Por ser sus versos saetas,
desafío al tedio y venzo
al leer lo que Lorenzo,
el arquitecto poeta,
escribe en nuestra gaceta.
Echo de menos a Loli
sus cielos, sus bodegones,
y sus cuentos en renglones
con ordenador o a boli.
Celebro la fantasía
de cámaras, camaradas
de Beli en fotografías
hechas con esa mirada
con que hay que mirar los días.
Festejo el salpimentar
un cuento con otro cuento
cuando Inma, en suplemento,
se te lanza a comentar
cualquier post en un momento.
De Isa me vienen canciones
cabalgando entre sus versos,
en prosa o haikus nipones,
donde cabe el Universo
de los besos juguetones
y no cabe lo perverso.
Y canciones de colores
donde se pintan las flores:
esas las hace Paquita,
porque las niñas bonitas
sonrían y se enamoren.
Sin olvidar que no viene
a sembrarnos macetillas
de versos con sus semillas
la niña, más rubia, Irene,
que yo haya visto en Sevilla.
Y sepa, cuando lo lea,
a quien nombramos ahora
aunque ella no lo Clea,
como la mejor lectora.
Prisas, tiempos, los horarios,
versos trancompintrazados,
ripios sin control cuadrados.
Perdonen lo temerario
y sientan con lo intentado
un simple recordatorio.