domingo, 31 de enero de 2010

DESENCUENTRO

Te miro desde el ventanal y veo en tu gesto ausente que el pensamiento que te invade tiene que ver con el mío.

Cuando las sensaciones agradables nos llegan del otro; cuando sabes que aunque no pueda ser, está siendo; cuando adviertes en los ojos de quien te mira ese objetivo que es la caricia, el abrazo que te hacen sentir especial y te incitan al encuentro, a romper la barrera y llegar al otro, a acariciarle más allá de la caricia que inicia una mirada, entonces la vuelta atrás ya no es posible.

Por eso ahora me queda mirarte de otro modo, desde el otro lado, desde la culpa por haber, de alguna manera, propiciado un acercamiento que se inició desde mis ojos sin control, que acompañaron a los tuyos en el deseo de mirarnos más allá de lo que hubiéramos debido, agrandando la intención de tener lo que no nos pertenecía; lo que anhelamos sin poder anhelarlo.

Desde el ventanal te miro en la distancia que inmediatamente después nos hemos impuesto. Las sombras de la arboleda enjugan tu pesar, y tu mirada ausente parece que abre un paréntesis entre lo que nos sucedió anoche, mientras todos dormían, y lo que debe ser a partir de ahora.

¿Cómo volver a ser lo que hemos sido hasta hoy, si eso que fuimos desapareció con la primera caricia de ayer? ¿Cómo recuperar lo que en un instante se desvaneció por la pretensión de ser más de lo que ya éramos, como si lo que éramos no fuese suficiente y hubiera que completarlo con una intimidad distinta a la que compartíamos? ¿A quién contarle que gozábamos de un mundo de posibilidades, de confianza, de complicidad que se nos ha desmoronado por un abrazo, por un acercamiento de nuestros labios que nos ha colocado en una zona pantanosa, donde cualquier intención de movimiento sólo hará que nos hundamos más en el fango?

Atravieso el ventanal y cruzo el jardín, dirigiéndome hacia el banco donde te encuentras, y me sorprendo adivinando en tus ojos, nuevamente, la caricia, el pesar, el deseo, la contradicción, y me pregunto qué hacer con todo eso.

¿Cómo resignarnos a perderlo todo por haber perdido un juego? ¿Cómo restablecer el orden de las cosas que desordenó la codicia del impulso de un momento? ¿Cómo volver al interior y abandonar el jardín, para enfrentarnos a nuestra vida sin ya nunca ser los mismos?

EditorialFebrero 2010

Se trata de buscar.

Se buscan historias, pequeñas, escondidas, arrumbadas en armaritos, recogidas en esquinitas de cajones. Suelen juntarse con pañolitos que de la caja de regalo pasaron a suavizar tablas de ropa, a proteger calcetines o a intimar con las braguitas más tímidas, por lo poco que ocultan.

Se buscan miradas, a ese sofá que tuvo en su día brincando a niños que hoy nos ayudan a levantarnos de él, añadiendo eslabones a la cadena del cariño.

Se buscan guiños que a su vez se solapan con otros guiños que les combaten, unos de amigos, otros de cómplices, muchos de amantes. Y quizá todos los guiños hechos y contestados en la misma fiesta. El mismo baile. A saber.

Hay que jugar con las palabras, ellas no se cansan.

Ingrato y olvidadizo de mí pido perdón por no haber apuntado su nombre. Os digo lo mismo que dijo alguien sobre escribir:

Pero hay una minoría que se distingue por usar el lenguaje de forma diferente, sorpresiva, inédita: los escritores. Los escritores llevan el lenguaje a sus extremos, lo fuerzan para hacerle transmitir contenidos que antes no había podido decir, lo moldean para adaptarlo a nuevas ideas. Claro que los escritores tienen, además, otras especialidades: deben plantear historias con cierto encanto, cierto ritmo, cierta profundidad. Pero su especialidad es el manejo hábil, y muchas veces audaz, del lenguaje.

