miércoles, 16 de septiembre de 2009

Plagas (y 9)

Oscuridad.

Esta plaga no es fácil de ver. Nadie consigue explicarla con claridad y pocos arrojan un poco de luz sobre el asunto. Mandan la mayoría de las veces a gente con pocas luces para entenderla y, como poco, hay que ponerse las pilas para intentar disolverla. Es fuente de gran movimiento para el dinero negro y para preguntas básicas como “y estas dos cosas tremendas que estoy tocando sin poder evitarlo, aquí a oscuras en el ascensor, ¿de quién qué serán?”.

La plaga, extensible a más de la mitad de nuestro tiempo, se ataca con interruptores, linternas, cerillas y soles cercanos, ordenados de mayor a menor gasto.

Dilata las pupilas como algún que otro yerbajo y no tememos quedarnos a dos velas.

Agudiza los cuatro sentidos restantes y nos hace dependientes de los ciegos, con los que tantas veces decíamos no tener nada que ver en este asunto.

Iguala los dos ojos de los piratas, que sin el parche pueden tomar el aire y refrescarse las ideas sin temor a que alguien quiera copiárselas echando una miradita.

Elimina reparos, pudores y tiempos perdidos en los sucesivos asaltos de cama, si bien se recomienda evitar caídas de la misma y acabar en el pasillo, tirando por el camino perchas, cuadros y jarrones valiosos.

La oscuridad elimina razas, raseros y razones, roces y rezos y pone la piel de gallina a todo el ser humano. La hace más sensible, busca cualquier caricia, mientras que la deslumbrante contrincante se preocupa de buscar sólo las diferencias y sembrar distancias.

La oscuridad siempre sorprende, se lleva la fealdad y trae la mayor complicidad. Y, digan lo que digan, establecer un par de asaltos de verdadera lucha libre compartida se multiplica por mucho si la ardiente oscuridad nos envuelve. Entonces buscamos con más afán los brazos que nos cobijen.

Por eso no huyo de esta plaga, aunque se crezca por las noches y me engulla. Aunque no sepa cuánto tiempo me condenará a esperar el brillo de los ojos que me mantienen vivo. Bueno, ésa es otra historia.

Plagas (8)

Langostas.

Surgió la bulla en una cena no consumada por no consumida. El menú propuesto por Cándida Faltona para su familia en su flisogésimo aniversario era el siguiente:

De primero, galletitas marroncito claro. Pan, picos, agua y servilletas, cubiertos incluidos.

De segundo, sal, pimienta, aceite y vinagre, salsas mahonesa y bechamel y más pan para mojar el pan y agua para desentrombonar el esófago.

De tercero, langostas. Así, como suena.

Y fue que todos los invitados, soltando los puñales traídos para ensartar a Cándida y decorar después su cadáver, se sentaron alborozados a la mesa agarrando con fuerza sus monodosis de condimentos servidos por los camareros Esteban Deja y Vicente Nedores.

Y fue verlos sentados, con la paulóvica saliva esperando un manjar conocido por su carne marinera y tierna, sabrosa y aromática, que Cándida mandó abrir al mismo tiempo las cuatro ventanas del salón para que por ellas se colara el grueso de los setecientos mil millones de insectos voladores, zumbones y devoradores con los siguientes efectos devastadores:

La flor del ojal de Jeremías Paramí, recién cortada esa mañana, desapareció.

El plato de espinacas servido por tercera vez para el niño caprichoso que no hubo con quién dejarlo, acabó limpio como una patena.

La maceta de hierbabuena de la tía abuela de Cándida, doña Bermeja Bones, acabó pelada.

Y, por último la huída despendolada de los familiares, que abandonaron sus perversos planes. Como obsequio, el niño recibió un tuperguare de espinacas con todo su valor nutritivo.

Y ni uno sólo de los pastos o sembrados de las zonas de alrededor quedaron perjudicados o asolados, pues el convenio establecido entre los bichos, unos profesionales, y doña Cándida, contenía con claridad las formas y las fechas de aparición, susto y retirada con pago por horas. En cuanto a su manutención, el menú era el mismo ya mencionado, con un primero y un segundo platos.

HAIKU

La luna cuenta
que en la noche una estrella
le enjuga el llanto

HAIKU

El tiempo engarza
cual collar de diamantes
todos mis sueños

HAIKU

No me parece
que la noche me aguarde
si tú te fuiste

HAIKU

Entre ola y ola
una paz contenida
me hace esperarte