La gallina Yayita, en sus últimos análisis con el ginecólogo, dio un porcentaje de calcio elevadísimo. La granjera RosaMá Polanco, su dueña, se preocupaba mucho por sus primerizas y las llevaba a una revisión profunda para su primer huevo.
Al amanecer, Yayita notó las primeras contracciones y dijo (Diccionario Gallina-Castellano, Castellano-Gallina, Edit SM) “¡Ya está aquí, se llama Pirri!”.
El elipsoide era de un blanco y formas perfectos. Pero duro como una piedra. Dentro, el pollo Pirri no era capaz de estirarse y salir. Pasados los primeros días de incubación, RosaMá se preguntaba cuándo estaría listo para jugar con los demás pollos, quedarse como gallo, o ser el segundo plato del domingo. Al no asomar, se probaron golpecitos primero y, finalmente, martillazos. Todo sin resultado.
Hoy, un año después de aquello, Pirri permanece lleno de vida y da sabios consejos a los gallos desde el interior de su cáscara, con voz profunda y un gran sentido común. Desde la repisa donde vive, sólo elude temas de viaje y programas televisivos.
3 comentarios:
Muy a tu estilo. Te imagino contado este cuento a los niños. Creo que sería un espectáculo. Está muy bien.
Me ha encantado la idea de la sabiduría que uno puede atesorar si se mantiene impermeable a los estímulos exteriores. Muy en relación con la filosofía oriental. Pero a veces a que salir un rato del cascarón para dar una vuelta.
¡Me encanta!
Una especie de huevo oráculo, duro como una piedra, claro, no vaya a ser que alguien demasiado curioso quiere ver el interior.
Que bien me sienta leerte.
A partir de ahora seras mi pastillita para los días tontos
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