domingo, 22 de marzo de 2009

CAPÍTULO FINAL.

Mi personaje estaba a punto de ser redondo. La trama de mi novela había conducido al relato a un punto irreversible, claro para cualquier lector. El villano resultaría ser Homónimo J. Skinner, el padre del policía que investigaba el caso. Y el último capítulo, a las once de la noche del domingo, fluía como un río hacia su última catarata.

A las once y cinco minutos recibí una llamada. Era mi hermana. Alguien a quien nunca he podido negar nada.

-Estoy en un apuro. Necesito que vengas.

A las once y veinte me reuní con ella. A las once y veintiuno me encontraba en un cuarto oscuro, frente a una luz que me cegaba, con las manos atadas a una silla. En el silencio de la noche, una voz se dirigió a mí:

-No sé quién te ha podido ir con esa mentira. Pero te aseguro que no he sido yo.

Era la voz de mi personaje. Era Homónimo J. el que me daba información. Y era de primera mano. Comenzaba a acostumbrarme a la luz del local.

-Juraría que en el capítulo sexto te reuniste con la víctima a solas en aquel parque, –le dije.

-En realidad, estamos aquí para que sepas la verdad, -interrumpió mi hermana, de pie junto a la mayoría de los personajes de mi novela–. Se trata de  Parásito J. Skinner, el hermano gemelo de Homónimo. Él la mató, como parecía claro en el capítulo siete, pero la verdad se te difuminó y ahora estás a punto de condenar a un inocente.

Allí mismo redacté el final del capítulo con las modificaciones. Al estar todos presentes, incluso Parásito J., el auténtico culpable, fue todo más fácil.

La novela fue un éxito. Sigo aquí, en el tugurio, a la espera de que alguien venga a liberarme. Mi hermana gemela fue quien presentó el libro y firmó miles de ejemplares. 

3 comentarios:

Isa dijo...

Una forma magistral de acabar el último capítulo. Genial la presencia de los personajes en la escena y frescura absoluta la de la hermana. Al prota le deseo toda la suerte para su pronta liberación; y a ti te digo que eres muy bueno con el lápiz, o con el teclado, o con lo que tú quieras, compañero.
Absolutamente genial.

Gabriel dijo...

Gracias. De veras.
Y un beso.

inma dijo...

¡Q bueno, Gabriel! Me gusta el sorprendente final, y me dispongo a encontrarte tan maniatado como te han dejado ¡Pobre! ¡No se puede confiar ni en las hermanas!