miércoles, 26 de noviembre de 2008

CRÓNICAS URBANAS (II)

Año 1976. Cádiz, Semana Santa.

Ante el paso de la cofradía del Cristo de la Veracruz, las filas de espectadores guardan líneas paralelas en las aceras, pero sólo hasta la esquina de la calle Pelota con la plaza de la Catedral; allí se ha formado una curva enorme desde donde se observan las figuras y los penitentes a una distancia mayor.

Antonio Boronat, hombre decidido, rompe la solemnidad del caminar lento y silencioso: Pidiendo paso en voz alta, separa al público de la curva a izquierda y derecha y se planta, él solo, a unos escasos cuarenta centímetros de longitud del paso, logrando una cercanía exclusiva, incomparable, a la figura grandiosa de la Virgen.

Lo hace dentro de un charco de unos escasos cuarenta centímetros de profundidad, eso que obligaba al público a buscar una prudente separación para ver pasar la procesión.

El ruido de los zapatos de Antonio Boronat al retroceder y volver a su casa, es algo parecido a “riguasshh, riguasshh, sploshharashh”.

Y la procesión va por dentro.

2 comentarios:

Isa dijo...

¡Eso sí que es devoción!
Es cierto que la calle es un buen panorama para alimentar las ideas. Un beso.

inma dijo...

Eso le pasa por abusón. Ahora se tendrá que comprar zapatos nuevos y eso no es bueno para ver pasos ¿a que no?