sábado, 5 de abril de 2008

HAIKU


Al abrazarnos

se nos rinde el invierno

En ti renazco

FERIA

Al salir de casa, la muchacha, linda, nerviosa con su traje de volantes, llevaba consigo el miedo que le paraba la sangre. Mientras subía al tintineante coche de caballos, luchaba por escapar del viento helado que la perseguía, rugía y le hacía apretar los puños hasta clavarse las uñas.

Porque, ¿qué haría si no viene?

En su caseta, mientras se bebía el vino antes del baile, la muchacha no podía contar a nadie que la nieve la ahogaba; que un manto de agua dura y blanca la paralizaba. Unas amigas que reían tiraban de sus manos para hacerla girar, pero ella tenía el aire justo para sobrevivir bajo el peso del frío, y no era capaz de salir al tablao; de modo que la música, al ver su carita blanca, no sonaba para ella.

Apenas podía luchar; una pena, que parecía capaz de acabar con ella, la asfixiaba de frialdad; y todavía sin poder bailar. Porque a nadie más el primer baile. Con ningún otro.

Así que abrió los ojos, lo vio entrar echando a volar el sombrero; se agarró el vestido, gritó a las guitarras que arrancaran y comenzó a girar como un torbellino, un ciclón de quince años que llevó a que los presentes vinieran a su compás, sobre todo él, que acababa de mirarla.

Su sangre volvió a encenderse y pudo sentir la nieve separarse de ella. Su cara  rescató la sonrisa cuando la danza le hizo rozar los brazos de su pareja y al aire le dio por correr a sus pulmones; por las ventanas, el Sol ayudaba a derretir su corsé de hielo.

No paraba de bailar y la risa se le desbocaba. Al mismo tiempo que se acercaba el instante de fundirse en su primer abrazo, se ayudaba furiosa con cintura, pies y manos a salir del alud. Y se sabía ganadora.

En los últimos giros del baile, una sola vida y el despertar al beso. Los dos corazones se ponían de acuerdo para seguir bailando y el Sol se quedó allí para celebrarlo y cuidar de los enamorados.

El frío se fue rabiando de la Feria de Sevilla.