martes, 13 de enero de 2009

GENERACIONES.

-Dime, abuela, ¿de verdad eras una asesina en serie al servicio del gobierno?

-Síiiiii, que ya te lo he contado muchas veces. Anda, termínate la fruta y lávate los dientes. No olvides que tus padres van a llamarte muy pronto y deberás estar en la cama cuando suene el teléfono. Se lo hemos prometido.

-Pero abuela, ¿a cuánta gente te cargaste?

-Unos treinta, espía arriba espía abajo. No hice informes escritos de ninguno de ellos.

Timbre. Teléfono.

-¡Hola, Mariana!; sí, sí está acostada. Te la paso. Espera un momento. ¿Qué? ¿El nieto de Korashov?, ¿El bizco? ¿cómo que está a punto de tirarte por un precipicio? ¡Ay, hija de mi vida, que pareces tonta! ¡No, no es que yo lo sepa todo! ¿Sigues ahí? Vamos a ver, ¿tú te has puesto el sostén de doble copa como te dije? ¡Pues alma de cántaro, ahí mismo te puse el cargador extra!, ¡pues claro!, ¿o es que te crees que a mí se me olvidan las cosas? Ese tiro lo has dado tú,  ¿verdad? Pues venga, sube hasta arriba del acantilado y charla con la niña, que hasta que no habla con vosotros no se duerme. Tu marido bien ¿no? Ah, que se encarga de otra misión. Pues vigílamelo, que hay mucha pelandusca Matahari por ahí, si lo sabré yo. Bueno, te la paso; un beso.

COMIDA DE HOMBRES.

El niño Bjorg no quería tomar el caldo caliente. Con nueve años recién cumplidos, había visto a su hermano mayor, Grabor, luchando contra un lobo para defender a las ovejas. Él quería hacer lo mismo y poder comer carne en lugar de caldo caliente.

-Entonces, mata un lobo tú también, -le dijo el hermano.

Bjorg cogió su abrigo y sus guantes y salió de la cabaña.

Atrapado en un cepo en medio de la nevada, el lobo gris provocaba que la manada no siguiera su marcha. Él era el guía desde hacía mucho tiempo, pero el hierro comenzaba a perforar su pata y ni sus enormes y afilados colmillos podían liberarle.

Cansado de luchar contra el metal, el lobo se detuvo a tomar aire. Al levantar la cabeza, sus ojos se cruzaron con los de un niño que tenía una lanza en la mano. Ningún lobo le atacó y Bjorg levantó la lanza lo justo para que el lobo sacara su pata de la trampa. Sintió dolor, pero no estaba herido.

Al entrar en la cabaña cubierto de nieve, Bjorg pidió una taza de caldo muy caliente.

Sonriendo, su madre se la sirvió y fue a abrazarle.

Bjorg hizo entrar al lobo, le puso delante la taza de caldo y pidió a su madre un buen trozo de carne para cenar.

UN CUENTO.

La princesa Rashasmund estaba enamorada de un hombre mayor que ella: Su maestro Omar, que la amaba en secreto. El día que el rey Aldemer celebró la fiesta donde se anunciaba que la princesa ya era mujer, la propia muchacha comunicó a su padre el deseo de casarse con Omar. El rey, ciego de furor al sentirse humillado, mezcló con su cuchillo las sangres de su hija y su súbdito. Ellos querían lo mismo y pensaban pedirle ayuda por amor. El rey les concedió lo que querían por rabia. El resultado no fue peor para los amantes, sólo para el terco rey que lloró por perder a su hija y su mejor amigo. El rey fue condenado a vivir eternamente. Tanta fue su pena cuando murió su mujer, la dulcísima Yalena, que Omar y Rashasmund pidieron dejar sus espíritus dentro del palacio real para consolar todas las noches al rey, a quien contaban todos los cuentos del Más Allá que habían aprendido. Después de muchas noches, el rey Aldemer rogó a Omar y la princesa que le ayudaran a morir. Ellos aún guardaban la espada que les mató y se la dieron. Justo en el momento en que Aldemer empujaba la espada hacia su corazón, su amante esposa Yalena la tomó por el mango sonriendo y, muy despacio, la dejó caer sobre los hombros de los recién desposados Omar y Rashasmund, quienes agradecían la bendición de Aldemer el día de su boda, en el día en que se anunciaba que la princesa ya era mujer.