martes, 15 de septiembre de 2009

Plagas (7)

Granizo, fuego y hielo.

El fabricante de paraguas y sombrillas Teodoro Migrañas, en conferencia celebrada el pasado domingo en el centro cultural de Baldehigos, expresaba lo siguiente:

Muy buenas. Me dirijo a ustedes con una idea firme, la de que me compren mis paraguas negros, y para ello les fumigaré la cabeza con la siguiente historia:

Érase que se era el reino de Sékeland, un país donde fue vista una gota de agua por el cielo en 1777 y, capturada y llevada ante el rey Paké Pisheras II para un interrogatorio con esponjas, confesó que era, en realidad, el salivaso de un labriego. Sirva este rodeo para decir que se trataba de una tierra muy seca.

Y para no tardar en cenar, seguiré con la historia a un ritmo más ágil. El primer ministro, Loklavo Hentér, y la reina, Kaderagitar, mantenían una serie de intercambios culturales durante los cuales la reina estudiaba con detalle los maravillosos grabados del techo de su dormitorio, y el ministro profundizaba lo mejor que podía.

Quiso el destino que el chivativo y feo primer ministro suplente, Lamías Mayor, supiera de los lances pictóricos y fuera con el cuento al Paké, que paqué te cuento. El rey, ofuscado, contrató los carísimos servicios del mago Tolohago Simepag, que, durante el tercer asalto de la conferencia sobre bóvedas de aquella tarde, hizo que miles de agujeros se abrieran en el techo de madera y cayeran de ellos infinitas gotas de agua, cada vez más frías, que consiguieron enfriar el ánimo de los amantes y mojarles al mismo tiempo.

Fue entonces que reina y primer ministro salieron de la estancia con el mayor decoro posible para refugiarse en la suite de invitados, pero les siguió la lluvia, que arreciaba y endurecía hasta la granizada. De hecho, Loklavo tuvo treinta y siete y medio durante toda la noche.

Y por más que pusieron techos duros sobre sus vidas, los engañizos reina y ministro vieron crecer sobre sus cabezas verdaderas tormentas tropicales y huracanes en cuanto hacían la menor indicación de yacer rítmicamente con fricciones mutuas. Y, de alternativa, fuegos quemadores que ayudaban a que las cosas ardieran y se chamuscaran o se pusieran muy calientes.

Y fue que todas las acciones encaminadas a adornar frentes maritales fueron castigadas con trombas de agua, fuego y granizo, bajas presiones y aguaceros tormentosos que llevaron a la desesperación a la pareja origen hasta el punto de pagar una fortuna a la ex mujer de Tolohago, Bengapakaya, que en un pis pas, sin cogerse ni un pellizco, sacó de un bastón un hongo negro que cobijó a la pareja durante un par de días antes de firmar el cheque, pues podían devolver el producto sin compromiso.

Y fue también que desde entonces la promiscuidad se propagó protegida, gracias a la cobertura de “una tela circular, ajustada con varillas, unidas éstas a un eje común de donde obtienen su rigidez”. Vean, señoras y señores, qué definición tan buena de un paraguas para aquellos tiempos.

No sorprendió al profesor que el 92% de las compras de aquella tarde la realizaran mujeres. Nada en absoluto, pues era el único hombre en el salón de conferencias.

1 comentario:

Lola García Suárez dijo...

"Estas plagas con las que Gabriel ha llenado nuestro blog merecen, en mi opinión el más alto elogio de constancia, ingenio y creatividad jamás visto por estos Barrios". La admiralectora nº 1 soy yo, que cuando llegué no había nadie.