lunes, 25 de octubre de 2010

APUNTES.

Paseo por el campo abierto:

Sensación de libertad y de que me han robado las rejas de la finca.

Paseo abierto por el campo:

Me duelen las piernas. Es una postura ridícula.

Mosquitos:

Dios bendiga a los mosquitos nacidos entre el 234 antes de Cristo y el dos de enero de dos mil diez. A partir de esa fecha, que todos sean maldecidos y utilizados como conejillos de indias para insecticidas muy tóxicos. Aún tengo la señal de la enorme roncha en el deltoides desde la tarde de aquel día.

Bailes regioanales:

Los detesto. Son los realizados con trajes típicos por reyes que mueven el culete de manera improcedente para su rango y el papel que desempeñan.

Desesperación administrativa:

Llevo doce días delante de esta ventanilla sin que se haya abierto ni una sola vez. Tras de mí, dado mi interés, se ha formado una cola de ciento once personas, tan ávidas como yo de que descorran la puerta de cristal y nos atiendan. No nos vale que un tipo con casco nos informe de que falta construir el edificio de oficinas que va pegado a la ventanilla. Le hemos abucheado.

Dietas:

En la camilla, bajo el masajista, trato de comer menos, aunque en la sesión de hoy, al presionar mi omóplato derecho, ha levantado el cerco que su rodilla ejercía sobre mi brazo y he alcanzado el bolsillo de su bata, de donde, limpiamente, he extraído dos chocolatinas de mi marca preferida. Nos hemos reído mucho juntos, pero ha llamado por teléfono a mi esposa y, siguiendo sus instrucciones, me ha golpeado el estómago en cuatro ocasiones, tres con un cubo azul y una cuarta con unas medias llenas de lentejas tiernas.

Adaptación:

Lodovingia de Atienza, terminado su ataque de catalepsia por alquimia, se despertó en la segunda mitad del siglo XX, recordando perfectamente haber nacido en 1555. Aprendió a conducir, a pagar impuestos y a usar bikini, pero en cuanto vio la armadura de su padre en el vestíbulo del hotelucho que había sido la casa de su prima Almadartania de Utrera, pensó en tomarse la otra mitad de la pócima y esperar otros quinientos años, a ver qué pasaba. Finalmente, al ver el presupuesto que le presentó la funeraria, prefirió ponerse la armadura y tirar para delante, como hacemos todos.

Halloween

Me desconcertó el otro día escuchar, en un noticiario, la recomendación de los obispos de que los católicos, en vez de disfrazarse en Halloween de brujas, demonios o fantasmas, debían hacerlo de “santos”. Ayer comentándolo con una de mis hijas me dijo que no sería mala idea ir de santa Lucía, toda de blanco y con unos ojos en un plato, acompañada por su novio disfrazado de san Hermenegildo, esto es, de rey y con un hacha partiendo la cabeza en dos, o de san Sebastián, desnudo y ensartado en flechas ¿Queda eso menos gore? ¿Habrán pensado bien los obispos su recomendación?