la pulidora a hombros por turnos. Aquello, en un extremo del conjunto blanco, era lo que veníamos buscando.

Al principio querían dispararnos y quizá entonces hacernos tragar las piezas más grandes de la pulidora para deportarnos después a Móstoles. Pero la vida da muchas vueltas y una nube marrón se cernió por la misma cara sobre el maravilloso centro del turismo, la visita obligada a la India. La nube tenía poca agua y mucha, muchísima porquería de origen contaminativo. Una de esas nubes que tenemos en España para llover después de lavar el coche.

La cúpula se puso hecha un asco. Y las lluvias monzónicas limpias, de aguas cristalinas, iban a tardar más que doña Dolola en poder volver a cerrar sus maletas después de las compritas de souvenirs.

Total, que Nicasio sacó la libretita de facturas y en un pispas llegó a un acuerdo y –con tarifa de amigo y subiendo como un gamo- le dio tal pulidito a la cúpula y lo que es la fachada principal –la de las postales- que hubo que regalar gafas de sol durante un tiempo a los turistas de iris delicado.

Volvimos a casa como héroes.