sábado, 19 de septiembre de 2009

"Curiosités"

Hola a todos:
Hace tiempo que quería daros esta información y ahora que la tengo segura la comparto con vosotros.

La Asociación ADEC-JAPAN, es una asociación para la difusión de la cultura japonesa (sita en Sevilla, para más señas en Felipe II). Tiene numerosas actividades a diposición de los socios como cocina, ikebana (arreglo floral) o taller de haikus.
Don Fernando Rodríguez-Izquierdo, que es una eminencia en la Universidad de Sevilla en cuanto a cultura Japonesa se refiere, ha sido el responsable de un taller mensual de haiku en la mencionada sede. Después de su jubilación, la organización de este taller ha quedado en manos de ADEC-JAPAN pero conservando el mismo profesor.

Me consta que a partir de Octubre empezarán los talleres de haiku a los que se pueden asistir sin compromiso alguno. Tendrá una frecuencia de un taller cada dos meses (por lo visto anteriormente era uno cada mes pero ante la falta de participantes se han dilatado los periodos).

Servidora está metida en más cosas de las que algunas veces pueda abarcar pero procuraré no perder la oportunidad de participar. Creo que sería una buena oportunidad para nosotros que nunca dejamos de olisquear aquí y allí. También es verdad que no me gusta señalar... pero mi dedo apunta irremediablemente a Isa.

Bueno, queridos y queridas mías, esto es todo.

Nos vemos pronto.

Besos y abrazos.

GRANDES BATALLAS DE LA HISTORIA (XVIII).

Batalla del baile de clausura del curso 2000/01. Universidad de Pavolonch.

A la entrada se mascaba la tragedia. Ver sonreír a la rectora Paula Tina estremecía la parte del cuerpo más cercana al páncreas, provocando una serie impar de estornudos. Los aspirantes a reina y rey del baile, los tontitos Angelosa Mari Miramar Mota y Borjavier Tanganito, premios de ortografía y coloreado de mapas, lloraron con lágrimas al verla en la puerta. Sólo gracias a la intervención de la jefa de limpieza, Amadora Quintana, la única que le hacía frente, consiguieron llegar hasta la pista de baile. Pero era inevitable que estuvieran allí las dos.

Con los que entraban detrás, se componía la clase A, la de los alumnos buenísimos, guapísimos y elegantísimos que adoraban a Angelosa y Borjavier. Eran los que mejores notas habían sacado en las asignaturas más poliválidas del Distrito, a saber: doblado de servilletas en tres picos, dar azúcar a los caballos, pedir que le cambien la rueda… Eran muy felices casi todos los días del año.

Por la otra puerta, con Jacinto el Chachi y Juanola Pomodora al frente, iban entrando los demás. Los otros. El resto, los de la clase B. Los que habían sacado su título justo a tiempo, antes de que arrancara el camión de la basura. Sus rostros, cuando conseguían tener aspecto humano, daban más miedo que en los días normales. Sus ropas, prohibidas como armas bacteriológicas. Sus modales… ahí estaba otra parte del problema. Sus asignaturas variaban pues ningún profesor les dio clases más de un curso.

Con la prudencia y el temor que establecía la presencia de la rectora a unos y la limpiadora a otros, más un buen tabique en medio, el baile alcanzó los diez minutos sin incidentes, pero alguien dio el soplo de que la rectora y la limpiona se liaron al póker.

A los veinte minutos, los destinados a sustituir a la munición de los carros blindados se habían quedado sin música propia, saltado el tabique, y barrido de la pista a los ñoñis, que se preguntaban qué hacer en caso de no encontrar su pañuelo. O aún peor, encontrarlo muy arrugado.

La invasión daba a los brutos una sensación de poder absoluto frente a los flojis, y se embriagaban de poder. Rompieron flores, abanicos y tacones, se bebieron tres tes y cuatro limonadas y derramaron dos vasitos de chocolate… La victoria parecía definitiva.

Pero la vida da muchas vueltas. Un golpe cúlico de la gran Juanola, al echarse sobre una mesa, puso en marcha el tocadiscos previsto para el baile estelar de los pijifliquis. Y la aguja, feliz de caminar en el surco de un disco de vinilo, puso a sonar “Los suspiritos de tus labios, niña, que sí, que sí”, y a la propia Juanola, junto con el feroz Chachi, se les escapó un baile agarrado con finura, lento y elegante.

Ahí se acabó. Sorprendidos por partidarios y enemigos, los líderes de la vida birriosa perdieron su glamour y los suyos la confianza. El giro que tomó la batalla fue de los grandes: Se cantó “Cielito Lindo” a continuación y, antes de que pudieran huir, dos veces una de Paloma San Basilio, acompañada de palmas y saltitos.

La huida de los feítos fue bochornosa. Los suavicutis rieron, descorcharon batidos y se quedaron hasta las siete y media de la tarde bailando tras dos rondas del juego de la silla.

De los chorras se sabe bien poco, aunque hay quien cuenta que se dispersaron y alguno anda por ahí de alcalde. Jamás volvieron a aparecer por el Campus.