domingo, 22 de marzo de 2009

EL DERRIBO


Aparcó enfrente. Quería llegar hasta allí sola, para que ninguna mirada, ningún comentario la distrajera de sus sensaciones.

Al bajar del coche notó cómo el pulso se le aceleraba: ya no estaba allí; como si nunca hubiera existido; únicamente el color de las paredes de lo que hasta ahora había sido la casa, el hogar donde se crió, donde nació Elena, su hermana. Fue en ese cuarto pintado de azul, el de sus padres, donde la oirían llorar por primera vez.

Y ya no quedaba nada; nada del lugar que fuera testigo de los juegos en el patio, de las ilusiones de su adolescencia, de la felicidad que la había anegado con la llegada de su primera carta de amor, de su primera cita, de sus primeros besos…

Ya no quedaba más que un puzzle, una especie de adivinanza en la cual acertar qué trozo de todos los que ahora, cualquiera que pasara podría llegar a ver, perteneció a cada una de las estancias que dieron cobijo a su vida durante treinta años y que siempre le quedarían en la memoria como escenario principal de sus recuerdos.

4 comentarios:

Laura dijo...

Afortunadamente,sólo lo material puede derribarse. Los recuerdos perduran por siempre.
Besos.

Gabriel dijo...

Enorme la comparación entre trozos de vida y de lugares donde se fabricaron los sueños. ¿Cómo encontrar tantas caricias perdidas?
El puzzle de los recuerdos, una imagen muy hermosa.
Un beso.

inma dijo...

Hace poco me sentí así al ver derribada casa donde crecí, pero al final pienso como Laura ¡solo lo material lo pueden derribar! yo continué por la misma acera con mis sueños a la espalda y viviendo el presente.

Anónimo dijo...

Siempre nos quedarán habitaciones encadenadas en la memoria, sin pasillos. En las que pasar de una a otra sea tan fácil como plantar el pie más allá del marco de la puerta. Qué instante des-constructivo describes, a la vez que se hilvanan los fragmentos, las esencias.