lunes, 28 de septiembre de 2009

A UNOS RECIÉN CASADOS

Campanas de boda tocan
en el barrio de Triana:
se casan Pablo y María
en la iglesia de Santa Ana.
Suena la marcha nupcial,
porque la novia ya llega;
el novio, con ilusión,
al pie del altar la espera.
Cuando se dan el sí quiero,
se miran ilusionados,
porque, desde ese momento,
sus sueños ven realizados.
Termina la ceremonia
y descienden del altar;
ya comienzan el camino
que juntos recorrerán.
Os deseo que sea largo,
lleno de felicidad,
que permanezcáis unidos
con amor para afrontar,
los escollos y barreras
que os podais encontrar.
Pero id siempre de la mano
al unísono marchar;
lo desea vuestra abuela
que os quiere de verdad.

Magdalenas y pestiños

Y allí estaba saltando, bailando, corriendo por toda la habitación... No todos los días se gana la bonoloto ¡Hasta con su complementario! Compró dos billetes a Cancún para quitarse de en medio unos días, y fue a ingresarlo en el banco, antes de que la prensa se percatara de su existencia. El empleado de banca, su marido, no sabía cómo decirle que había olvidado sellar el boleto.

sábado, 26 de septiembre de 2009

SOÑANDO

Anoche soñé contigo,
y soñé que me abrazabas
y soñé que me querías
yo soñé que te besaba.
Tan real todo lo vi
era tan hermoso sueño
que por soñarte de nuevo
preferí seguir durmiendo.


Nacer, vivir, morir,
¿qué es la vida?
Un lento caminar,
una quimera,
una ilusión fugaz
breve y efímera,
soñar con ser feliz,
ser desgraciado,
es llorar y reír,
todo mezclado.

jueves, 24 de septiembre de 2009

POR PUNTOS

-Sí, dígame.

-Hola, Chana, qué me que cuentas.

-Pues sí que volvió el niño; ya lleva una semanita aquí con nosotros.

-La verdad, lo va superando el chiquillo. Y es que es un trago, dime tú, Chana, si no.

-Pues él iba a lo de Pekinllín, tú sabes, las Ofregadas ésas.

-No, no, que lo que tú dices es otra cosa. Lo de los chinos es lo que te digo yo. Y para un poquito, hija, que si no lo cuentas tú y yo me callo…

-Ná mujer, que tú sabes cómo me pongo cuando pienso en el disgusto que se llevó la criatura.

-Que te calle, Chana, una mihita, a ver si voy a perder el hilo.

-Ah que es tu Fonsi. Po dale un beso y que se calle también y te deje oír lo que te cuento.

-Pues resulta que él era de atleterismo de correr.

-¿Prueba? Él come de tó.

-Ah la carrera era de ochocientos mil millones de metros, más o menos. Tres vueltas había que darle al perlímetro. De eso sí me acuerdo, aunque se lo tuve que preguntar a un chino que había por allí y que me lo explicó por gestos.

-¿Que si estuve? Vengo de arroz a las tres delicias hasta el frente parietal.

-Po ná, que venga a correr y estar de los primeros cuando suena una campana.

-Ni iglesias ni ná, Chana, joén, que es la da aviso de la última vuelta.

-Pues que justo ahí, se pone un semáforo en la curva final.

-Y que mi niño no se ha saltao un semáforo en su vida, Chana. Así lo tengo yo educado desde que empecé a educarlo.

La cosa, por lo visto, se justificó porque el rey de Chanchuria tenía que cruzá pa ve a un pariente y, lo mire por donde lo mire, a un rey se le para el tráfico.

-El tercero quedó. Y desde luego, los de la plata y de oro, un alemán alto y rubio que da asco verlo y otro sudamericano rizado y con unas piernas que ni pienso mirar más en la repetición, los dos mirando parabajo. Y te digo más, Chana, los dos con cinco puntos menos en el carnet, porque se lo saltaron en rojo pasión brillante.

-Es bonita la medalla. De bronce, bronce, bronce. Se la pongo de posavasos para el cafelito y él se pone mitad contento, mitad no. Según el día.

-Po bueno, un beso. Sí, nos vemos en la pescadería. Cógeme número. Adiooooo.

martes, 22 de septiembre de 2009

Y NO TE VAYAS

Mira mujer, no sé qué hacer,

pero sí sé que te he querido;

y aún sin morir por tu querer

sé que tus besos me han herido.


De forma práctica, este asunto

de la fidelidad, y de no verme

en otras faldas ni perderme,

¿podríamos discutirlo juntos?


Si nunca estás,

si me marchaba,

¿cómo dirás

que te engañaba?

Si de un abrazo y otro más

lanzaste el grito, de un “jamás

te dejaré”,

¿cuándo paraste

a comprobar que no te hablé,

ni te besé, ni me miraste?


Con tu silencio y lo que haces,

tirar tu llave, no venir,

pisar mis flores por herir,

no me amenaces.


