sábado, 20 de septiembre de 2008

VENGANZA FORMAL.

Emilio Martín estuvo labrando el campo de su suegro, don Eulogio Campos Terrera, durante cuarenta y dos años, con las siguientes condiciones laborales:

Su horario de trabajo se extendía desde las seis de la mañana hasta las ocho de la tarde. Para comer, disfrutaba de un descanso de cuarenta y cinco minutos, así como un cuarto de hora a lo largo de la jornada para desahogar sus necesidades fisiológicas naturales.

Como cláusula extraordinaria, Emilio Martín tenía incluida en su contrato el  poder propinar, a las siete en punto de la tarde, dos patadas a su suegro, una en cada pierna.

A lo largo de los cuarenta y dos años de vida profesional activa, Emilio Martín no incumplió un solo día ninguna de las obligaciones ni los derechos que componían su pequeño convenio, sin pararse a comprobar que don Eulogio Campos se sostenía desde pequeño sobre dos piernas ortopédicas insensibles al dolor.

3 comentarios:

Peneka dijo...

eso es un hombre formal y lo demás son cuentos. El punto de las patadas en las espillas "mu güeno".

Por cierto,¿el tal Emilio era corto de vista?, lo digo por lo de las piernas ortopédicas.

Isa dijo...

Qué lástima. Pobre hombre, no poder llevar a cabo eso de "endiñarle" bien "endiñao" a esa sanguijuela que tenía por suegro. ¡Qué bueno!

Lola García Suárez dijo...

Es que el convenio tenía truco.