Nos invito a seguir soñando. Y nos invito a un volcán de ideas para llevar el sueño a la práctica: Trátase de volcar dicho volcán de vocales y consonantes en una o dos semanas. Nos invito a todos, sin excepción. Que a partir de este editorial se plasmen ideas, numeradas del uno al infinito, con la siguiente finalidad: Cada uno coge el número que le viene bien, no importa si compartido, y devuelve un relato de menos de veinte renglones al blog. Sin más,

Buen febrero.

domingo, 24 de enero de 2010







Has llegado hasta mí por casualidad. Me has recorrido entre nubes y soplos de aire fresco. No imaginabas lo que te ofrecería, lo que aún tengo para ofrecerte. Abriste tus ojos ante mí; te dejaste envolver por el señorío de mis fachadas, por la serenidad de mis plazas, por la calma de una mañana de domingo.
Sé que vas a volver, que me recorrerás con tranquilidad, acercándote hasta mis silenciosas iglesias, hasta mi alcázar altivo y poderoso.
Aquí estaré esperándote, sin prisas pero ansiosa por envolverte entre mis rincones y mis calles, con mis bares y sus viandas.
Aquí estaré. Aquí. No te olvides. Soy Jerez de la Frontera.



jueves, 21 de enero de 2010

TÚ Y MIS VERSOS.

Cauto por verte venir,

me escondí tras las palmeras

al no saber bendecir

el baile de tus caderas.

Ni me lancé a sonreírte,

ni le pedí que saliera

al corazón a rendirte

para que al mirar me vieras.

Tuve que verte parar

con otros que te decían

los versos que me pedían

para podértelos dar.

Y yo al verte me moría.

Eran canciones de amadas

que a los amados consumen;

versos de mis madrugadas,

después de noches bañadas

del sueño de tu perfume.

Pero una rima sutil

hizo que se removiera

algo que yo te dijera

en algún juego infantil.

Y tu risa dijo loca

-Basta, Cyrano sal fuera

y recita de tu boca

lo que escribes para mí.

-Tu risa de hada redime

mi fealdad de la tristeza

y da a mis versos nobleza.

Pero cómo saco, dime,

el rubor de mi cabeza.

-No quiero seguir perdida,

amigo mío y amado;

ni soy hada ni mi vida

es vida sin ti a mi lado.

Entonces, con el cariz

de los acontecimientos

y de tu mirada clara,

de las sombras al momento

apareció mi nariz

y a continuación mi cara.

miércoles, 20 de enero de 2010

NOÉ Y MOISÉS

Hoy el día ha amanecido con una luz cargada de esperanza. En Haití, ese país caribeño que hace una semana sucumbió al empuje de una tierra enfurecida, se han encontrado con vida dos hermanos que llevaban ocho días bajo los escombros de la que un día fue su casa. Según uno de sus salvadores, un policia mejicano de nombre Noé Zuñiga, el niño llamado Moisés se mantuvo con vida gracias al calor y las palabras de su hermana.

Desde un primer momento me llamaron la atención los nombres,ambos correspondían a personajes biblícos, uno fue el "salvador" de las especies, y el otro, fue "el salvado"de las aguas. Y he aquí de nuevo la historia...

Sin embargo, la alegría ha durado poco, porque la tierra ha vuelto a enfurecerse y a los ya destrozados haitianos les ha ofrecido la peor de sus caras. Esperemos que esta tierra nuestra se calme y les deje empezar de nuevo, con ilusión y esperanza.

martes, 19 de enero de 2010

POR TI.

Vuelve aquí,

por favor,

donde vale la pena morir.

Por un sueño,

de esos que te permiten vivir.

Sal de ahí,

de ese cielo aburrido y grotesco

que te impide que apuestes por mí.

Esa gloria tan triste y sin fin,

donde no quepo ni quiero ir;

pero si hiciera falta mentir

por traerte de nuevo hasta aquí,

renegando del diablo,

mira bien lo que hablo,

volvería a rezar para ti.






