martes, 31 de marzo de 2009

ESTUDIOS SOBRE EL SUICIDIO (II)

Lo habitual en cualquier estudio serio que se precie –y otra cosa no, pero este, serio, lo es- viene gracias al testimonio de personas relacionadas con el asunto a tratar. Lo que haremos será exponer casos concretos –los más significativos- que tienen que ver con el suicidio.

Muy pocos de los encuestados –lo decimos de verdad- respondieron a nuestras preguntas y cuestiones. Los familiares, amigos y allegados son los que –en general- nos han proporcionados datos psicológicos y descripciones de últimas voluntades a los efectos testamentarios de unos pocos, los más previsores.

Citamos, pues, a continuación, varios personajes legendarios que dieron fama, leyenda y glamour al tema que nos ocupa: El autopalme.

 

Sir Archibald Dócument, de Brighton.

Fue el precursor del tirarse por la ventana hasta la calle, aprovechando leyes favorables, como la de la Gravedad. Es el autor de un ensayo que habla de sus ensayos. Cubierto de vendas, dio una clase magistral en la Universidad de Oxford, donde explicó su famosa Fórmula Uno:

“La velocidad sin control puede que te mate. Tú verás.”

El fundamento venía a ser el siguiente, explicado para personas poco hábiles para la Física:

1) Busca el ático del edificio donde vives.

2) No lo pienses y tírate. Si lo piensas, te pones a leer un libro y se pasan las ganas.

3) Yo lo he hecho muchas veces.

El silencio se hizo ante una pregunta llena de audacia por parte de uno de los asistentes a la conferencia:

¿Y tantas veces del ático al suelo, y sigue vivo? ¡Amosanda!

Pacientemente, Sir Archibald comentó que cuestiones urbanísticas, que obligan a casas de una sola planta, suministraban para sus experimentos áticos prácticamente inofensivos para su teoría. Pero su fórmula terminaba así en su enunciado básico:

Ostión definitivo = 1 caída de 100 metros (o más) = 10 caídas de 10 metros.

 

Es decir, Sir Archibald mantenía en su tesis que la cantidad de golpe necesaria para quedarse en el sitio mediante su procedimiento, ¡PERMANECÍA CONSTANTE!

Obtuvo el título de Doctor Honoris Causa y un grandísimo descuento en analgésicos. Y el de hijo adoptivo de Brighton, porque –aunque fue invitado a tirarse del Empire State Building de Nueva York- el apego a su tierra le hizo mantenerse fiel a lanzarse sólo desde la azotea de sus vecinos y familiares más próximos, defensores a ultranza de la casa unifamiliar sin piso de arriba, si bien con opción a sótano.

domingo, 29 de marzo de 2009

AVERÍAS, REFORMAS Y MEJORAS EN EL HOGAR.

Electricidad.

-¿Empresa TodoBombillas? Pues mire -usted que puede- a oscuras una semana que llevamos; hasta que nos dimos cuenta de que estábamos en el armario de la mayorcita, mi Clara, que es muy espacioso. Pero al salir, todo igual de oscuro, y -le digo al abuelo- “esa sonrisa que mantiene usted, como estreñido, va a ser de un calambrazo”. Y entonces, he decidido llamarles por muchos motivos; entre otros porque creo, de verdad, que en casa hay mucha más gente que antes del apagón; se lo digo en confianza.”

Al día siguiente, llega el electricista y desconecta el cable de alta tensión que el cabeza de familia empalmó desde el poste de la esquina a la habitación de arriba. Se encienden muchas bombillas y salen de estampida, efectivamente, unas dieciséis personas que “pasaban por la calle y como no vieron a nadie en la casa…”. Se queda un joven de Jaén, que estudia para notario y tiene previsto pedir la mano de Clarita. Parece formal.

sábado, 28 de marzo de 2009

Microrelato

Empieza por ti.

Ella buscaba a alguien que la quisiera, que supiera cuidarla,
que la sorprendiera con los pequeños detalles de los que está lleno el día a día,
que le regalara momentos de paz en frascos de aceites perfumados
y que conociera, sin temerlos, los puntos débiles de todo su organismo.
No se dio cuenta de lo cerca que siempre había estado de conseguir todo eso
hasta que vio su propia imagen en los espejos reflejada.

POR COMPARTIR.

Desde hace cuarenta años, mi héroe de ficción (ojalá existiera) es Guillermo Brown; el forajido, el outlaw, el proscrito.
En una de sus aventuras con el resto de los proscritos, los hermanos mayores juegan a ser poetas durante un tiempo. El desenlace es, como siempre en la autora Richmal Crompton, simpático e ingenioso. Pero, en medio, surge este poema que comparto por saber si alguien conoce al autor, que en el libro se anuncia como L. Martínez de Ribera. Independientemente de la elevadísima carga de azúcar y melaza que pueda contener, declaro que a mí me encantó.
Ahí va:

Y yo me senté a la puerta,
para que, al pasar, me viera...
Ella pasó... Atardecía
y creí que amanecía 
cuando pasó por mi vera.
Un ramillete de flores
al brazo. En la falda, pomas
y en el seno florecido
juguetes de palomas
que quieren huir del nido.
La boca roja... los dientes
blancos, menudos... El pelo
como si tornasolara
y dos trocitos de cielo
asomándose a su cara.
Yo la miré... Me miró...
adiviné su pesar
y ella adivinó mi pena...
y no se quiso parar
por no dejar de ser buena.
El Sol se cubrió la cara
con la cresta de unos montes.
Ella se alejó de mí...
Yo, soñando en horizontes,
me quedé solo... La vi
como al volver una esquina
volvió los ojos atrás
y miró como se mira
cuando no ha de verse más
a quien se quiere... La ira
se me agarrotó en el alma...
¡La vi por la vez postrera
y ya no la he vuelto a ver!
¡Alma...! ¡Si a verla volviera
la volvería a querer
aunque otra vez la tuviera
que perder... !