…Se me ocurrió una solución

esta mañana,

cuando pasaste de rondón

por mi ventana,

donde esperaba amanecer

para beber café y amarte,

como inventaste tú el beber

cuando me enamoraste:

Perdona si hay que perdonar,

olvida lo que te haga daño,

mira que me morí sin tu mirar;

por mí no pasan ni los años.


Llama a la puerta sin saber

quién te abrirá; sin conocerte

preséntate, eres mi vecina, a ver

si me sorprende sorprenderte.


Pasa hacia dentro, por favor

y siéntate en la mecedora;

apagaré el televisor,

¿quieres que te ponga una copa?


Quizá me pidas una taza,

llena de azúcar o de miel,

e indiques tú donde buscarla;

para que, al dártela, tal vez

tu piel se erice…

y no te vayas.

sábado, 19 de septiembre de 2009

"Curiosités"

Hola a todos:
Hace tiempo que quería daros esta información y ahora que la tengo segura la comparto con vosotros.

La Asociación ADEC-JAPAN, es una asociación para la difusión de la cultura japonesa (sita en Sevilla, para más señas en Felipe II). Tiene numerosas actividades a diposición de los socios como cocina, ikebana (arreglo floral) o taller de haikus.
Don Fernando Rodríguez-Izquierdo, que es una eminencia en la Universidad de Sevilla en cuanto a cultura Japonesa se refiere, ha sido el responsable de un taller mensual de haiku en la mencionada sede. Después de su jubilación, la organización de este taller ha quedado en manos de ADEC-JAPAN pero conservando el mismo profesor.

Me consta que a partir de Octubre empezarán los talleres de haiku a los que se pueden asistir sin compromiso alguno. Tendrá una frecuencia de un taller cada dos meses (por lo visto anteriormente era uno cada mes pero ante la falta de participantes se han dilatado los periodos).

Servidora está metida en más cosas de las que algunas veces pueda abarcar pero procuraré no perder la oportunidad de participar. Creo que sería una buena oportunidad para nosotros que nunca dejamos de olisquear aquí y allí. También es verdad que no me gusta señalar... pero mi dedo apunta irremediablemente a Isa.

Bueno, queridos y queridas mías, esto es todo.

Nos vemos pronto.

Besos y abrazos.

GRANDES BATALLAS DE LA HISTORIA (XVIII).

Batalla del baile de clausura del curso 2000/01. Universidad de Pavolonch.

A la entrada se mascaba la tragedia. Ver sonreír a la rectora Paula Tina estremecía la parte del cuerpo más cercana al páncreas, provocando una serie impar de estornudos. Los aspirantes a reina y rey del baile, los tontitos Angelosa Mari Miramar Mota y Borjavier Tanganito, premios de ortografía y coloreado de mapas, lloraron con lágrimas al verla en la puerta. Sólo gracias a la intervención de la jefa de limpieza, Amadora Quintana, la única que le hacía frente, consiguieron llegar hasta la pista de baile. Pero era inevitable que estuvieran allí las dos.

Con los que entraban detrás, se componía la clase A, la de los alumnos buenísimos, guapísimos y elegantísimos que adoraban a Angelosa y Borjavier. Eran los que mejores notas habían sacado en las asignaturas más poliválidas del Distrito, a saber: doblado de servilletas en tres picos, dar azúcar a los caballos, pedir que le cambien la rueda… Eran muy felices casi todos los días del año.

Por la otra puerta, con Jacinto el Chachi y Juanola Pomodora al frente, iban entrando los demás. Los otros. El resto, los de la clase B. Los que habían sacado su título justo a tiempo, antes de que arrancara el camión de la basura. Sus rostros, cuando conseguían tener aspecto humano, daban más miedo que en los días normales. Sus ropas, prohibidas como armas bacteriológicas. Sus modales… ahí estaba otra parte del problema. Sus asignaturas variaban pues ningún profesor les dio clases más de un curso.

Con la prudencia y el temor que establecía la presencia de la rectora a unos y la limpiadora a otros, más un buen tabique en medio, el baile alcanzó los diez minutos sin incidentes, pero alguien dio el soplo de que la rectora y la limpiona se liaron al póker.

A los veinte minutos, los destinados a sustituir a la munición de los carros blindados se habían quedado sin música propia, saltado el tabique, y barrido de la pista a los ñoñis, que se preguntaban qué hacer en caso de no encontrar su pañuelo. O aún peor, encontrarlo muy arrugado.

La invasión daba a los brutos una sensación de poder absoluto frente a los flojis, y se embriagaban de poder. Rompieron flores, abanicos y tacones, se bebieron tres tes y cuatro limonadas y derramaron dos vasitos de chocolate… La victoria parecía definitiva.

Pero la vida da muchas vueltas. Un golpe cúlico de la gran Juanola, al echarse sobre una mesa, puso en marcha el tocadiscos previsto para el baile estelar de los pijifliquis. Y la aguja, feliz de caminar en el surco de un disco de vinilo, puso a sonar “Los suspiritos de tus labios, niña, que sí, que sí”, y a la propia Juanola, junto con el feroz Chachi, se les escapó un baile agarrado con finura, lento y elegante.

