lunes, 3 de diciembre de 2012

Grandes batallas de la Historia (XXXVI).


Algunas veces, segundas partes fueron buenas.

En el salón principal del hotel Deskansaki, se celebró el vigésimo quinto aniversario del primer bofetón que se intercambiaron los primeros ministros de Birlenia y Tasconga. Eran los mismos dos, algo más viejos. La hora, siete y media de la tarde con exigencia de media etiqueta, preferentemente la mitad que no pusiera el precio.
Al día siguiente de aquel infausto incidente del pasado, se declaró la famosa guerra de “Dostontos”, que llevó a la ruina a los dos países. A pesar del cese de las hostilidades por falta de ganas, nadie declaró haber ganado ni perdido. Oficialmente, no había sido declarado armisticio alguno.
Acudieron los ministros de asuntos exteriores de toda la zona, desde Kratovía hasta el ducado de Pompistein, representado por el decano de los embajadores, el lord canciller Julito Asbattskzc, quien pudo presumir de haber escupido sin reproches a medio mundo, con sólo presentarse.
De primero se sirvió sopa líquida en cuencos de poco fondo. Ahí tuvimos el arranque de la tensión, que cualquiera habría comprendido.
–Niño, que mañana por la tarde, después de la novela, que te voy a partir la cara. Tráete si acaso dos o trescientos mil soldaditos tuyos, esos tan repipis, y yo me busco una docena de bizarros guerreros, que con eso me sobra –dijo el jefe del Estado de Birlenia al de Tasconga, que ejercía como anfitrión en casa del que pagaba la cena.
El tascongués Chaendler Duffin, dolido como pocos, miró su corbata pringada de sopa de puerros, que no es que estuviera insípida ni fría, pero es que al primer sorbetón que le dio se la vertió encima, como la mayoría de los invitados. No tuvo más remedio que aceptar el segundo bofetón y firmar la situación de guerra, apartado “continuación”.
Los dos ejércitos, cuando bostezaban por culpa de una siesta mal descabezada, asemejaban un coro universal de semidioses aburridos que bramaran desde el Olimpo prediciendo una tragedia en el mundo humano, que con su sangre harán leyenda…
-Ché, autorcito, para una mijita, para por favor. Qué Olimpo ni qué ná. Estamos en una posible refriega de dos países de medio pelo, que caben en Soria y sobra, que lo más que se tirarán, al final, serán las piedras que le sobraron del arreglo de los cuartos de baños, que por cierto, lo han puesto de un buen gusto… y no te digo el color…
-Quieta ahí, conciencia narrativa del escritor, parte cerebral del teórico hemisferio controlador de lo creativo… Anda y vuélvete con Bécquer, que creo que le están haciendo la prueba de balística.
Como decía, los dos ejércitos frente a frente, ¿no?, que yo para esquemático lo que haga falta. Pues pasa el que reparte los cascos, talla única pero con una holgura que da gusto, y el murmullo –Ahora SÍ- es un ruido tipo marabunta. Ahora cualquiera se arriesga a decir que parece que la Tierra De Todos, la TDT, ruge para salvar miles de vidas, o para no tener que gastar miles de tiritas.
La causa del dantesco murmullo es un comentario para la historia:
–¿Y si hiciéramos los platos de “comida no sólida” tomando como modelo estos cascos, con su viserita alrededor y una semiesfera en medio, la cual puede aplanarse por el centro, buscando estabilidad y falta de oleaje en cualquier tipo de sopita caliente a ingerir?, ¿ein chavales?
Se encargó al instante una cata de sopas a celebrar en el mismito campo de batalla. El célebre chief japonés Tutragá Lotó sirvió sucesivas sopas de cangrejo, de ave con fideos y una final semifría, estilo gazpacho pero más ligerita.
La facilidad con que se pudieron ingerir hizo que los cientos de miles de guerreros reunidos en segunda convocatoria aplaudieran con entusiasmo el éxito de la propuesta. Y, al final, con un poquito de agua, se llevaban puesto –y enjuagado- el casco a casa. ¡Pero añadir que el campo de batalla en sí mismo, limpio como los chorros del oro!, porque no se derramó una gota, aunque gracias también a los WC modernos instalados ex profeso para la reunión.
Como era un tercer cabo de mierda el que propuso la solución, cobró poquísimo por los royalties de la idea y la posterior industrialización del plato hondo. No llegó, en euros de hoy día, ni a los catorce millones al año para el resto de su vida, prueba aplastante de lo mal que se paga a los investigadores en cualquier país.
-Bueno, pfff, yo qué sé, ¿no?, o sea –dijo al ser entrevistado.

3 comentarios:

Clea dijo...

¡Esto no será nunca un blog serio!

¿Entonces, el de la propuesta, el de ¿ein chavales?, era tascongués o birlenio?
Bueno, es igual, vaya mi agradecimiento por el invento. Un gran paso lo del plato hondo.
(Y su viserita)

¡Ah, entra la conciencia del narrador como nuevo personaje! ¡Qué bueno!


:)



adela dijo...

hola he leido tu articulo, haber si estos chiquillos se dejan de pucheros y se comen un buen plato de coles, y no nesesitarian armas ni coetes eso seria un campo de batalla,perfumado,y rendirian al enemigo en un momento. un abrazo.

inma dijo...

Pues también ese casco podía usarse como escupiderita ¿no? Oye que puestos a inventar y reutilizar, casi todo vale.
El nombre del hotel me ha dejado pasmada ¡cuanto me gustan ese tipo de nombres tan bien puestos que nos regalas cada día. Gracias.!