viernes, 9 de enero de 2009

Viaje de ensueño

El tren llegó con tres horas de retraso debido al temporal de lluvia y viento. Eran las doce de la noche cuando entró en el vagón y comprobó que iba sola en el mismo.
Se acomodó en el asiento y apoyando la cabeza en el respaldo trató de dormir; le fue imposible, tenía un frío horrible y mucho miedo, el tren emprendió la marcha. A través de ventanilla veía las luces lejanas de algún pueblo que pasaba de largo. Entró el revisor, lo cual le dió un cierto alivio, qué noche de perros, comentó, ella respondio afirmativamente, cuando se marchó sintió más miedo y frío, se acurrucó de nuevo cuanto pudo en el asiento.
De pronto sucedió algo maravilloso, entró en el departamento una persona muy querida a la que creía haber perdido para siempre. Se acercó abriéndole los brazos en los que ella se refugió sintiéndose segura. 
El miedo y el frío desaparecieron, y con el calor de su pecho tan querido se durmió plácidamente. Cuando el tren se fue acercando a su punto de destino, le inundó un gran desconsuelo al comprobar apenada, que sólo había soñado.

FACTOR DE CORRECCIÓN.

Abel Mascajabas compró a su hijo José una docena de lápices iguales. Conteniendo las lágrimas, le rogó que hiciera una utilización simultánea de ellos para que el desgaste fuera lo más homogéneo posible, con la idea de que si un lápiz dura un trimestre según el uso normal, al pasar tres meses estuvieran en buen estado las once doceavas partes de todos los lápices, cuya longitud comparativa, gracias al procedimiento propuesto, se mantendría constante. El destinatario del regalo, presa de un ataque de amor filial, contestó que daría de modo inmediato curso a su petición, realizando el manejo más adecuado que tendiera al resultado previsto, si bien tenía que introducirse un leve factor de corrección en los delicados cálculos hechos a priori por su progenitor: Le encantaba comerse los lápices.