PETICIONES DE MANO: ACUERDOS, REGALOS,… (I)

Familias Pujalte-López de Pereda.

Se queda a las cinco y cuarto, pero no se empieza hasta cerca de las cinco y veinte. Este incidente hará que se crucen disparos en la salita. “¡No hay boda, mmcagüen el Aconcagua!”, grita el patriarca López de Pereda, funcionario de aduanas, mientras suelta una granada. Los Pujalte, que saben bien que las manchas de mantequilla sobre el sofá salen con amoníaco, lanzan la tarrina destapada y juran que no volverán a pisar esta casa, la suya. Los novios ignoran qué harán con la media vajilla alquilada. Antes de irse con sus padres, el novio le arroja la mitad a la novia a la cabeza, es decir, una cuarta parte de la vajilla. Ella se defiende bien dándole en el plexo solar con la sopera. Aquí acaba todo, es comprensible. Los horarios hay que respetarlos.

GRANDES BATALLAS DE LA HISTORIA (VIII).

Batalla del Sur de la Manchuria. 1935

 

Los japonésidos venían en cantidad igual a 2 elevado a 17 menos el logaritmo decimal de mil millones, lo cual da un número simpatiquísimo: 131.063 elementos.

Los chinos eran muchos más, pero al venir en fila india sólo se veía al primero y esa fue un gran factor psicológico a su favor, que no valió para nada porque en aquel tiempo se llevaba atacar de perfil, al estilo “cleopátrico”.

Se tiró la moneda y empezaron a pegar los japonésidos, con las dos manos llenas de salsa de soja. Esto irritó sobremanera a los mandos chinos, que dieron la orden de soltar arroz blanco y papas blandas cocidas sobre los enemigos, a los que consiguieron “empapal (absorber)” en dos horas. En lugar de retirarse a reposar el arroz, los japonésidos se fueron a por el segundo: Unos rollos imperiales muy filosóficos pero larguísimos y pesados de soltar. Antes de asentarse su contraofensiva, los chinos soltaron miles de rollitos de primavera con mensajes cortos y claros, fáciles de entregar, a los que sucumbieron los hijos del Sol naciente. Alguno intentó un ataque suicida a base de ensaladas de pescado crudo, pero eran más indigestos de lo que aparentaban.

A la postre, los japonésidos fueron flanqueados por los dos flancos, a base de flanes y más flanes mandarines. Eso los hizo incapaces de reaccionar y se largaron a echar la siesta.

Con la barriga hinchada y el cinturón con dos agujeros más, los representantes del emperador firmaron la rendición ante los chinos. Y un cheque en blanco, por los destrozos del local.

martes, 24 de marzo de 2009

GRANDES BATALLAS DE LA HISTORIA (VII).

Batalla de la misa del gallo.

 

El 24 de diciembre de 2008, fecha sin cicatrizar en muchos de nuestros corazones, se celebró la misa por el eterno descanso del gallo Onofre Malone, vigésimo descendiente en línea directa de la gallería Malone. De hecho, los cuadros de sus antepasados están expuestos en la gallería.

Onofre había despertado a su hora a una generación de granjeros que no tuvo continuidad en sus hijos, unos tipos que se confiaron al despertador mecánico. Si bien al principio convivieron gallo y máquinas, llegó un domingo  en que el animal recibió varios impactos del modelo Arrribahop 234HTD, de acero macizo, al cantar Onofre, imprudentemente, al amanecer del que sería su último día de fiesta.

No hubo dificultades para determinar la causa ni la hora de la muerte.

Y el día de la misa de difuntos, al salir de la iglesia, los bandos defensores de bichos con corbata y grito por un lado y de máquina reloj y radio por otro, se enfrentaron.

Al no haber dónde enchufar los artefactos, los mecanizados se cargaron de pilas cargadas a su vez. En el otro lado, de bolsas de lona emergían gallos de picos y gargantas afilados, con ojos desafiantes llenos de ira.

Antes de la primera escaramuza, rompió a llover como si hubieran abierto los grifos de un quinto piso. En los bolsillos de los poseedores de trastos mecánicos se produjeron chispazos y abandonaron el campo de batalla en desorden. Detrás, picoteándoles las corvas y los glúteos sin ninguna prisa, los gallos dirigidos por Giorgio y Conrado Malone, hijos mayores del finado, volvían de vez en cuando la cabeza para sonreír a sus amos que, sentados y felices bajo el porche de la iglesia, se resguardaban de la lluvia.  

lunes, 23 de marzo de 2009

IDA Y VUELTA.

