jueves, 24 de abril de 2008

ESPERADO REGALO NAVIDEÑO


Pensaba que quizá el tiempo se encargaría de ir borrando de mi memoria los amaneceres más dulces; que el frío de diciembre congelaría las suaves madrugadas que ya me has dado.

Pondré el árbol grande, con todos sus adornos; llenaré de luces la casa, por si se te ocurre volver. Imaginaré que el mismo autobús que un día te trajo hasta mí, volverá a dejarte en la esquina de mi calle y te veré bajar como aquella tarde, cuando te vi por primera vez, con tu cuaderno en una mano y tu eterno cigarro en la otra.

Nunca imaginé que te echaría de menos como lo hago hoy; nunca, que te soñaría tantas y tantas noches bajo esa camisa que tan bien sabía envolverte, que me brindaba tus formas de delirio y que con impaciencia, alguna vez desabotoné, emocionada, como quien tira del extremo del lazo que anuda al esperado regalo. Desabotoné con sumo cuidado, cada uno de todos esos guardianes, alineados en una fila inacabable, hasta que tu piel quedó expuesta a mis ojos, a mis manos, a la merced de mis intenciones.

Sabíamos que los remordimientos vendrían justo después, pero en ese instante contaban tus ojos y los míos, contaba tu boca, que me buscaba teniéndome, y que aún así, volvía a buscarme; y la mía que generosa premiaba tu empeño. Contaban tus brazos, que me recibían a modo de trampa, de la cual ni podía ni quería liberarme.

¿Qué demonios harás ahora? ¿Por qué sin mí ? ¿Por qué, si sabemos que no? Que sin ti yo no, y que tú sin mí ya no; no, después de habernos tenido así.

Saboreaste mi cuerpo una y mil veces, y bien sabes que podrías hacerlo mil veces más. Aún me parece tener tu aliento en mi oído; aún creo que es tu calor el que me recorre, el que me despierta vibrando todavía. Y sigo sintiendo tu lengua rendida, acariciando mis senos, que se desbordan, lamiendo mi vientre que se impacienta, recorriendo mi espalda, que se estremece; que buscando un lugar a salvo donde ésta muere, acaba por encontrar un mar oculto, un océano de sensaciones por el que navegar libremente, a su antojo, acompañada de tus labios, que me inquietan, me agitan, me enloquecen sin piedad, hasta robarme las fuerzas.

Ahora sólo espero un ruido leve en el portal, y tus pasos que lo atraviesen, que descansen en el umbral un breve instante (el suficiente para encontrar la llave). Sólo espero oír la puerta abrirse y tus pasos acercándose hasta mi cama. No te preocupes si es tarde, sabes que nada me importa; sólo quiero que esto ocurra esta noche (son especiales, dicen, las noches de Nochebuena).

He dejado encendidas las luces del árbol para que iluminen el pasillo. Sé que vendrás hoy, lo sé; esta noche sí, y compartiremos tanto, tanto, que seremos un sólo cuerpo, un solo fluido. Y, por favor, mañana cuando te vayas, (porque te irás, también lo sé) aunque yo duerma, despídete con un beso que endulce mi amanecer. ¡Ah!, y no olvides en el suelo tu traje rojo y tu saco, y tu gorro, y el cojín; y te prometo desde ya, que durante el año seré buena, para recibir el próximo diciembre, tu esperado regalo navideño.

4 comentarios:

Gabriel dijo...

Releí este escrito tuyo hace tiempo. Y lo disfruté. Hoy, me he obligado a intentar seguirlo al ritmo con el que está escrito. Frenético cuando quieres y eternamente lento cuando te da la gana. Porque, compañera, el ritmo lo marcas como nadie.
El final es grande, pícaro, delicioso. No rompe nada. Culmina de un modo natural la sensualidad sin pervertir de todo el relato.
Uno critica buscando (soñando con buscar) las intenciones del creador. Su complicidad. Si no es así, me quedo con la belleza del escrito. Y, una vez más, su valentía.

Anónimo dijo...

Requetebien!! Yo quiero un Papá Noel como este!! jajaja. Me lo pediré para esta Navidad a ver si es posible, pero no para que se vaya sino para que se quede. Es muy envolvente, me gusta mucho. Un beso

Isa dijo...

¡Ay, pillina, con el espíritu navideño en alza!
Gracias a los dos, muchachos.

inma dijo...

Emoción y añoranza al tiempo.Preciosa prosa poética cargada de sensualidad. Muy bonito.