ENSOÑACIÓN
¡Hola amigos de Paraleernos!. Ya sabéis de mi afición a la fotografía y de cuanto me alegra compartir con vosotros todo lo mío. Pues bien, hace un mes me presenté a un concurso fotográfico. No, no os preocupéis, no lo gané. Pero, cual ha sido mi alegría hoy, al abrir el buzón de correos y encontrarme que han utilizado mi foto como portada. ¡¡¡Qué subidón de adrenalina!!!. Bueno, pues por eso estoy aquí, para compartir con vosotros mi alegría y la foto que bajo el titulo "Ensoñación" ha tendio dicho honor. Va por todos ustedes, pero sobretodo, para Loli.
Seguiremos soñando, creando e intentando ofrecer momentos bellos a nuestra vida.

viernes, 15 de enero de 2010

UN VIAJE AL PARAISO INTERIOR








En alguna ocasión, ya os he hablado de esta ciudad a la que ahora os invito a ir. Es Jaén, una pequeña y acogedora ciudad, donde sus gentes hacen al viajero sentirse como en casa. Sus calles del casco viejo están repletas de bares, con encanto y con una tapa añadida a la cervecita. No sólo, degustaremos buenas viandas, sino que también podremos disfrutar de sus iglesias, de sus patios, de sus calles empinadas... y de esa catedral que es una verdadera joya.
Si tenéis unos días, no dejéis de visitarla. Id al Pósito a desayunar, al Pilar del Arrabalejo a tomar unas cervecillas y disfrutar de una exquisita cocina... Id y ya me contaréis.
Ahí os dejo algunos lugares de Jaen: la catedral al atardecer desde los jardines del seminario, el patio del antiguo Hospital de San Juan de Dios y unas vistas de la ciudad desde la cima del castillo de Santa Catalina.
Buen viaje y buen disfrute

jueves, 14 de enero de 2010

DINASTÍAS.

El príncipe Az Hulón, de Aresistania, quería a la princesa Rosa Isaura para compartir su reino, y ella lo mismo, pero en su reino natal, Pensilboina.

El muchacho organizó un fiestón con baile y bocadillos y se sentó a esperar en el trono de sus padres, que querían que causase la mejor impresión a la princesa.

La muchacha hizo lo propio en los jardines del palacio Real, entre miles de globos de colores y jóvenes damiselas que soñaban con verla cogida de la mano del príncipe.

Treinta años más tarde, se celebraron las bodas de plata de las constituciones de las repúblicas de Aresistania y Pensilboina. Entre las credenciales intercambiadas por el cuerpo diplomático, se encontraron dos preciosas y ajadas invitaciones a las antiguas residencias reales escritas a mano.

miércoles, 13 de enero de 2010



Hoy ha amanecido lluvioso. Desde esta robusta atalaya, contemplo el ir y venir de esas gentes que añoran el sol, el bullicio...
Desde siempre, contemplo esta ciudad a la que pertenezco. Ahora dicen que languidezco, que me estoy muriendo lentamente. Sin embargo, yo me siento más viva que nunca, rodeada siempre de gentes, de arte, de vida...
Dicen que me muero, pero yo sigo mirando a esta ciudad con ilusión, con esperanza, con deseo. Soy de Sevilla y Sevilla es mía; sin ella, yo no sería nada y ella sin mí, sería una ciudad más, sin ayer y sin mañana.
Ha amanecido lluvioso. Las gentes transitan bajo un fino aguacero. Y todos elevan su mirada hacia mí. Soy robusta, pétrea. Dicen que me muero, pero la vida sigue viviendo en mi.

martes, 12 de enero de 2010

VUELOS.

-Ding, dong, última llamada para los pasajeros a Bruselas, puerta diez. De las tres que están abiertas, la puerta diez.

Quien graznaba por el altavoz era mi tía Ufrasia, que sacó el número dos en las oposiciones de 1.949, un año antes de que construyeran el aeropuerto.

Delante de la puerta nueve tropecé con un notario de Salamanca y se me abrió la maleta; y me quise morir en directo. A mí, que si me tuercen un folio araño con tenedores la parte de dentro de los párpados. Como pude, dicté al notario el orden de la ropa blanca y seguí mi camino.

-Ding y dong, repito, ding y dong. Última llamada de verdad a los pasajeros a Bruselas. Puerta diez. Que no digan después que no hemos avisado.