Le acabo de abofetear y va a dispararme. Paro el tiempo y viajo a diez minutos antes. No ha entrado, cojo su arma y le quito las balas. Si le vuelvo a abofetear ¿será la primera o segunda vez que lo haga? Saca del bolsillo una pistolita como de juguete, y he de volver a parar el tiempo. Retrocedo dos horas, para pensar tranquila. Cojo la pistolita de su mesa, espero la hora del bofetón y se lo zampo. Supongo que la cara reacciona como si nunca antes le hubiera dado el golpe, pero a mí ya me pica la mano. ¿Por qué? Al variar el tiempo según mi punto de observador ¿no cambia para mí? “Ojo”  -me digo- “no sea que esto del viajecito sin respetar fechas me impida hacerme un horario para las comidas”. Tras el tercer bofetón según mis cuentas, él busca bajo el sofá y me apunta con un revólver antiguo de su colección ¡Señor! Harta, pongo el reloj diecisiete años antes. Veo a mi marido desnudo, con ganas de engendrar en nuestra noche de bodas y le suelto un bofetón tremendo, que sí es –para él- el primero. Se vuelve y se duerme. Mi mano arde y me libro de dar en el futuro guantazos que tengo conciencia de haber dado, porque no nace nuestro hijo, incapaz de encajar que venga borracha y le abofetee al abrir la puerta cada noche. Esto se complica. Llega mi marido, que no ha hecho el amor conmigo desde el día en que nos casamos, hace diecisiete años. Vendrá de buscar sexo con cualquier furcia. Esto no es vida. Deberíamos tener un hijo, ahora que todavía somos jóvenes.

Maximas Curiosas

Máximas Curiosas

1º No digas todo lo que sabes
2º No creas todo lo que oyes
3º No hagas todo lo que puedes
4º No gastes todo lo que tienes.
 
Porque el que dice todo lo que sabe.
El que cree todo lo que oye,
El que hace todo lo que puede
Y el que gasta todo lo que tiene.

Muchas veces
Dice lo que no conviene,
Hace lo que no debe,
Juzga lo que no ve
Y gasta lo que no puede.


domingo, 22 de marzo de 2009

La Madeja

Hola amigos/as:
Como sabéis, Loren y yo pertenecemos a un Grupo Literario llamado la Madeja.
Hace ya casi un mes tuvimos un recital en el Perro Andaluz por invitación del Cangrejo Pistolero.
Allí estuvimos todos excepto Álvaro. Ahora nos han llegado los vídeos que se grabaron esa noche y es por eso por lo que podéis vernos recitar y montar el numerito.
Nos tenéis el Youtube con el nombre Noche 74. La madeja.
Espero que lo disfrutéis y, sobre todo, que no dejéis de hacer vuestros comentarios. Así nunca dejaremos de crecer.

Besos y abrazos para todos/as.

CAPÍTULO FINAL.

Mi personaje estaba a punto de ser redondo. La trama de mi novela había conducido al relato a un punto irreversible, claro para cualquier lector. El villano resultaría ser Homónimo J. Skinner, el padre del policía que investigaba el caso. Y el último capítulo, a las once de la noche del domingo, fluía como un río hacia su última catarata.

A las once y cinco minutos recibí una llamada. Era mi hermana. Alguien a quien nunca he podido negar nada.

-Estoy en un apuro. Necesito que vengas.

A las once y veinte me reuní con ella. A las once y veintiuno me encontraba en un cuarto oscuro, frente a una luz que me cegaba, con las manos atadas a una silla. En el silencio de la noche, una voz se dirigió a mí:

-No sé quién te ha podido ir con esa mentira. Pero te aseguro que no he sido yo.

Era la voz de mi personaje. Era Homónimo J. el que me daba información. Y era de primera mano. Comenzaba a acostumbrarme a la luz del local.

-Juraría que en el capítulo sexto te reuniste con la víctima a solas en aquel parque, –le dije.

-En realidad, estamos aquí para que sepas la verdad, -interrumpió mi hermana, de pie junto a la mayoría de los personajes de mi novela–. Se trata de  Parásito J. Skinner, el hermano gemelo de Homónimo. Él la mató, como parecía claro en el capítulo siete, pero la verdad se te difuminó y ahora estás a punto de condenar a un inocente.

Allí mismo redacté el final del capítulo con las modificaciones. Al estar todos presentes, incluso Parásito J., el auténtico culpable, fue todo más fácil.

La novela fue un éxito. Sigo aquí, en el tugurio, a la espera de que alguien venga a liberarme. Mi hermana gemela fue quien presentó el libro y firmó miles de ejemplares. 

EL DERRIBO


Aparcó enfrente. Quería llegar hasta allí sola, para que ninguna mirada, ningún comentario la distrajera de sus sensaciones.

Al bajar del coche notó cómo el pulso se le aceleraba: ya no estaba allí; como si nunca hubiera existido; únicamente el color de las paredes de lo que hasta ahora había sido la casa, el hogar donde se crió, donde nació Elena, su hermana. Fue en ese cuarto pintado de azul, el de sus padres, donde la oirían llorar por primera vez.

