lunes, 24 de diciembre de 2012

Elvirita Gómez.


Elvirita Gómez
parecía una hiedra,
viviendo entre piedra,
pero piedra pómez.
Elvirita era
muchacha prudente,
pero partió peras
con los delincuentes.

De papá el ojito,
pasó de enfermera
a ser pistolera
y estar la primera
haciendo delitos.
Estuvo enredada
en redadas varias,
y muy ordinaria
fue considerada.

Acabó pidiendo
dinero a cajeros,
y no sonriendo,
sino a gritos fieros.
A las diez semanas
era ya Elvirita,
una favorita
de primeras planas.

Pero era tan lista,
que no la pillaban
y hasta la llamaban
para una entrevista.

Fue un amor sorpresa
quien la redimió,
pues se enamoró
de quien la trincó
por la recompensa.

Al casarse Elvira
con el poli cura,
no hubo pena dura:
 sí dulce mentira.
Al pasar los años
el poli, tristón,
dio un tajo al cordón
y cortó el apaño.
-Fuera el falso juego,
vete de mi vida,
que yo iré enseguida
a buscarte luego.

Y de cada atraco
donde la trincaba,
algo le dejaba
metido en el saco.
-Lo justo en billetes:
 trenes matutinos
para tus destinos;
huye, Elvira, vete.

-Es que no las piensas
le decía al verla
y no detenerla,
pero en forma intensa
tenerla, tenerla.
-Quiero, vida mía,
vida mía tener;
has de comprender
que así viviría
si pudiera ser.
-Roba cajas de ahorros
y cooperativas
y aunque sea a chorros
mi sangre cautiva
querrá que tú vivas
feliz por el morro.

Un guardia, una caco,
encuentros furtivos,
Amor fugitivo:
pasión entre atracos.
Robin Hood tenía
una Mariana;
para Elvira había
un guardián Juan Lanas
que la perseguía
con las mismas ganas
que ella delinquía
todas las mañanas.
Cercana o lejana...
¡Libre la quería!


2 comentarios:

Clea dijo...

¡Qué amor tan peculiar y qué bonito! E incondicional.

:)

inma dijo...

A ritmo trepidante nos cuentas esa original historia de amor ¿Cura policía? ¡Cómo complicas los casos!
Coincido con Clea, en lo incondicional de ese amor que lo hace especial. Muy bonito.