Sin llamar y sin luz,
Me colé por la boca del lobo.
Igual que el avestruz.
Y era negrura tal,
Que lloraba por una velita:
Una chispa, era igual.
Repasé de una vez
mi película entera, mi vida,
buscando sensatez.
Y en lo negro una estela,
una voz y una vela,
y la mano de mi alma gemela.
Le dediqué un mohín
a ese dios de los días perversos.
La leyenda es así,
tan verdad como dicen los versos:
Del momento peor
donde el alma se quiere perder,
con un gesto, al dolor
se le invita a desaparecer.