jueves, 4 de septiembre de 2008

LANZO UNA PREGUNTA A MIS COMPAÑEROS Y A NUESTROS LECTORES:


¿Hasta qué punto será conveniente el hablar, el contar, aún en la más estricta confianza, nuestras propias miserias? ¿Sería esto un ejercicio, una muestra quizá de valentía, de cobardía por no sentirnos solos frente a la adversidad, o de torpeza? Hasta dónde contar para no contar de más. Hasta dónde callar. Os lanzo estas preguntas emulando a Javier Marías en Tu Rostro Mañana.
Espero con ganas vuestras opiniones.

15 comentarios:

Gabriel dijo...

¡Ajá! ¿Quieres guerra¿?Quieres detalles?
Pues entro al trapo, amiga mía y escritora. Y lo haré con un recuerdo de respeto a un profesor que dinamitaba cada examen, para buscar pedacitos de verdad en las respuestas:
1) ¿Conveniencia? La misma que la música. Aquí seguirías tú mucho mejor que yo.
2) ¿Estricta confianza? La que tú pones en nosotros no puede ser más estricta, porque es plena.
3) ¿Miserias? Somos átomos de grandeza, pero sólo lo somos al compartir, justo donde se pierde la cobardía.
4) ¿Adversidad? Lo que evita que nos durmamos en la indiferencia. Ojalá no falte. Ojalá no sobre.
5) ¿Hasta dónde callar? Sólo el punto de no hacer daño me hace callar. Si no es útil, si hiere, vale mucho más el silencio.
6) ¿Hasta dónde contar? Hasta donde, tú entre ellos, se sea capaz de convertir en una propuesta vital, la que extiende la mano para apoyarse y ayudar. La que deja fuera la maledicencia.
Todas esas palabras deben volar de nuestra cabeza hacia los demás, con la obligación de ser revisadas, pues somos responsables de cada coma. Mil veces, aún así, deberemos mirar a los ojos y explicar mejor lo que quisimos decir. Y cada vez que hayamos herido, borrar para siempre la letra que molesta.
¿Hasta dónde? Esa pregunta hay que hacerla cada día. Es algo parecido a llenar los pulmones del todo, para saber cuánto aire nos cabe.

Isa dijo...

Me has sorprendido hasta el punto de no saber qué más decir; sólo darte las gracias por esa preciosidad de palabras y decirte que contigo me río... casi siempre, porque hoy me has hecho llorar. Gracias por la entrega que has depositado en este comentario. Un beso.

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Isa mía, estás de un profundo abismal. Hasta dónde el silencio. ¿Es el silencio la fuerza, la contención astral, la madurez? Minimalista silencio, limpio silencio, necesario, sano silencio de uno y sus jardines secretos.
Pero también la palabra es sabia, nos hace, nos desahoga, nos pule. Y a veces también despierta y desahoga al que te escucha o te lee.
En nuestro camino diaro, como la respiración de Gabriel (bonita metáfora), merece la pena callar y también el darnos la oportunidad de no callarnos, por si ocurre el milagro. Y a veces ocurre. A veces, muchas veces...Y entre medias, el silencio.

Isa dijo...

Lorenzo, vaya dos joyas de comentarios. Gracias, por contribuir a que esta noche duerma en el más profundo silencio, arropada por tus palabras, y así, esperar el milagro mañana. Un beso.

Laura dijo...

Yo no sé manejar las palabras tan bien como tus compañeros, pero allá voy.
Yo pienso que uno tiene que hablar lo que necesite hablar, y es uno mismo también el que tiene que poner los límites. Yo me siento muy bien si tengo algo que me ahoga y puedo contarlo. Y lo que no puedo contar a nadie de mi entorno lo escribo en el blog. En ambos casos alguien me escucha o lee y me reconforta. Y puede que no me solucione el problema, pero el nudo ya aprieta menos.
Besos.

Isa dijo...

Laura, tú manejas las palabras estupendamente y comparto lo que dices. Yo necesito compartir mis vivencias (las mías, por ser dueña de las mismas; nunca las de otro)y todo cobra sentido para mí, cuando de mí trasciende. A veces me pregunto todo eso que ayer ponía a vuestro juicio. Gracias por dar tu opinión, la cual comparto. La tuya y las de mis compañeros y amigos. Un beso a ti también.

Lola García Suárez dijo...

Pregunta profunda, Isa, y comentarios brillantes que dejan a una desarmada. Yo creo que más que conveniente es necesario hablar, porque esas que tu llamas miserias se convierten en grandezas para el que escucha, pues es una manera de calibrar la dimensión humana del otro, que en tu caso Isa, sería inconmensurable.
Por otro lado, me parece esencial el que escucha. La persona en quien vas a depositar tu confianza debe ser alguien con los oídos abiertos, la mente serena y el corazón cálido. Creo que todos deseamos en muchos momentos hablar y experimentar así una especie de catarsis que hace que nos ahogue menos el peso que tenemos que soportar muchas veces. Pero cuando encontramos a ese ser empático, todo es redondo porque nos ayuda a aceptarnos más como somos.
Aunque eso sí, en el fondo siempre queda algo en el silencio, por no herir, por no amar o amar demasiado o porque simplemente necesitamos depositar la confianza en nosotros mismos. Aunque parezca silencio exteriormente,interiormente da vida a nuestro ser.

Isa dijo...

Loli, menos mal que estabas desarmada; desarmada, pero te quedaba por ahí una bala certera que me ha dado directo al corazón.