Ahí se acabó. Sorprendidos por partidarios y enemigos, los líderes de la vida birriosa perdieron su glamour y los suyos la confianza. El giro que tomó la batalla fue de los grandes: Se cantó “Cielito Lindo” a continuación y, antes de que pudieran huir, dos veces una de Paloma San Basilio, acompañada de palmas y saltitos.

La huida de los feítos fue bochornosa. Los suavicutis rieron, descorcharon batidos y se quedaron hasta las siete y media de la tarde bailando tras dos rondas del juego de la silla.

De los chorras se sabe bien poco, aunque hay quien cuenta que se dispersaron y alguno anda por ahí de alcalde. Jamás volvieron a aparecer por el Campus.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Plagas (y 9)

Oscuridad.

Esta plaga no es fácil de ver. Nadie consigue explicarla con claridad y pocos arrojan un poco de luz sobre el asunto. Mandan la mayoría de las veces a gente con pocas luces para entenderla y, como poco, hay que ponerse las pilas para intentar disolverla. Es fuente de gran movimiento para el dinero negro y para preguntas básicas como “y estas dos cosas tremendas que estoy tocando sin poder evitarlo, aquí a oscuras en el ascensor, ¿de quién qué serán?”.

La plaga, extensible a más de la mitad de nuestro tiempo, se ataca con interruptores, linternas, cerillas y soles cercanos, ordenados de mayor a menor gasto.

Dilata las pupilas como algún que otro yerbajo y no tememos quedarnos a dos velas.

Agudiza los cuatro sentidos restantes y nos hace dependientes de los ciegos, con los que tantas veces decíamos no tener nada que ver en este asunto.

Iguala los dos ojos de los piratas, que sin el parche pueden tomar el aire y refrescarse las ideas sin temor a que alguien quiera copiárselas echando una miradita.

Elimina reparos, pudores y tiempos perdidos en los sucesivos asaltos de cama, si bien se recomienda evitar caídas de la misma y acabar en el pasillo, tirando por el camino perchas, cuadros y jarrones valiosos.

La oscuridad elimina razas, raseros y razones, roces y rezos y pone la piel de gallina a todo el ser humano. La hace más sensible, busca cualquier caricia, mientras que la deslumbrante contrincante se preocupa de buscar sólo las diferencias y sembrar distancias.

La oscuridad siempre sorprende, se lleva la fealdad y trae la mayor complicidad. Y, digan lo que digan, establecer un par de asaltos de verdadera lucha libre compartida se multiplica por mucho si la ardiente oscuridad nos envuelve. Entonces buscamos con más afán los brazos que nos cobijen.

Por eso no huyo de esta plaga, aunque se crezca por las noches y me engulla. Aunque no sepa cuánto tiempo me condenará a esperar el brillo de los ojos que me mantienen vivo. Bueno, ésa es otra historia.

Plagas (8)

Langostas.

Surgió la bulla en una cena no consumada por no consumida. El menú propuesto por Cándida Faltona para su familia en su flisogésimo aniversario era el siguiente:

De primero, galletitas marroncito claro. Pan, picos, agua y servilletas, cubiertos incluidos.

De segundo, sal, pimienta, aceite y vinagre, salsas mahonesa y bechamel y más pan para mojar el pan y agua para desentrombonar el esófago.

De tercero, langostas. Así, como suena.

Y fue que todos los invitados, soltando los puñales traídos para ensartar a Cándida y decorar después su cadáver, se sentaron alborozados a la mesa agarrando con fuerza sus monodosis de condimentos servidos por los camareros Esteban Deja y Vicente Nedores.

Y fue verlos sentados, con la paulóvica saliva esperando un manjar conocido por su carne marinera y tierna, sabrosa y aromática, que Cándida mandó abrir al mismo tiempo las cuatro ventanas del salón para que por ellas se colara el grueso de los setecientos mil millones de insectos voladores, zumbones y devoradores con los siguientes efectos devastadores:

La flor del ojal de Jeremías Paramí, recién cortada esa mañana, desapareció.

El plato de espinacas servido por tercera vez para el niño caprichoso que no hubo con quién dejarlo, acabó limpio como una patena.

La maceta de hierbabuena de la tía abuela de Cándida, doña Bermeja Bones, acabó pelada.

Y, por último la huída despendolada de los familiares, que abandonaron sus perversos planes. Como obsequio, el niño recibió un tuperguare de espinacas con todo su valor nutritivo.

Y ni uno sólo de los pastos o sembrados de las zonas de alrededor quedaron perjudicados o asolados, pues el convenio establecido entre los bichos, unos profesionales, y doña Cándida, contenía con claridad las formas y las fechas de aparición, susto y retirada con pago por horas. En cuanto a su manutención, el menú era el mismo ya mencionado, con un primero y un segundo platos.

HAIKU

La luna cuenta
que en la noche una estrella
le enjuga el llanto

HAIKU

El tiempo engarza
cual collar de diamantes
todos mis sueños

HAIKU

No me parece
que la noche me aguarde
si tú te fuiste

HAIKU

Entre ola y ola
una paz contenida
me hace esperarte

martes, 15 de septiembre de 2009

Entremés.

