domingo, 14 de febrero de 2010

Tu nombre

No me gustan los bolígrafos,
al segundo su tinta se seca
y lo escrito queda para siempre.

No importa cuánto pases los dedos por encima de las palabras,
se quedan ahí.

Recuerdo la parte gris de las gomas de borrar
que usaba para eliminar ese trazo
en los años de escuela.
Rascaban el folio
y le dejaban una herida.
Pero era la única manera de poder volver a empezar
aunque fuera sobre una superficie
extremadamente frágil y latente.

Ahora entiendo
por qué y para qué
tengo esta marca en la parte izquierda de mi pecho.

6 comentarios:

Peneka dijo...

Bienvenida a casa!!!

Qué hermoso regalo el tuyo...Estoy de acuerdo con Isa, que sin ninguna duda, tú seas las que creas loas metáforas más bellas y profundas.

Me ha llegado tu poema y me lo lo imagina recitado a media luz, entre corazones entregados y miradas amigas

Gabriel dijo...

A mí el poema me ha sacudido. Volver a empezar sobre lo frágil y latente es a la vez lo más duro y sensible que he visto para mirar otra vez hacia delante. Que de eso se trataba, siempre, estaba claro. Que me lo hayas hecho ver en verso es de canela.
Besos

Isa dijo...

Canela y de la buena, de la más aromática; canela en rama. Me quedo con muchos instantes de tu poema, no con uno, ni con dos. Precioso, Irene. El final, magistral. Un beso.

inma dijo...

Queda ahí. Esa goma de borrar tinta y el tiempo...Precioso.

Clea dijo...

No soy yo de esas gomas abrasivas.
Escrito está lo escrito.
Y lo vivido también.
Prefiero conservar mis hojas aunque toque empezar una nueva.

¡La última será roja! Como la de aquel librillo de papel...

:)

Clea dijo...

¡No, creo que no era la última! La roja sólo avisaba de que quedaban poquitas.

Nada, sólo me acordé.

:)