martes, 24 de marzo de 2009

GRANDES BATALLAS DE LA HISTORIA (VII).

Batalla de la misa del gallo.

 

El 24 de diciembre de 2008, fecha sin cicatrizar en muchos de nuestros corazones, se celebró la misa por el eterno descanso del gallo Onofre Malone, vigésimo descendiente en línea directa de la gallería Malone. De hecho, los cuadros de sus antepasados están expuestos en la gallería.

Onofre había despertado a su hora a una generación de granjeros que no tuvo continuidad en sus hijos, unos tipos que se confiaron al despertador mecánico. Si bien al principio convivieron gallo y máquinas, llegó un domingo  en que el animal recibió varios impactos del modelo Arrribahop 234HTD, de acero macizo, al cantar Onofre, imprudentemente, al amanecer del que sería su último día de fiesta.

No hubo dificultades para determinar la causa ni la hora de la muerte.

Y el día de la misa de difuntos, al salir de la iglesia, los bandos defensores de bichos con corbata y grito por un lado y de máquina reloj y radio por otro, se enfrentaron.

Al no haber dónde enchufar los artefactos, los mecanizados se cargaron de pilas cargadas a su vez. En el otro lado, de bolsas de lona emergían gallos de picos y gargantas afilados, con ojos desafiantes llenos de ira.

Antes de la primera escaramuza, rompió a llover como si hubieran abierto los grifos de un quinto piso. En los bolsillos de los poseedores de trastos mecánicos se produjeron chispazos y abandonaron el campo de batalla en desorden. Detrás, picoteándoles las corvas y los glúteos sin ninguna prisa, los gallos dirigidos por Giorgio y Conrado Malone, hijos mayores del finado, volvían de vez en cuando la cabeza para sonreír a sus amos que, sentados y felices bajo el porche de la iglesia, se resguardaban de la lluvia.  

2 comentarios:

Isa dijo...

Ya no sé qué más puedo decirte que no te haya dicho antes. Cómo se le puede sacar tanto partido a la idea inicial de la tradicional Misa del Gallo, para convertirla en algo tan rocambolesco y subrrealista como esto. Insuperable, como de costumbre.

Anónimo dijo...

¡¿Una gallería?!
Claro, es lo suyo.