Y ya no quedaba nada; nada del lugar que fuera testigo de los juegos en el patio, de las ilusiones de su adolescencia, de la felicidad que la había anegado con la llegada de su primera carta de amor, de su primera cita, de sus primeros besos…

Ya no quedaba más que un puzzle, una especie de adivinanza en la cual acertar qué trozo de todos los que ahora, cualquiera que pasara podría llegar a ver, perteneció a cada una de las estancias que dieron cobijo a su vida durante treinta años y que siempre le quedarían en la memoria como escenario principal de sus recuerdos.

lunes, 16 de marzo de 2009

TRANQUILO, MAESTRO.

-Pero maestro,  hágale u dígale  usté argo ar bicho, que tós tenemos cosas que hasé en casa.

-Ya, ya mismo voy,  Emeterio,  ya mismo se lo pongo claro.

En la Plaza de la Maestranza, primer día de la feria de abril, Chabacanito toma la alternativa y la gente al principio ha comprendido su toreo de calma y sosiego, de parada y pausa, pero son las once de la noche y no queda ni un alma entre el público. Abajo, en la arena, solos están el toro Damocles II y el diestro, aunque es zurdo. Cerca, en la barrera, su fiel subalterno, Emeterio Román, que le ha guiado en su carrera, con su sabiduría y su paciencia, su tenacidad y capacidad para buscarle esta gran corrida, donde iba a dar el gran paso como matador de toros. Iba.

El hombre no se decide y el toro, dormido, se tumba junto a unas tablas confortables. Finalmente, Emeterio y Chabacanito le echan un capote por encima, no sea que coja frío. Salen los dos por la puerta del Príncipe, imposible de cerrar desde hace un mes por culpa de una bisagra sin reparar.

-Tienen que traerla de Madrí, explica el hombre de confianza del torero.

-Ya, ya, me hago a la idea, -responde desde el fondo de su alma el llamado a copar las tertulias taurinas de los próximos diez años, mientras buscan un sitio abierto para cenar.

 

HORAS CONTADAS.

Sala 4. Morgue de París. Un cadáver yace frío sobre la camilla, a la espera de que alguien lo raje. Número 66.214: Mujer blanca, de unos treinta años, pelo negro rizado y uñas largas y esmaltadas. Pesará unos sesenta kilos, es/era alta. Presenta heridas de bala. Una tubería gotea con el ruido de un sonar submarino, nota aguda al final. El bisturí se acerca. A un par de milímetros del corazón sin latir, la hoja se detiene. El forense deja caer el escalpelo, que choca metálicamente contra la losa, acompañando a un grito de desesperación: Ha vuelto a dejarse la ropa dentro de la lavadora. Sabe lo que pasará si su esposa le descubre. Echa a correr como un poseso y antes del final del pasillo su ayudante le grita desde la sala: ¡Piegg, no coggas, sivuplés; es la última de hoy y nos vamos. Hasló pog mí! Pierre se detiene y, apoyado en la pared, hace gestos a su ayudante, que le ve volver despacio a la tarea. Pero por dentro sabe que, después de lo del pantalón sin doblar del martes pasado, es cuestión de horas. Mira el informe sobre la cabeza de la mujer y, tras los datos personales, puede leerse “Disparos a quemarropa. Hallada por sus suegros sin peinar dos veces en un mismo año”. 
“Es lógico”, piensa, “Ella se lo ha buscado”. 

El cuento de "La princesa cautiva"

Y la princesa, harta de esperar un caballero que la rescatase de aquella torre en la que la habían encerrado, decidió poner remedio a su situación.
Había leído muchas historias al respecto, pero ninguna la convencía, así pues, se quitó la corona y con la brillante estrella dorada que tenía al frente, logró forzar una gran caja de herramientas que encontró tras una gran cortina. Semanas estuvo trabajando para construir una escala con el somier de su cama, y las puntillas que iba quitando a todos los muebles.
Cuando estuvo lista, aprovechó la noche para huir mientras el guardián dormía.
Como era muy mañosa, logró arrancar el 4x4 puenteando y así puso kilómetros de por medio.
En su huída, recogió a un stopista del que se enamoró. Pero no se casó porque no quiso y lo puso a trabajar en su cocina mientras ella acababa el máster que había empezado siendo cautiva. Y colorin… Fin

domingo, 15 de marzo de 2009

Hacer de tripas corazón

Te odio porque sí, porque quiero
y porque me da la gana.

Te odio,
porque ocupas a diario ese espacio intermedio
que hay entre el dormir y el despertar,
momento que la mente no recuerda
pero que marca el ritmo de tu vida
para el resto del día.

Te odio,
porque eres la última imagen antes de cerrar los ojos
y después de abrirlos en cada parpadeo.

Te odio,
porque el acorde de tu voz
adorna todos los ruidos de la calle
que entran en mi habitación desde la ventana.

Te odio,
porque soy capaz de encogerme con un escalofrío
que me recorre desde la planta de los pies hasta la nuca
sabiendo de sobra que aun tus manos no se han atrevido a acariciarme.

Te odio,
porque no puedo sostenerte la mirada
hasta el punto en que no sabría decirte, si me preguntas,
de qué color son tus ojos.

Te odio,
porque que me hagas esperar tú
me indignas más que me haga esperar cualquiera.