Recogidos mis pañuelos y vueltos a doblar, me fui hacia la diez, que me quedaba enfrente. Y un señor que pilotaba un carrito de golf, empujado por otro en otro carrito igual pero con gasolina, se me puso delante. Como mejor pude, pasé por encima de ambos, tirando primero la maleta bien cerrada, luego el maletín y finalmente mi persona, dejando como único efecto colateral el haber pisado los reverendos del que iba primero. Ninguno de los dos iba a volar, pero dijeron que les gustaba ver salir los aviones y allí estaban, siempre por medio, por si podían ayudar en algo.

Antes de dirigirme al tubo claustrofóbico que lleva al embarque definitivo, me cachearon de nuevo y yo, qué le voy a hacer, me pongo la mar de débil si me meten las manos por dentro de la camiseta. El guardia decía que era para buscar objetos peligrosos y encontró mi medalla de la Virgen de la Caspa tallada en carey. Pero con la risa nerviosa se me cayeron los lápices.

-Ding y ya no digo ni dong. Que cerramos la puerta del avión y aquí ya no entra ni la madre del piloto. Ahí sus quedáis.

Ordené como pude por colores mi caja de ciento veinticinco lápices y, cuando la azafata cerraba la puerta, en un salto de pantera me metí en el avión hasta caer en mi asiento, todavía con la cosa de la cosquilla revoloteándome por dentro. Al ratito, la azafata se pudo quitar de debajo y volvió a sus quehaceres.

-¡Uyyychss, chiquillo pordió!, -gritó entre dientes mi tía Ufrasia, que me controlaba por pantalla-. No sé cómo no tas partío un muslo, -dijo para todo el aeropuerto, pero dirigiéndose a mí.

Sentado y con el cinturón desabrochado del cuello, me dediqué a revisar los encargos: servilletas, sellos de goma y pantalones de chandall que llevaba para los belgas. Y, al secarme el sudor con el pañuelo número veinticuatro, se me heló la sangre: Había perdido mi peluquín en la terminal. Vi cerrarse la puerta y me encogí como un globo pinchado.

Al encarar el avión su pista según le indicaba Ufrasia al comandante, desde el suelo los tipos de los carritos levantaban mi bisoñé rubio platino como lo harían los pieles rojas. Los dos acompañaban el enarbolado del postizo con un par de cortes de mangas. Hice como que giraba un volante hacia donde se encontraban y ambos salieron corriendo a meterse en un camión de equipajes para salir pitando de la pista. Aquello me animó bastante y, ni corto ni perezoso, di la orden de despegar, como hago siempre que vuelo. Después, mi tía Ufrasia lo transmite a los pilotos.

sábado, 9 de enero de 2010

Aromas

Los olores me rodeaban y se me antojaban exóticos platos con extraños pero sabrosos aromas. Tomé un delicioso té de melocolón. ¿Sería eso "la pasión turca"? no sé yo...

viernes, 8 de enero de 2010

Editorial Enero 2010

No quiero levantarme del asiento sin escribir. No, no pasará ni un día más sin hacerlo. Voy a echarle moral, y aunque no lo merezco, me lanzo con la editorial.
Sé que estáis ahí. Tooodas y tooodos. Compartamos una pequeña reflexión semanal. Una chispa de nuestras vidas, para que unidos por la palabra, de nuevo caminemos juntos y encontremos fuerzas para superar los obstáculos diarios.
Colgad vuestros cuentos, fotos, relatos, canciones, poemas… pero no dejéis de “colgar”. Os animo a repescar la ilusión con que hemos superado otros momentos de carencia.
Porque la inquietud literaria nos une, y no debemos dejar que se apague. Un besazo enorme para todos y todas. El café sigue pendiente.

miércoles, 6 de enero de 2010

VICEVERSA.

Mis pinceles exigen del lienzo la tersura de la piel de un tambor para avanzar sobre él; así se deslizan o se quedan clavados en el punto donde paro a descansar.

No concebía esas ondulaciones de mi último cuadro, un lienzo de varios metros de largo por más aún de alto: Mientras yo hundía mi espátula en el ángulo superior izquierdo, veía promontorios en el centro, que se desplazaban hacia abajo, bien en línea recta, bien con la cadencia de una pluma.