Ecos de sociedad.

Se celebra el próximo sábado, en la parroquia de Nuestra Señora de la Flauta Dulce, el enlace entre la Srta. Miriam De Harris Pinocchio y el Sr. Alberto Cyrano y Gaztelu.

Media etiqueta o toalla de baño, nos la suda. Pero un detalle: Métanse debajo de las mesas, agáchense o tírense al suelo. Insistimos, nos da igual. Pero por lo que más quieran, no toquen las narices a los novios.

Plagas (7)

Granizo, fuego y hielo.

El fabricante de paraguas y sombrillas Teodoro Migrañas, en conferencia celebrada el pasado domingo en el centro cultural de Baldehigos, expresaba lo siguiente:

Muy buenas. Me dirijo a ustedes con una idea firme, la de que me compren mis paraguas negros, y para ello les fumigaré la cabeza con la siguiente historia:

Érase que se era el reino de Sékeland, un país donde fue vista una gota de agua por el cielo en 1777 y, capturada y llevada ante el rey Paké Pisheras II para un interrogatorio con esponjas, confesó que era, en realidad, el salivaso de un labriego. Sirva este rodeo para decir que se trataba de una tierra muy seca.

Y para no tardar en cenar, seguiré con la historia a un ritmo más ágil. El primer ministro, Loklavo Hentér, y la reina, Kaderagitar, mantenían una serie de intercambios culturales durante los cuales la reina estudiaba con detalle los maravillosos grabados del techo de su dormitorio, y el ministro profundizaba lo mejor que podía.

Quiso el destino que el chivativo y feo primer ministro suplente, Lamías Mayor, supiera de los lances pictóricos y fuera con el cuento al Paké, que paqué te cuento. El rey, ofuscado, contrató los carísimos servicios del mago Tolohago Simepag, que, durante el tercer asalto de la conferencia sobre bóvedas de aquella tarde, hizo que miles de agujeros se abrieran en el techo de madera y cayeran de ellos infinitas gotas de agua, cada vez más frías, que consiguieron enfriar el ánimo de los amantes y mojarles al mismo tiempo.

Fue entonces que reina y primer ministro salieron de la estancia con el mayor decoro posible para refugiarse en la suite de invitados, pero les siguió la lluvia, que arreciaba y endurecía hasta la granizada. De hecho, Loklavo tuvo treinta y siete y medio durante toda la noche.

Y por más que pusieron techos duros sobre sus vidas, los engañizos reina y ministro vieron crecer sobre sus cabezas verdaderas tormentas tropicales y huracanes en cuanto hacían la menor indicación de yacer rítmicamente con fricciones mutuas. Y, de alternativa, fuegos quemadores que ayudaban a que las cosas ardieran y se chamuscaran o se pusieran muy calientes.

Y fue que todas las acciones encaminadas a adornar frentes maritales fueron castigadas con trombas de agua, fuego y granizo, bajas presiones y aguaceros tormentosos que llevaron a la desesperación a la pareja origen hasta el punto de pagar una fortuna a la ex mujer de Tolohago, Bengapakaya, que en un pis pas, sin cogerse ni un pellizco, sacó de un bastón un hongo negro que cobijó a la pareja durante un par de días antes de firmar el cheque, pues podían devolver el producto sin compromiso.

Y fue también que desde entonces la promiscuidad se propagó protegida, gracias a la cobertura de “una tela circular, ajustada con varillas, unidas éstas a un eje común de donde obtienen su rigidez”. Vean, señoras y señores, qué definición tan buena de un paraguas para aquellos tiempos.

No sorprendió al profesor que el 92% de las compras de aquella tarde la realizaran mujeres. Nada en absoluto, pues era el único hombre en el salón de conferencias.

Plagas (6)

Úlceras y sarpullido incurable.

Y cuentan que en Salmodia City, al Sur del río Miramipera, antes de la comilona anual celebrada el primer domingo de cada trimestre para festejar el primer afeitado de las piernas de las mujeres del pueblo, se dio una circunstancia terrible e inusual por lo poco frecuente: Las piernas izquierdas de cada mujer tratada con espuma de afeitar Cortapel y cuchillo de jamón presentaron sarpullidos verdes fácilmente explotables presionando entre dos uñas, mientras que en las que se usó crema depilatoria Suaverrap a 30ºC y hacha se observaron granos azules que precisaron lija de madera noble para ser extirpados.

Por supuesto, todas las piernas derechas, según la tradición, permanecieron cubiertas de pelo, al estilo alfombra, según costumbre ancestral de la comarca.

Fue llamado a consulta el experto en granos Barry Llitos, que cometió un error al dar un rodeo y no ir directamente al grano. Supuso en principio que la plaga debía haber sido transmitida en un granero y buscó entre los pajares, donde obtuvo como recompensa dos agujas y un “¡largo de aquí, mirón!” de una pareja que estudiaba anatomía frontal recíproca.

