martes, 4 de diciembre de 2007

ENTRE BAMBALINAS


Amor mío, tenemos suerte. Tú y yo somos muy afortunados. Cada uno forma parte del centro del otro. Cada día juntos, compartiendo charlas, cine, música, libros y roces es lo máximo a lo que habíamos aspirado.


Los amigos se aburren de sus parejas. Pasan dos años y ya, el desencanto, el hastío. Y es que la gente no sabe montarse la historia. Al principio, todo fuego; fuego en la mirada, fuego en las caricias, en las entrañas. Hasta en lo cotidiano irrumpe el deseo, que hace de los amantes lo que le viene en gana.


¿Y después? Después, cuando van acabándose las municiones, esa pérdida de explosividad les hace perder, a la vez, la fantasía, la puesta en escena que dé credibilidad a la función que aguarda tras el telón para formar parte de la realidad.


Tú eres tú en mí, cuando hace tiempo que no eres; o sea, cuando comienzo a echarte de menos, porque llevas un año siendo, no Alberto, sino Daniel, y ya me va apeteciendo volver a tenerte.
Y es que el amor, vida mía, hay que inventárselo a partir de los dos primeros años.


Cuando vuelva a ser Victoria y deje de ser María, házmelo saber; te lo suplico.