lunes, 15 de diciembre de 2008

VEGETAR.

Marcial Parra no tenía escrúpulos. Necesitaba dinero y no lo dudó: Llamó a casa de su joven y atractiva tía Paca y, sin que la puerta del apartamento de cincuenta metros cuadrados llegara a abrirse del todo, la agredió hasta aburrirla con varias zanahorias congeladas. Ella, a medio camino entre  desmayarse e intentar cerrar la puerta, le dijo:

-Basta, iré por el monedero y volveré con él. No te muevas de aquí, que hay corriente y te puedes pillar un dedo con la puerta.

En su carrera hacia la calle, con gran ruido de monedas en sus bolsillos, Marcial Parra no se habría detenido de no ser por el enorme calabacín pelado a medias que le lanzó por detrás su joven y atractiva tía Paca, antes de dejarse caer por los golpes de zanahoria, recibiendo el impacto en pleno colodrillo.

Debido al escándalo, varios vecinos de la planta baja, alertados, abrieron sus puertas y prepararon armas defensivas y municiones dentro de sus posibilidades. Si bien hubo quien lanzó al ladrón y atracador Marcial Parra varios matojos de perejil, como el débil señor Rafael González de Alce, no faltó una mujer valiente como la señorita Casilda Palomares, quien se enfrentó a berenjenazo limpio con el delincuente familiar, hasta conseguir cegarlo temporalmente con un aspersor de vinagre para ensaladas.

De hecho, Marcial Parra fue reducido por la totalidad de vecinos, quedando a su cuidado los del entresuelo, que le vigilaban con cebollas pochas que mantenían todo su poder nutritivo y le hacían llorar, para quizá hacerle ir pensando en arrepentirse.

Llegó la policía, armado de recios pepinos y tomates macizos y se hizo cargo del berenjenal.

Antes de salir esposado con espesos ramos de cebolleta en las muñecas, Marcial Parra pidió que le vaciaran los bolsillos y que entregaran su contenido a la agredida, su joven y atractiva tía Paca, junto a un ramo de apio fresco.

A los agentes de policía se les quebró la voz ante el gesto y, tras realizar la devolución allí mismo, en el portal, junto a la habitación de la limpieza prepararon una infusión de hinojo, hierbabuena y manzanilla con una cucharadita de miel de rosas que bebieron todos antes de montar en el furgón policial, recién decorado con flores cortadas esa misma mañana.

INVITACIÓN

Asgard, reino de los cielos vikingos

Y

La Nada, Sin Más,


Participan del próximo enlace de sus hijos predilectos

Odín, dios In-mor-tal de la guerra,

de la sabiduría y (ahí queríamos llegar) la Muerte

y la susodicha Parka, la indomable,

que va de blanco (a saber),

 

Y tienen el gusto de invitarles a la ceremonia

a celebrar en los terrenos previstos para el cementerio

de Somosaguas, el cual, echando un mínimo

de dos eternidades de duración al matrimonio,

damos por seguro quedará (o que dará, yo qué sé)

como solar para 5.000 viviendas VPO de

1, 2 y 4 dormitorios, con magníficas calidades

y condiciones de financiación.

 

El almuerzo posterior tendrá lugar

en el piso piloto de la primera promoción

cuya entrega de llaves está prevista.

(se ruega no hacer la pregunta)

Actuarán para amenizar la fiesta, Hades y sus mariachis y

el grupo de divorciados del jazz “Por vikingo me distingo”.

Aquellos que, en medio del sí (o no) quiero de los novios, estén apuntados para palmarla, que recojan y rellenen cuidadosamente unos impresos que deben presentar a la novia antes de su viaje de bodas, con el que obtendrán una generosa prórroga. En un día como éste, ¿qué novia no te haría el favor de tu vida?

 Somosaguas, a ____ de __________ de _____ 

De Polisemias.

Po zí, que mi papá, camino a zu tajo diario, ze dio un tajo en un deo ¿no? y ze lo tajo pa caza pa que mi mamá ze lo coziera ¿no? y Mi mamá staba en el Tajo de Ronda, padonde zabía ido por un atajo, con un hatajo de borrachah, que zon azín zuh primah, unas borrachaza ¿no?, azín que ze tajó tamién y a mí me dieron una zurra por zuhpendé jografía, porque no me zabía un río una jartajondo que paza por  Cácereh ¿tu lo puede zabé, o tamién tajorvidao?