De todos modos, ante el miedo de una extensión de los sarpullidos, feos y de mal color, por toda la zona, el doctor Llitos se encerró en su laboratorio móvil con seis mujeres aquejadas de los íntomas, tres de cada modalidad.

A los dos días justos, hizo salir a las seis mujeres luciendo CADA UNA, su mejor par de piernas calvas y lisas y con las siguientes observaciones a modo de conclusión:

1) El primer error ha sido permitir el cultivo de moho en los pelos no cortados. Califiquemos de guarrada y dejadez general este punto, soslayable según pueden comprobar.

2) El segundo error, algo más execrable, no ha sido sustituir el jabón verde de toda la vida por los productos Cortapel y Suaverrap, sino que nadie informara a nadie de que éstos últimos no debían ser ingeridos, ni siquiera en revuelto como hasta ahora.

Y fue el jolgorio y la risonancia, y el clamor de platillos y un solo de bongos y violín, junto a una fiesta que duró cerca de hora y media sin que faltara a nadie una rebanada de pan ácimo untado con manteca lila, uno de los productos característicos de la zona. Y, por supuesto, veinte dólares más para la cuenta corriente del doctor Llitos.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Plagas (5)

La Peste.

Se conoce como la plaga invisible, intocable quizás, pero una de las más fáciles de extender y difíciles de extinguir. De nuestra prehistoria conocemos un caso al que atribuirle el origen, o sea, echarle la culpa.

Data de los Pituit Arias, la primera dinastía que gobernó la ciudad de Budapest Urria, irreconciliable con la rama de los Nass Hales, que reinaron en Budapest Azo, una familia de caminantes de cuestas arriba. Cuentan que a uno de ellos se le incrustó una rama junto a un tobillo, dentro de una bota, de tal guisa que hubo que descalzarle, obteniendo como expresión, tras miles de litros de agua contaminada para siempre, la siguiente y conocida frase:

-¡Mirad, mirad, deditos, como en las manos!

No hubo quien celebrara con él el descubrimiento, ya que la mayor parte de sus parientes y amigos (hasta entonces) huyeron con sus vestidos y ganados, salvo los cerdos, que murieron de asco en directo.

Y fue que en esta diáspora cada unidad familiar a efectos fiscales se dispersó desde el centro de Europa a los vértices de Europa y hubo con su presencia una epidemia de narices tapadas y respiraciones entrecortadas que llevó (cómo son las cosas) a la gloria y el gozo de Marikki Chanel, una que guardaba flores debajo de la cama, como coleccionista que era de amantes que hacían turno esperando a que terminaran los de encima de la cama. Pero fue en su faceta de perfumista en la que ganó promoción social y protoeuros en oro, siendo llamada a la corte real para intentar que aquello fuera sostenible con las ventanas cerradas en invierno.

Así hasta nuestros días, en los que la emisión de los axilobacos de los tontonietos de aquellos nómadas precisan de cataratas de gel y perfume posterior para sí y mascarillas para los demás cuando insisten en ir en autobús o metro, de pie y agarrando los estribos que cuelgan de las barras. Porque, además, no son muy altos.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Plagas (4)

Animales silvestres.

Corría el siglo XII porque el XIII le venía detrás con muy mala idea y fue que se dio algo extraordinario en los campos de Betsabelania, cercanos a Jobsutulallevas, de la tierra media de Chendoscapia, donde el rey Betancort III reinaba a base de terror y brevas podridas en los calabozos, junto a su malvada reina Anitantomedá y su pérfido e imbañable consejero supremo Johanesteiro Infulanito, un tipo hosco nacido en Jaén.

Y fue que tanta maldad seguida hizo mella en los sometidos a la presión diaria del “trío malacara”, así llamados los tres antes mencionados, hasta el punto de pedir cita al sabio Yomolomás, un anacoreta y erudito profesional, perdido por unos doce mil asuntos de faldas y las peleas con bastantes maridos, asunto por el cual, a sus noventa y siete años, se retiró a una cueva dúplex, de ochenta metros y trastero, donde penar sus penas y reconciliarse con la Naturaleza.

Y fue llegar todo el pueblo en procesión ante su puerta a eso de las tantas cuando el portavoz gritó:

-Sal, sal y salsa de la vida. Sal y sálvanos.

-Salid de mi propiedad y de mi vida tranquila, por favor, que me pongo muy nervioso si pierdo la calma.

-No tenemos a quien recurrir, oh sabio entre los sabios; comprended y seremos así comprendidos.

-Comprendo. Esperad un momento y vuelvo, que tengo algo en el fuego.

Entre eructitos, el sabio salió un cuarto de hora más tarde y empezó a lanzar fuegos de colores que estallaban en los aires y caían sembrando caminos de luces brillantes en la aún no diluida noche.

Aplausos.

Y fue que cada una de las últimas chispas (podríamos decir fotones, en términos físicos estrictos) surcó los cielos hasta el castillo de los tres tontísimos y malos gobernantes, para convertirse en unos bichos gordos y de aspecto fiero, a saber:

El Tiranorarus, un semitoro con raftas y uñas pintadas que no te deja dormir.