Muerto de miedo, bajé de mi escalera y moví hacia mí el enorme bastidor. Y, en efecto, allí estaba ella, pintando un cuadro parecido al mío pero menos tenso, por la parte de atrás.

No nos dijimos nada. No supimos por qué había un lienzo en lugar de pared para dividir en dos el enorme estudio. Nos dimos los buenos días y seguimos pintando. En el museo, bastará un sitio giratorio para cuando expongamos la obra terminada.

sábado, 2 de enero de 2010

UN DÍA LIBRE.

¿A que me aburro? De chico, al menos mi madre podía responderme “échate en agua”. Nada de quedarme viendo la tele (estropeada desde el lunes). A la calle, a vivir.

Me voy al supermercado. Entro ilusionado por una puerta sin colas, sin hacer ver a los demás lo tontos que son al pasar apelotonados por otra puerta. Hasta el final no veo que desemboco en el muelle de cargas para mercancías. Hago como que dirijo la forma de poner las cajas de galletas con fibra y así no me pongo colorado.

Paso por un descampado, un parque diría yo, porque veo bancos rotos, jeringuillas, basura no reciclable, medio árbol y dos soportes para papeleras. Si pudiera quedar alguna duda, cuatro gamberros de peso y altura inusuales, puestos uno encima del otro, se me encaran. Negociando con ellos, me puedo quedar las servilletas, porque hablando se entiende la gente. Me las piro de la zona verde, dolido por la falta de madera del banco, utilizada por los niños superpuestos en su negociación.

Sigo buscando distracción en este día de vacaciones que me quedaba por disfrutar de los de este año, vencida ya tres veces la tentación de pasar por la oficina a visitar a los compañeros.

Cruzo la calle en diecinueve ocasiones y no encuentro en ello alegría alguna. Por tanto, increpo a dos tipos que, encima, se protegen con cascos haciendo lo mismo durante toda la mañana, cinta métrica arriba, cinta métrica abajo. Me tiran unos alicates. Los cojo, porque tengo el hueco en la caja de herramientas nueva (verde metalizada).

En el bar de Mellito, pido café: Hirviendo me lo pone. Lo averiguo al llevarlo en el bolsillo hasta la mesa, ya que se derrama un poco hacia el calcetín. Todos los parroquianos celebran mi frenética danza y, al ver que el vaso queda casi lleno, me vitorean. Salgo del bar mucho más animado, aunque sin poder hablar durante unos minutos. (Nota: pedir algo de leche fría la próxima vez. Como el año pasado).

Llego al kiosco de Andrés. Pido un periódico del día y me mira con respeto.

Cuando me cruzo con doña Cipriana, la portera del número cinco, barre fuerte para mí. Que yo ganara las oposiciones para botones y su hijo se quedara fuera, no me lo va a perdonar nunca. Aunque su hijo sea ahora el jefe del departamento. La herida seguirá abierta para siempre, según veo. No me importa, porque más tarde, igual que otras veces, dejaré las mondas de patatas de mi portal, el tres, debajo de su escalera. Lo que puede llegar a rabiar…

Son casi las doce de la mañana y, salvo algún percance, estoy sacando un buen rendimiento a esta jornada libre de horarios y disciplinas.

A la hora del aperitivo, voy de nuevo a Mellito. Sin mirar, me pone su especialidad: la tapa del día. No sé de qué día. Ni él, responde. Tardo lo justo en llegar al baño tras ingerirla. Con el desasosiego pierdo el reloj, cañería abajo, pero como es sumergible hasta 250 metros, no creo que se estropee.

Con el preparado que me da la boticaria (licenciada Lola Percas), se me quita el malestar. Y las cejas. Voy para el videoclub (le digo) por si alguien pregunta por mí para algo urgente. Se quita los auriculares del walkman y me dice que claro, si con estos precios ella lo comprende. Pero qué le vamos a hacer.

Qué pena, a primera vista, haber caído dentro de la alcantarilla al cruzar. Pero, al ayudarme los bomberos, salgo custodiado por tres cucarachas y con el reloj puesto.