Te odio,
porque aparentemente tengo razones para odiarte
pero con todos estos argumentos
yo prefiero amarte.

sábado, 14 de marzo de 2009

EMOCIONES

Tras largo invierno
llega la primavera,
abro la ventana
trina un pajarillo
haciendo el nido.
Me emociona su canto
y lejos me transporta
quisiera volar y posarme
en el árbol para mirar
aquellos hermosos campos
que quedaron lejos,
los veo con la imaginación
cuajados de flores,
prados muy verdes
con rojas amapolas,
manto que bordaron
las bellas margaritas;
corren cristalinos riachuelos
alegrando la vista
dulcificando el oído,
murmullo de agua
que da vida.
Sigue el pajarillo
construyendo su nido
disfruto contemplándolo
y lleno mi alma
de esperanza nueva.
Siento que todo
en mi alrededor
es un canto lleno de vida.

jueves, 12 de marzo de 2009

Oniria

"Anoche cuando dormía soñé,
¡bendita ilusión!"
(Antonio Machado. Glosa LIX)


Acúname que quiero dormir.
Cerremos los ojos juntas y soñemos.

Ven hada
y te llevo a la grupa de mi caballo blanco
hasta la fuente fresca donde salta, baila y canta
el agua traviesa.

Camina conmigo hada
y te paseo por esa plaza,
azulejos verdes y grana,
donde desde mi niñez me hice muchacha,
contemplando pasar los soles, esperando el amor,
desde las rejas de mi ventana.

Acércate hada
y te aupo para que cojas
del limonero flores blancas
y así te conviertas en onírica belleza perfumada.

Te has marchado hada
y ya no quedan ángeles ni doncellas dulces que guarden mi cama
pero aún sonrío
porque en el duermevela de mi mañana
suena una cancioncilla que a mi recuerdo reclama:
pegasos, lindos pegasos, caballitos de madera...

Microrelato

Y él, que consideraba insuficientes sus dos brazos,
pidió a cualquier Dios que lo escuchara
tener el modo de poder tocar y abrazar todo lo hermoso.
Su deseo le hizo convertirse en un mar.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Haiku


En cada noche
guardo ocultos los sueños
que me robaste

Haiku


El mar me llama
para que yo le cante
coplas del aire

martes, 10 de marzo de 2009

Aventura

Hastiada de treinta años de lo cotidiano, se decidió por fin a vivir una aventura. Se apuntó a un viaje sola, sin marido ni hijos que la obligaran a seguir sus horarios y sus gustos. De alguna forma ahora se llevaba y no se veía tan raro. Eligió destino: Petra. Siempre había querido ir a Egipto y su esposo sólo ponía inconvenientes.
El viaje fue tranquilo. Incluso se permitió coquetear un poco con su compañero de viaje que la hizo sentir de nuevo bonita, pero sin permitirse ninguna licencia. Al llegar al hotel un extraño pavor recorrió su cuerpo. Intentó sobreponerse y salir con la excursión prevista para las siete de la mañana del día siguiente, pero le fue imposible tras una noche en blanco. Se quedó acurrucada en su cama de hotel. Lo mismo sucedió durante los seis días siguientes. El séptimo y último día por fin pisó Petra.
La emoción la desbordó de tal manera que se quedó allí eternamente.

Editorial de Marzo.

En este mes de Marzo, con las primeras calores, voy a copiaros un fragmento de La historia Interminable, de Michael Ende:

"Las pasiones humanas son un misterio, y a los niños les pasa lo mismo que a los mayores. Los que se dejan llevar por ellas no pueden explicárselas, y los que no las han vivido no pueden comprenderlas. Hay hombres que se juegan la vida para subir a una montaña. Nadie, ni siquiera ellos, puede explicar realmente por qué. Otros se arruinan para conquistar el corazón de una persona que no quiere saber nada de ellos. Otros se destruyen a sí mismos por no saber resistir los placeres de la mesa... o de la botella. Algunos pierden cuanto tienen para ganar en un juego de azar, o lo sacrifican todo a una idea fija que jamás podrá realizarse. Unos cuantos creen que sólo serán felices en algún lugar distinto, y recorren el mundo durante toda su vida. Y unos pocos no descansan hasta que consiguen ser poderosos. En resumen: hay tantas pasiones distintas como hombres distintos hay.
La pasión de Bastián Baltasar Bux eran los libros.
Quien no haya pasado nunca tardes enteras delante de un libro, con las orejas ardiéndole y el pelo caído por la cara, leyendo y leyendo, olvidado del mundo y sin darse cuenta de que tenía hambre o se estaba quedando helado...
Quien nunca haya leído en secreto a la luz de una linterna, bajo la manta, porque Papá o Mamá o alguna otra persona solícita le ha apagado la luz con el argumento bien intencionado de que tiene que dormir, porque mañana hay que levantarse tempranito...
Quien nunca haya llorado abierta o disimuladamente lágrimas amargas, porque una historia maravillosa acababa y había que decir adiós a personajes con los que había corrido tantas aventuras, a los que quería y admiraba, por los que había temido y rezado, y sin cuya compañía la vida le parecería vacía y sin sentido...
Quien no conozca todo eso por propia experiencia, no podrá comprender probablemente lo que Bastián hizo entonces..."