Las Astralopitugas, mamíferos de concha flexible y cuernos en las uñas que te rompe en dos cualquier prenda interior y te la tira a la papelera.

El Diplomatik, un ser bicéfalo que te pone la cabeza loca a base de excusas por no cumplir nada de nada, aunque te lo jure por su columna vertebral.

Y otros muchos bichos ancestrales, monstruosos en forma y coraje, que echando fuego por los bolsillos asolaron el castillo de los tontos, los tontillos, que mandaban el lugar, de los cuales se llegó a saber que peregrinaron por el mundo conocido hasta ser aceptados en un convento de la orden Alfabetikatandad, donde terminaron sus días, uno tras otro, después de comenzarlos.

Y una deuda pública elevada hasta la bancarrota financiera del lugar fue lo gordo que no se pudo resolver, teniendo en cuenta lo que comían esos bichos.

Plagas (3)

Mosquitos.

Y esto que cuento fue en el siglo XXL a.C., ese llamado “el más largo de lo normal”, cuando algo que no había pasado antes pasó entonces. Durante la recepción del faraón Albón Digitis a la princesa Mojapán del lejano Oriente, el celestial semidiós se autopalmeó el cogote haciendo con resultado el nacimiento del sonido de la hojalata y un pequeño bicho pegado en el colodrillo. La corte en pleno supuso el inicio de un nuevo ritmo caribeño, por lo que se unió al compás, mancos excluidos para no ofender a la divinidad.

En medio del jolgorio, más mosca que otra cosa por la proximidad de la chinaponesa invitada, la faraona Matinsek se acercó a su marido, dueño y semidiós, y pudo observar un bultito sobre el que, con extraordinaria torpeza, derramó doce litros de vinagre. Aunque le cambió el carácter antes alegre, le libró del rodeo de “miles de cosas pequeñas zumbonas y picantes”, ya que, momentos después, hordas de mosquitos ávidos de venganza por la muerte de Shabahitario Mazzola, su líder picador, irrumpían en el salón celestial. Buscaban el perfil del asesino. Pero allí todos estaban de perfil y no había tiempo para preguntas.

Puestos al habla con los sabios encargados de saber qué pasaba allí, éstos fueron echados a los cocodrilos antes de la hora de la cena, con la idea de que esos bichos cenaran gracias a la incompetencia demostrada por los sabios.

Se acercó entonces al faraón un joven sin pedir audiencia ni nada y, cuarenta azotes después dijo dulcemente:

-Mi tío materno en segundas nupcias os evitará este trastorno a base de cortinillas que os rodearán, bien es cierto, pero a través de las cuales, por la noche, podréis verle el zorondongo a las princesas que invitáis a palacio, sin que nada os pique, salvo si coméis ajo. Después, si procede, la reina os partirá la cara. A su criterio lo dejo.

Desconcertado el faraón, mandó llamar a Kortinaitis, el tío del niño, quien aisló al faraón de los cientos de miles de miles de miles de millones de billones de mosquitos que aparecieron en Egipto durante el fin de semana. Y fue que todo el mundo se rascó, desde el noble al esclavo más pobretón, y se palmearon con fuerza mejillas y abdominales durante sábado y domingo por la mañana, fecha en que llovió y los mosquitos murieron ahogados. Entonces, en hora de máxima audiencia, el faraón dio por sí mismo la noticia de que, como queríamos demostrar, a él y a su mujer no les picaba nadie, mostrando como prueba sus rostros lisos, sin un grano. Egipto al completo aplaudió el discurso y Kortinaitis y los suyos fueron encargados del mantenimiento del traperío de las ventanas y las mosquiteras de los palacios por los siglos de los siglos.

martes, 8 de septiembre de 2009

Plagas (2)

Ranas.

Es la segunda conocida y también tuvo en su origen una causa culinaria. En el bar llamado El Lobo bobo, se pagó la licencia para cocinar a forasteros perdidos en el bosque cercano cuya letra del NiF fuera la π. Desesperado ante la ausencia de tales, el dueño del local, Alfredo Lobo Irigoñate, salió de su bar en busca de negocio y lo hizo en medio de una lluvia de agua vertical y transparente en forma de pequeñas gotas que le desvió con violencia al lago situado en medio del bosque cercano. Al no tener costumbre de poner la capota a su coche, su porsche verde se convirtió en el paraíso para dos ranas croantes y saltarinas que se instalaron en el asiento de atrás para pasar la noche. Antes de abrir para desayunar, la esposa de Alfredo sacó del charco el coche con sus ocupantes, dos batracios, de lo que dedujo que su esposo se había transformado en uno de ellos.

Harta de esperar a que apareciera, decidió largarse y activó el mecanismo de cierre de la capota del coche donde quedaron atrapadas las ranas, aún embriagadas de una noche de amor sin humedad, por lo que ninguna de las dos pudo escapar. Pero la Naturaleza ya había hecho su trabajo.

