El tren llegó con tres horas de retraso debido al temporal de lluvia y viento. Eran las doce de la noche cuando entró en el vagón y comprobó que iba sola en el mismo.
Se acomodó en el asiento y apoyando la cabeza en el respaldo trató de dormir; le fue imposible, tenía un frío horrible y mucho miedo, el tren emprendió la marcha. A través de ventanilla veía las luces lejanas de algún pueblo que pasaba de largo. Entró el revisor, lo cual le dió un cierto alivio, qué noche de perros, comentó, ella respondio afirmativamente, cuando se marchó sintió más miedo y frío, se acurrucó de nuevo cuanto pudo en el asiento.
De pronto sucedió algo maravilloso, entró en el departamento una persona muy querida a la que creía haber perdido para siempre. Se acercó abriéndole los brazos en los que ella se refugió sintiéndose segura.
El miedo y el frío desaparecieron, y con el calor de su pecho tan querido se durmió plácidamente. Cuando el tren se fue acercando a su punto de destino, le inundó un gran desconsuelo al comprobar apenada, que sólo había soñado.