Y es que Bastián, en vez de robar al señor Koreander el libro que tanto lo atraía, se fue a un ciber a echarle un vistazo a nuestro blog. Para perderse en los cajones llenos de historias que conforman paraleernos.
Disfrutó de un par de poemas sabios de Paquita, sonrió con un cuento de Gabriel. Viajó por las fotos y letras de Beli, por los dibujos y puertas de Loli. Se enamoró de un textito con maletas de La Rubia, sintió un chispazo con un microrelato de Inma. Y traspasó el espejo con tacón y zapatilla de la mano de Isa.
Después, al ver entrar la luz de Marzo desde la calle, salió del ciber y volvió a la librería. Mangó su libro y luego, extasiado, se tumbó a leer en la hierba del parque María Luisa, por ejemplo, rumbo a Fantasía. Pensó que el desván podía esperar sin peligrar el curso de la historia. Y apuró, junto a un árbol, hasta la última gota de luz.


lunes, 9 de marzo de 2009

ADALID.

-No puede ser, -dije tajante-

que se me cuele usted así,

que pase antes.

Para comprar un bogavante

se lo juro, llevo aquí

mucho más tiempo que bastante.

 

Así le hablé sin la menor

duda ni aspecto vacilante

a la dueña de la mejor

pareja de ojos, desbordantes,

que amenazaban con desbor

darse de lágrimas brillantes.

 

Aunque no tuve que dejar

que sus dos perlas resultantes

dijeran que debía pasar

yo después de ella, ella delante.

Porque lo dijo como un trueno

un tipo alto muy galante,

que soltó “¡bueno pero bueno,

¿hoy ya no hay caballero andante?

 

Estaba justo por comer

me el genio por... prudencia,

y, arrinconado ir a ceder

mi  puesto dada la sentencia,

cuando hizo acto mi mujer

nada menos que de presencia.

 

Reconoció al interventor

de los bramidos increpantes,

de marido y progenitor

de los hijos de la causante,

en un sainete del mejor

pícaro siglo de Cervantes.

 

Y los largó al final del fin

de la cola de los pescados,

a donde fueron como sin

pudor y llenos de pecados,

del Edén al último confin

Eva y Adán  fueron largados.

 

Recios aplausos y algún ¡bravo!

fueron el trato resultante

a mi mujer, por su desplante;

y si no obtuvo oreja y rabo

sí salió por la puerta grande.

domingo, 8 de marzo de 2009

CARTA DE AMOR

Te conocí una noche de febrero. No hacía frío, al menos yo no lo sentía, sería debido a mi juventud.
Te encontré de fiesta, no sé qué se celebraba pero todo resplandecía iluminado y reinaba gran alborozo por doquier.
Buscamos alojamiento pero hoteles y pensiones se hallaban ocupados debido a la fiesta .
Pasamos la noche en casa de unos amigos. Desde el primer encuentro me sentí atraida por tu encanto, de tal manera calaste en mí, que a pesar de los muchos años transcurridos nunca te he olvidado. 
Fueron tres los que viví junto a ti y con los tuyos, tres años preciosos de mi vida, en los cuales aprendí mucho; sobre todo, me enseñaste a vivir junto a otras culturas, otras religiones y a comprender que no somos tan distintos los seres humanos unos de otros, lo importante es respetar y comprender a los que son diferentes y que los sentimientos son lo que nos iguala.
El atractivo que sentí fue recíproco ya que tu gente me abrió sus puertas y en más de una ocasión me demostró su cariño. Disfruté en aquel tiempo, de las mañanas yendo a la Medina para hacer la compra del día, y me encantaba escuchar a los vendedores pregonar sus mercancias y pasar con los borriquillos por sus estrechas calles. También pasé ratos agradables, cuando me adentrabas en fiestas propias de tu cultura con las que en más de una ocasión creí estar viviendo cuentos de las mil y una noches. También paseamos algún domingo por tus playas y tantas y tantas cosas agradables vividas junto a ti difíciles de olvidar. 
Hace unos años volví a reencontrame contigo, experimenté una gran emoción al verte de nuevo, y a pesar de que ni tú ni yo estamos como entonces - ya que los años nos han cambiado-
me sentí tan fascinada como entonces, recordé a tus hijos, Fátima y Abdelkader, a CHacor, todos buenos amigos. Si querida Tetuán, a ti va dirigida esta llena de cariño y ternura para ti y tus gentes, posiblemente no volvamos a encontrarnos, pero tu recuerdo siempre me acompañará, recibe esta carta que con mi amor te dedico.
    Paquita Ortiz Navarrete.

