lunes, 23 de marzo de 2009

IDA Y VUELTA.

Le acabo de abofetear y va a dispararme. Paro el tiempo y viajo a diez minutos antes. No ha entrado, cojo su arma y le quito las balas. Si le vuelvo a abofetear ¿será la primera o segunda vez que lo haga? Saca del bolsillo una pistolita como de juguete, y he de volver a parar el tiempo. Retrocedo dos horas, para pensar tranquila. Cojo la pistolita de su mesa, espero la hora del bofetón y se lo zampo. Supongo que la cara reacciona como si nunca antes le hubiera dado el golpe, pero a mí ya me pica la mano. ¿Por qué? Al variar el tiempo según mi punto de observador ¿no cambia para mí? “Ojo”  -me digo- “no sea que esto del viajecito sin respetar fechas me impida hacerme un horario para las comidas”. Tras el tercer bofetón según mis cuentas, él busca bajo el sofá y me apunta con un revólver antiguo de su colección ¡Señor! Harta, pongo el reloj diecisiete años antes. Veo a mi marido desnudo, con ganas de engendrar en nuestra noche de bodas y le suelto un bofetón tremendo, que sí es –para él- el primero. Se vuelve y se duerme. Mi mano arde y me libro de dar en el futuro guantazos que tengo conciencia de haber dado, porque no nace nuestro hijo, incapaz de encajar que venga borracha y le abofetee al abrir la puerta cada noche. Esto se complica. Llega mi marido, que no ha hecho el amor conmigo desde el día en que nos casamos, hace diecisiete años. Vendrá de buscar sexo con cualquier furcia. Esto no es vida. Deberíamos tener un hijo, ahora que todavía somos jóvenes.

4 comentarios:

inma dijo...

Jo Gabriel, ¡q paranoia!Tanta sofisticación teniendo una máquina del tiempo y todo lo resuelve a golpes o con abstinencia. Yo que el marido me hubiera divorciado tras la noche de bodas.ja, ja, ja.

Isa dijo...

Ja, ja, ja. ¡Quién tuviera ese relojito! ¡Qué bueno, hijo!

Paquita dijo...

buen trasiego de bofetadas imaginarias, alguna si que le deberia de haber dado al mariddo por tanta abstinencia..besos Paquita

Anónimo dijo...

Qué cachondeo más grande, jaja, y al final, cuernos forzosos por abstinencia, qué chorro hostias.