miércoles, 21 de octubre de 2009

DECISIÓN.

Ayer mismo tomé la decisión. Mi mujer y mi hijo no me acompañarán. Ellos sabrán lo que hacen.

Soy amante de los árboles; desde que nací. Jamás he mutilado una rama. Si acaso, he ayudado a podarlos como hacen los peluqueros de todo el mundo. Pero el que tengo delante me tiene amargado. No para de crecer multiplicando sus tupidas hojas y, al final, ha conseguido taparme las extraordinarias vistas que siempre he tenido del valle y las montañas. Intenté protestar:

-Antes del mediodía no tengo apenas luz, es peor que una nube negra, -dije delante de un buen número de vecinos.

-No talaremos ese árbol por ti. Sal más, muévete y mira desde otro lado tus montañas, -me contestó un viejo, a quien nadie discutió su autoridad moral.

Después de una semana no lo dudé: Me mudé de árbol. Mi mujer y mi hijo, que viven en las ramas más altas, no me acompañarán. Ellos sabrán lo que hacen. Pero, al despedirme,

-Vuelve cuando quieras, Tarzán -me dijo Jane.

5 comentarios:

Clea dijo...

Sí señor.
Una vez más, la solución está en nuestras manos. Y suele ser sencilla.

Peneka dijo...

Hola Gabriel!!!, no, no soy una aparición, ni un espiritu errante(bueno, errante, errante, soy un poco,jajaja)
¡Cuanta imaginación!!!!, el final me ha sorprendido. No me esperaba ese giro justo antes del final.
Enhorabuena

Paquita dijo...

Hola Gabriel.Que imaginacion tan ocurrente tienes, no me esperaba
que la mudanza fuese de arbol pero hizo bien, si aquel le impedia disfrtar del paisáje mejor
marcharse a otro, además sin pro
blemás de entrada ni alquiler
mejor,que mejor.
Un abrazo Paquita

Isa dijo...

Buen golpe final, compañero. Y una buena lección para la vida.

inma dijo...

Coincido en que es sorprendente el giro final que le da alegría al relato. Yo iba a proponer que lo abonara un poco para que creciera más rápido y despejara la ventana, pero la solución ha sido estupenda. Enhorabuena.