En un rápido y desesperado intento de recuperar a su marido, la cónyuge besó con rapidez a las dos ranas y, al ver que no se transformaban en su esposo con un toque de magia, los echó a un perol de aceite hirviendo, a cuyo calor surgió la leyenda del beso asqueroso con resultado de príncipe o tapa exquisita.

Al anochecer del mes siguiente, dos millones seis mil cuatrocientas doce ranas croaban con pancartas delante de la puerta del restaurante. De ellas, sólo la décima parte tuvo acceso al asiento trasero del porsche, una maniobra que controló de manera drástica la reproducción de la plaga. El resto era engatusado y cocinado a diario por la cónyuge, que se olvidó del marido para siempre, sin que llegara a saber lo suyo con una rana joven, forastera, algo fea, pero provista de un excelente par de piernas, que le besó para salvarle de morir ahogado en el lago, a casi medio metro de profundidad y huir juntos y a saltos del bosque para montar su propia plaga en el pueblo de al lado, donde a base de besos no quedó ni un sólo ser humano.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Un haiku tardío





Había algo de ancestral en su forma de moverse.

Aquella casa había sido su santuario durante seis semanas y durante ese tiempo, ella y el silencio
sólo roto por ella habían habitado aquel espacio.

Como si de una oración se tratara, en ese último día de amansadora soledad, terminó de comer,
limpió lo usado y dejó en perfecto orden cada una de las estancias.

Para ella el mismo ritual, el del agua fresca resbalando por su pecho hasta las piernas
y el aroma a té verde y menta fresca sobre su piel en quebradizo manto.

Caminó descalza, despacio, por casa una de las habitaciones, rozando con la punta de los dedos
el frío blanco de las paredes prometiendo devolver algún día, no demasiado tarde, esa mansedumbre que en breve estaba a punto de romperse y esparcirse por los rincones en callada espera. Acarició con las manos aquellos lugares dónde la humanidad de otros cuerpos se había posado para siempre aunque nadie supiera cuándo, ni por qué.

Sobre las sábanas limpias de su cama se tumbó suavemente, en una oscuridad impropia de esas horas de tarde y se abrazó a sí misma y a la paz que se le escapa con la promesa de que otras presencias, más deseadas que la que estaba por llegar, aunque furtivamente, pronto dormirían a su lado.



"Madre dice que mi hermana Satsu es como la madera, tan arraigada a la tierra como un árbol de Sakura, pero de mí decía que era como el agua. El agua puede abrirse camino incluso a través de la piedra y si se ve atrapada siempre busca un nuevo camino..."

Memorias de una Geisha.

domingo, 6 de septiembre de 2009

A LOS PIES DE JABALCUZ


Hoy tenía pensado hacer la ruta por la más misteriosa de las Andalucías, pero por motivos ajenos a mi voluntad, no he podido hacerla. Bueno, pero a media mañana y cuando el sol amenazaba con abrasarnos si nos pillaba fuera de la sombra, nos echamos a la calle.

El paseo comenzó por los JARDINES DE JABALCUZ (bonito y sonoro nombre, verdad?). Es un oasis a los pies de lo que dicen son los restos de un volcán, la montaña que se perfila en los cielos azules y que dan nombre al lugar: JABALCUZ. Es un pequeño jardín, frondoso, con unas fuentes que amenizan el recorrido con la hermosa canción del agua que fluye ajena a nuestras miradas.

Cuando volvimos sobre nuestros pasos, recorrimos alguno de los centenares de bares que alegran las calles de esta acogedora ciudad. Por encima de todos ellos, para mí, el rey de reyes de los bares es PILAR DEL ARRABALEJO, situado junto a una fuente que se remonta al siglo XVI (si la memoria no me falla). Bueno, pues en ese bar he comido una delicia que quería compartir con vosotros: PASTELA MORUNA. Es un hojaldre relleno de carne y recubierto de nueces, pasas, azúcar, canela y miel. En la boca es un viaje a la gastronomía árabe.
Bien, ya sabéis, no dejéis de venir, de recorrer estas calles con nombres tan originales como CALLE SALSIPUEDES.

¿Qué dónde me encuentro? es una pequeña y cogedora ciudad del sur, en donde dicen que sus mujeres tienen el culo más bonito (están continuamente subiendo y bajando sus calles), donde el turismo es INTERIOR, y donde aún, cuando te pides una cervecita te la acompañan de tapita, sin pedirla,por cortesía de la casa.
¿Que dónde estoy...? ¡¡¡pues en Jaén!!!

sábado, 5 de septiembre de 2009

Plagas (1)

Sangre.

Apareció como anécdota en un pequeño bar, el Potitos, una tasca situada en pleno centro de un pueblo de cuyo nombre ojalá pudiera acordarme, porque allí perdí el reloj y un guante. La cosa es que un “parroquiano” pidió una tapa de churrasco con pimientos. A la hora y tres cuartos, tras zaherirle ante el local repleto de dos clientes, le gritó “¿es que no tienes sangre para servir?” (no escribiremos aquí que dentro del signo de interrogación aparecía la palabra “gohone” o similar), pregunta que fue respondida por el camarero sin palabras y con un platito humeante que contenía lo que Drácula soñó durante su adolescencia: sangre masticable. Desde la cocina, la cocinera lanzaba una cebolla pochada que vino a caer en el plato dejando su sabor y alguna salpicadura en la cara del cliente, que comió la tapa, la cebolla y un donut, tras lo cual alzó los brazos, preguntó ¿qué se debe?, no se sabe si pagó, y salió entre gritos de alabanza y aplausos de los dos clientes que abarrotaban el local.