Un paseo por nuestra ciudad
















Hoy me he sentido turista en mi ciudad. La he recorrido desde primeras horas de la mañana, cuando aún sus calles guardaban el silencio de las primeras luces del día. La he visto bostezar, ir abriéndose lentamente al abrazo del sol. Sevilla está preciosa, para pasearla, disfrutarla, dejarse envolver por la melodía del agua en sus fuentes, el olor de los naranjos en su Placita de Doña Elvira... He paseado despacio, sin prisas, disfrutando de esos rincones que tantas y tantas veces he visto, pero que aún hoy me siguen enamorando, asombrando, atrayendo.
En mi paseo, he disfrutado mucho con las dos exposiciones de esculturas en la calle, una de ellas,la de Ripolles (para mí la más divertida, mi poco conocimiento de arte solo me lleva a utilizar ese adjetivo) y la de Berrocal, algo más sobría para mi gusto.
En dos días, Sevilla me ha ofrecido una inyección de alegría, de ganas de vivir, de sentir, de soñar, que aquí estoy para compartirlas con todos vosotros.El viernes, de foma casual, sin premeditación ni alevosía pero sí con una gran suerte, fui al teatro. En el Lope de Vega están representando estos días la obra "Fugadas", con las actrices Maria Galiana y Rosario Pardo. Genial. Me reí como hacía años que no me reía. Salí nueva, rejuvenecida, con una liposucción hecha de melancolía y lloriqueo barato. Me quedé con ganas de seguir riendo. Luego, paseé la noche de Sevilla y allí me encontré con las exposiciones que anteriormente os he nombrado. Id a verlas de día y de noches, por lo menos la de Ripolles se convierte en dos exposiciones en una.
¡¡¡Ah, se me olvidaba!!!, a esta obra tal vez os cueste ir a verla al Lope porque están agotadas las entradas, pero bueno, podéis intentarlo, tal vez algún loco se haya arrepentido a última hora, pero lo que no debéis dejad de ir es a "un dios salvaje" que la pondrán del 31 al 4 de abril.
Bueno que no os cargo más con mis crónicas viajeras, aunque esta vez sean desde aquí mismito. Un beso. Os dejo algunas fotos para ver si os animáis.

sábado, 7 de marzo de 2009

INFORMACIÓN FERROVIARIA.

-Mucha atención  a los tontos de la semana, por favor: Los que se creían que iban a subir al tren por el andén seis, número seis, que no suban y salgan corriendo para intentar subir por el andén siete, número siete, número primo y bonito, que está justo al otro lado de la estación. Ah, y se me olvidaba: ¡DING, DONG, DING, DING!

Maldiciones. Algunas en suizo. Una en camerunés. Muchísimas en alemán.

-Más atención a los giliboinas que han comprado y pagado su billete: Tienen que pagar un plus de fealdad después de haberlos visto pasar por el monitor delante de este puesto. Algunas deberían asesinar lentamente a su peluquero. Ay, joén, que siempre se me olvida: ¡DING, DONG, DING, DING!, y eso que llevo aquí desde que se abrió esto, cuando lo de los carruajes, tiene guasa la cosa.

Pelotazos en las ventanillas con papel de aluminio hecho bolas. Más maldiciones. Las más curiosas en chipriota del siglo XVI.

-Se comunica a los que han cruzado la vía por ahorrar tiempo que tienen que pasar por la ventanilla dos, luego la tres y después la ocho para recibir bofetones de los que trabajamos aquí. Y es que las imprudencias se pagan, cohone ya.

            -Como va a salir un tren, cierro de momento, ¡ay, esperarse!, ¡DING, DONG, DING, DING!, la ventanilla para celebrarlo y parar para comer. No sé a dónde va, pero yo me montaba, sobre todo los que están aquí desde el lunes. Vía nueve, nueve, múltiplo de tres. Hasta luego, y no perder la fe, sustituto eterno de la paciencia. Ni olviden recomendarnos, que aquí se hacen muchas amistades. Más de un matrimonio se ha fraguado en estas salitas de espera. Taluego. ¡Uy, sí!: ¡DING, DONG, DING, DING!

jueves, 5 de marzo de 2009

CORRECCIÓN.

A Joaquín Heras le faltaba un mes para jubilarse como oficial de mantenimiento de la sede del Palacio de Justicia y soñaba con viajar junto a su mujer por toda Europa. ¡Estoy segura de que nos acompañará tu maletín de herramientas!, gritaba Malena sonriendo.

Ahora sería imposible.

A pesar de darse cuenta de su equivocación, Fidel Moreno disparó con rabia a todo lo que se movía en el piso donde entró, después de echar la puerta abajo. Y allí, en su propia casa, sólo se movía Malena.

Desde la segunda fila de la zona habilitada para el público, Joaquín Heras observaba toda la sala, para terminar con la mirada fija en Fidel Moreno, el acusado del juicio. Era el día del veredicto, de la sentencia donde Fidel Moreno saldría, con casi total seguridad, absuelto.

Y así fue.

El juez se levantó y mandó desalojar la sala.

Sin mover un músculo, Fidel sonrió a Joaquín. Sin gesticular ni abrir la boca, le decía, poco más o menos, que así son las cosas, que hay daños colaterales, aunque sean fruto de la frustración de no acertar con el piso correcto donde matar al amante de su chica. Que estaba ofuscado y no miró bien el número de la puerta.

La sala se quedó vacía. Sólo ellos dos, Joaquín y Fidel, permanecían aún dentro.

Cuando Fidel hizo el gesto de levantarse, de todas las puertas de la sala cayeron rejas que se clavaron en el suelo como puentes levadizos y las luces se apagaron junto con su sonrisa, aunque no fuera un hombre que se dejara intimidar con facilidad.

Fuera, ni la policía ni los hombres de Fidel eran capaces de entrar.