Inspiración de ida y vuelta

Hoy besé a la musa,
la quise asir a mi cuerpo
pero se me escapó sibilina de entre mis dedos
etérea, evanescente y vaporizada.
Anoche le hice el amor a la musa,
la quise hacer simiente de mi alma
pero floreció y se marchitó
con la premura de una flor de desierto.
Esta mañana grité tu nombre
- ¡Musa! -
y de las oquedades de mi corazón
no sobrevino respuesta
quedándome sola, árida e incompleta.

MODA. DISEÑOS PIONEROS.

El sombrero de ala estrecha.

Fue presentado en el famoso desfile de Pittsburg, el 12 de agosto de 1.902: Un día de nublado tan espeso que, de haber llevado el clásico sombrero de ala ancha, nadie habría visto nada. Ganó el primer premio y un racimo de uvas. Pero su diseñador, al salir a saludar, llevaba la bragueta abierta, hubo grititos y dejó la profesión.

 La pamela anti moho.

En las últimas cuatro ediciones del gran derby de Ascott, se recogieron cuatrocientos diez kilos de pamelas deterioradas por la humedad. Indignada, la Reina Madre sacó a concurso la solución. Ganó el premio la prestigiosa diseñadora Lacomba Bringcandoó. Sus pamelas de goma arábiga habían resistido todos los actos públicos celebrados en los pantanos de Haití. La Reina se dio por satisfecha sólo a medias y ordenó que las mujeres, además, se secaran el pelo. Esto sucedió allá por el 1.932.

 El pantalón giratorio.

¿Quién no se ha fastidiado alguna vez la mano llevando diecisiete bolsas de la compra y, al querer abrir la puerta, no poder coger la llave de la casa por estar en el bolsillo izquierdo del pantalón? ¿eh? A ver, ¿quién no? Pues Heliodoro Puidokas, en menos de una semana, resolvió el enigma: Su pantalón permitía que alguien, con un sencillo giro de media vuelta, nos permitiera acceso a las llaves. Y no nos tenía que meter mano.

 Abrigo comercial.

Los catálogos de productos de la compañía Papporil & Segis, segunda marca de cosméticos de Mónaco, eran difíciles de llevar por sus agentes comerciales, pues el especial satinado de su papel hacía que “se les cayeran al suelo” al manejarlos. El joven creador de moda Phillip Gasserol, sorprendiendo a todos, solucionó el problema con abrigos llenos de bolsillitos por dentro, para los frascos y barras de labios. Y por fuera no se notaba casi nada, ni te hacía más gordo, oye, de lo bien cosidos que estaban.

 Azafatas cómodas.

En el vuelo 102 Madrid-Burgos del 7/12/1994 surgió algo hasta entonces impensable. Reproducimos el texto original para conservar la frescura y fidelidad de los hechos:

PURI TERE (azafata): Esta falda, esta blusa, este gorro, estos zapatos… ¡Oig qué incomodidad más grande, sobre todo al servir langosta en “salse blue di mignon”!

LOLO POLENSKI (pasajero): Señorita azafata jefa y única del avión, tenga usted SU maleta, y póngase usted SU uniforme, devolviendo, por favor, el de mis niñas majorettes infantiles, que desfilan esta tarde para la Casa Real.

Tomás Tagarna, diseñador andorrano, viajaba en el mismo vuelo. Lo visto allí le llevó a aconsejar a todas las mujeres “y siempre que fuera posible” ponerse SU propia ropa. Con esta idea, ganó cuatro medallas seguidas en grandes certámenes de alta costura. 

Una de jamón

Fue mi santo. Me regalaron un cuchillo jamonero ¡Qué ilusión! y ¡Qué peligro! todo al mismo tiempo. Es como una relación prohibida que apasiona y angustia al unísono.
La paletilla ya estaba empezada y su cuchillo antecesor le había hecho un flaco favor, así que dispuesta a estrenarlo lo saco de su funda y pareciendo que cobraba vida por un momento se me va de una mano a otra y acaba cayendo entre mis pies. ¡Qué susto, por favor! Mi pobre perro que siempre me observa de cerca cuando trabajo en la encimera, por si acaso, huyó despavorido pensando en un atentado por mi parte. Lo recojo. Menos mal que la punta sigue bien. Nuevo intento. Loncha fina. La siguiente espectacular. La tercera… nuevamente con su vida propia y su propia iniciativa tropieza con el hueso, luego con la tabla y de un rebote se clava contundentemente en le mueble que colgaba delante de mí. Mi marido me contempla pasmado. Decido que cenaremos queso.