Y así fue el extenderse como la onda que en el lago delata la caída de una piedra: En todas las direcciones. Y fue el bullicio, la caraba y la repanocha y antes de mil minutos justos bares de todas las partes y comunidades autónomas, incluso las menos conocidas, añadieron a su cartel de aperitivos la sangre encebollada. Y fue que esto le plugo a la patronal de la Hostelería, que a partir de ese año estableció la obligación de peregrinar al menos una vez en la vida hasta el Potitos para, en medio de la bulla, con los ojos inyectados en sangre, con los guiris quemándole la sangre, pedirle sangre. Encebollada.

jueves, 3 de septiembre de 2009

MI PIE DERECHO

Ahí está. Derecho, paciente, enhiesto. Por encima de otros que se pasan el día por los suelos. Aunque en el fondo es una pura contradicción: a pesar de los 40º del exterior se lleva todo el día abrigado, arropado a la moda egipcia. Y esta contradicción le hace sentir seguro, le hace olvidar que no cumple los dictados de su especie, le mantiene indiferente a su cuerpo magullado y maltrecho. Pero que nadie confunda su despiadado inmovilismo. No es orgullo, es precaución. Cualquier movimiento en falso se puede transformar en dolor. Y él, lo sabe. Y todo por querer ver las estrellas en una noche de verano. Y las vio, pero sin mirar al cielo.

martes, 1 de septiembre de 2009

REPORTAJES ARRIESGADOS (III)

PUESTA DE LARGO.

Retratamos, más bien esbozamos en ligeros apuntes, la recepción dada en la casa del marqués de Hesún Mekhe Tref, un hombre feo por Real Decreto 1099/86 de dos de octubre, junto a su delicada de los nervios esposa doña María Canela Fassbinder.

La finalidad era la puesta de largo y enamoramiento oficial de la hija de los anfitriones, Leopoldita, una rubia de dieciséis años medalla de oro en peleas con almohada. Vestía la niña un tutú de dos metros con cola Padour jacarandá y velo blanco ahorcador, al estilo pillado en una puerta y tú con la cara granate queriendo seguir.

Los zapatos, olvidados en el horno para ablandarlos, eran de un dorado con mínimas incrustaciones de almendras garrapiñadas.

Ejercía de maestro para las bebidas el gran Perico Locado, amigo de la familia y famoso por sus sencillas mezclas de bebidas clásicas con limpiacristales.

Mostramos a la entrada nuestras cámaras, nuestras acreditaciones, nuestros títulos como agentes de prensa… y fuimos enviados a pisar uvas. Por un pelo escapamos de ser etiquetados y nos pusimos con el reportaje.

El pretendiente de la niña, el fornido Pancho Radas, fue en cierto modo el que hizo fracasar la fiesta: Ni batió bien el alpiste como le dijo Perico, ni avisó a doña María de la Canela de que su tía abuela había huido del “hotel de lujo de la tercera edad” y se había sumado a la fiesta, ella sola, sin su ropa, y que nada más llegar se había zambullido en el tinto de verano.

-Para un favor que te pido, vas y te pones erróneo. Ay, desapártate de Nos, que de pronto te considero como muy horterito -le dijo la marquesona mientras lo ponía en “la Lista Negra Social”, ésa en la que no se ve nada hasta que se escribe con tiza.

Los invitados, de blanco o no según la raza, dejaron los frutos secos y sacaron las videocámaras, pisoteándonos sin reparo alguno.

Nuestra revista gráfica del corazón (Sentimientitos) no se portó mal al sacar el reportaje gráfico de la fiesta, pero las del páncreas masacraron a la familia a base de bien, con titulares como los siguientes:

“Tinto de verano tirando a añejo en casa de los Mekhe Tref, y pérdida de un 98,72% de popularidad”. (Gaceta Total).

“Zafarrancho de súper absurdidades en casa de la mega in M C Fassbinder. Una completísima sarta de cosas de detrimento y otras peores. Una vieja nada sin nada en una bebida veraniega sin determinar. Tan fresca: Como si nada”. (Jet Notices).

Y alguna reseña en portada:

“Los marquesos más populares, trincados en el aeropuerto a las cuatro quince de la madrugada, en vuelo privado a una plantación de Honolulu, donde pasarán todo lo que queda del domingo para olvidar su último cocktail, “uno de los más amargos (sobre todo el tinto de verano) de mi vida”, en palabras de la anfitriona, antes de salir volando. En la foto, unos camilleros ayudan a subir a una persona mayor que grita para que la desaten “. (Plana Máxim).