En la penumbra, Joaquín se levantó despacio, cogió su maletín de herramientas y se dirigió hacia el asiento de los acusados, donde Fidel seguía sentado, sin ser capaz de moverse.

Desde fuera, el juez gritaba para detener aquello. Pedía herramientas, armas de fuego, cualquier cosa que detuviera a aquel loco. Al comprobar los hierros macizos y el cristal blindado que lo respaldaba, dejó de gritar y bajó los brazos.

-¿Es que vas a matarme, así, a sangre fría? –preguntó Fidel-, y ahora sí dejó ver en su cara un movimiento más parecido a una sonrisa de complicidad. Una broma, poco más o menos.

-No, claro que no –le corrigió Joaquín, abriendo su maletín de herramientas-. Pero te juro que contaré las veces que me  pidas que lo haga.

 

miércoles, 4 de marzo de 2009

COMPLEJOS


En la puerta había una gorra negra. Y por más que la invité a que pasara, no llegué a conseguirlo. Me dejaba entrever su angustia al imaginarse rodeada, en el interior de casa por mi familia, todos sombreros de copa.























No sé si seré capaz de transmitir en fotografias mi viaje a Copenhagen; probablemente no, pero...
Ahi os envío algunas de las imágenes captadas por mi cámara. Esa ciudad nórdica, con un tiempo invernal, la guardaré en mi corazón y en mi memoria, como el mayor de los tesoros. ¡Qué suerte querer y que te quieran!¡Qué suerte compartir momentos!

EN UN DESCUIDO.

Me sentí libre al tirar mi fusil a los pies de un soldado enemigo, que me apuntaba a la cabeza. Al darle la espalda, oí cómo él también dejaba caer su arma.

Durante años, nos hemos escrito sin conocer nada más que nuestros nombres. Y al final de cada carta volvemos a recordar que, al regresar para vaciar de munición los dos fusiles, faltaba una bala de cada uno. Dos niños de un pueblo cercano llegaron antes y, en sus juegos, cada uno puso una cerca del corazón del otro.

En el bolsillo de la camisa.

MARCALIBROS.

Los tres comenzamos a leer el mismo libro, sacado de la biblioteca: Mamá tenía siempre su marcalibros muy por delante de nosotros y mi hermana y yo nos esforzábamos por alcanzarla, hasta el día en que, sin leer apenas nada durante una semana por trabajo, vimos que su marcalibros indicaba una página mucho más adelantada.

Triunfalmente, le hicimos ver nuestro descubrimiento de su trola al día siguiente, en el desayuno.

            Ella tiró de su marcalibros y nos lo mostró: “Voy por la página 114”, pudimos leer escrito a mano por ella. Y lo volvió a guardar de nuevo al azar, en cualquier página

martes, 3 de marzo de 2009

DE SOMNUS INTERPRETATIO.

El martes día dos de marzo de 2009, entre las tres y las tres y cuarenta horas de la madrugada, tuve el siguiente sueño:

Mientras esperaba turno para el arreglo de mi reloj carillón de pulsera, sólo cambiar pilas y pulir el péndulo, una señora me recriminaba el color chillón de mi camisa, lo cual gritó sin parar hasta las tres y diez, hora en que mi mujer, al volverse, me metió un dedo en el ojo. Exclamé sin salir de la cola que reparar mi carillón de pulsera me iba a salir por un ojo de la cara y la señora, muy bien vestida de charol negro, huyó de mi sueño. Accedí al mostrador del relojero y éste, completamente bronceado, comentaba la separación de su cuñado Ernesto, sin caer en que yo la conocía bien, pues Ernesto es mi vecino y se viene por las tardes a merendar y ver el telediario que le grabo. Si no es porque mi mujer, al volverse, me recriminó no haber sacado la basura, el relojero no se habría callado, cosa que hizo a eso de las tres y treinta horas de mi sueño, sin retirar unas cáscaras de kiwi de su sombrero. A las tres treinta y cinco, traté de pagar en efectivo y mi mujer, en un cambio de postura increíblemente ágil, me dijo “no cambies, chato”, por lo que pagué con tarjeta el trabajo al relojero, unos quinientos cincuenta mil euros con seis céntimos aproximadamente. A las tres cuarenta, me desperté para acostarme. Mi mujer seguía dormida, pero se levantó también del sofá de madera.

El miércoles día tres de marzo de 2009 no tomé fabada con caracoles para cenar. De resultas, soñé con una solución numérica muy sencilla al problema cuántico homotofoxílico de la galaxia Chenchi 2, un problema dificilísimo que me quitaba el sueño.

lunes, 2 de marzo de 2009

Y quédate con todo lo demás.

No te pido devolver

me el gabán o el pañuelo

que tú te llevaste ayer,

al levantarte del suelo

borracha. No puede ser

declararte mis desvelos

por siempre, si es menester,

y te agarres por los pelos

con mi madre, sí mujer,

y en un minuto meter

le dos tirones de pelo

recién peinado, joder,

porque mostrase recelo

al no poderse creer

tu amor sincero, Consuelo,

¡si no te tenías en pie!,

¡si te bebiste el pomelo

mezclado con el jerez!

Sólo te pido el gemelo,

pareja par que le per

tenecía a mi abuelo

y no lo quiero perder.