¡Vaya suerte la mía! Pregunto para aliviarme, y me encuentro con varios doctores con analgésico para el dolor, manta para el frío y una sonrisa que colma mi desazón.

Yo no podría vivir sin hacer de todo lo bueno y todo lo malo que me ocurre, partícipes a quienes quiero, sin reservas. A veces he pensado intentar cambiar mi forma de ser por el riesgo que implica. Pero he llegado a la conclusión de que aporta más benefició, enriquece más la unión entre las personas el desahogo, la confianza y la transparencia.

No tiene precio amigos, el bienestar propio y ajeno cuando uno se da, y por eso mismo invita al otro a darse.

El riesgo, y aún más, gracias a vosotros, merece la pena seguir corriéndolo.

Un beso, Loli. Un abrazo a todos.

Anónimo dijo...

Hay veces en que uno habla (o escribe) por hablar, otras en que se habla sin pensar, pero cuando la necesidad de manifestarse en palabras, orales o escritas, es tan acuciante cómo para plantearse qué decir, qué callar, está claro que uno no puede guardar en su interior lo que pugna por salir. Los comentarios de tus compañeros son profundos y acertados y sobre todo se manifiestan llenos de afecto hacia ti e imagino cuánto de bálsamo te puede suponer eso, pero ya sabes que no estoy de acuerdo con algunos de ellos. Gabriel habla de no hacer daño pero si uno dejara de hablar por no hacer daño se perdería en el silencio. Cómo medir la susceptibilidad y la sensibilidad de los otros. Lo que puede hacer inmensamente feliz a alguien puede herir profundamente a otros y entonces sólo queda la certeza de no ir a hacer daño a sabiendas, la confianza de que quien te conoce y te ama sabrá entender, aunque duela, aunque no sea en ese momento.
Cuando las palabras pugnan por salir hay que darles cauce y uno debería ser lo suficientemente inteligente, sensible e intuitivo para encontrar el cauce adecuado. Tú tienes todas esas cualidades, así que sé que nunca vas a perderte. Tienes la certeza de que no estás sola y seguro que aquello que necesitas va a saber encontrar su camino, el justo y correcto, el que tiene que ser. Un abrazo.

Isa dijo...

Agradezco, Rosario, amiga mía, tu opinión y la valoro enormemente por lo que me aportas como persona, porque sé cómo eres y por lo que te quiero. Y, sobre todo, celebro que una de las personas que más me da en mi día a día,(auque a veces te deje sin ese café) hoy vuelque aquí, en estas preguntas, su comentario, profundo donde los haya, con tanto cariño y tan buen hacer. A veces, como bien dices es inevitable hacer daño, pero estoy de acuerdo en que, aún así, hay que guiarse de la sensibilidad, de la intuición como tú apuntas, porque sé que rechazas absolutamente el daño gratuito y cruel, ni que decir tiene. Se ha de sopesar lo que uno dice y cómo lo dice, con el efecto que causa y ver qué merece la pena al final.
Vuelve todas las veces que quieras, que sería hermoso volver a encontrarte. Un abrazo también para ti. Y gracias, amiga.

inma dijo...

Cuanta reflexión interesante me he encontrado hoy al reencontrarme con el blog y con vosotros. En momentos de dificultad las palabras pueden unir, y tambien separar, pero no más que los silencios que hirieren por no compartir, por no arriesgar... Me gusta no tener que medir tanto las palabras por encontrarme entre amigos, y si a alguien ofendemos sin querer, debemos saber perdonar y aceptar.

Isa dijo...

Gracias, Inma. A mí me gusta medir las palabras, porque considero que la confianza a veces nos hace relajarnos demasiado, hasta el punto de meter la pata (me ha ocurrido alguna vez, por ingenua).
Pero eso que dices de que "los silencios hieren por no compartir, por no arriesgar", eso, compañera lo compartimos absolutamente. Y vuelvo a apuntar a la intuición para que, en caso de duda, nos salve. Un beso.

Peneka dijo...

Isa, creo que el silencio y la palabra conforman una misma moneda. Ambas caras, forman nuestra realidad. La lanzamos al viento, no por valentía o cobardía, más bien como una necesidad.
Debemos callar cuando nuestras palabras puedan herir, aunque bien es verdad que a veces, palabras dichas sin intención de daño lo provocan y viveversa.
Aunque me llama el silencio, descubro con sorpresa, que él viven las palabras.
No sé, si te sirve de algo esta respuesta mía.
Un beso

Isa dijo...

Beli, claro que me sirve tu opinión. Comparto eso que dices acerca de la necesidad de hablar. Estas preguntas que os he lanzado, me las pregunto a diario. La intención partió justo después de venir de casa de mi amiga, donde había vertido como hago algunas veces(como las dos hacemos), todo eso que me atormenta y que elige de vez en cuando un sitio y una persona concreta para salir.
Al llegar a casa, me pregunté hasta qué punto mi amiga había podido entenderme, y me di cuenta de lo esclavos que podemos llegar a ser de nuestras palabras...,o de nuestros silencios.
Y quise compartirlo con vosotros. Me habéis sorprendido. Habéis entregado en vuestros comentarios (que además se han, digamos, ensanchado, agrandado, extendido a matices que yo en pricipio, cuando pregunté, no esperaba), unos planteamientos para mí muy válidos. Yo seguiré haciendo partícipe de mis miserias y mis grandezas, a los que quiero, porque en mí no puede ser de otra manera. Y entre medias, como tú deces, Loren, el silencio.
Gracias a todos.